Radiografía de la retirada: los intentos fallidos de Nadal por volver a la élite tras su último éxito en Roland Garros
Con la derrota de España en la Davis, el balear abandonó el martes el tenis profesional en contra de su voluntad después de asimilar durante más de dos años que el cuerpo le ha dicho basta
Hace solo dos años y medio, Rafa Nadal levantó su decimocuarta Copa de los Mosqueteros tras derrotar a Casper Ruud en la pista central de Roland Garros. En la arcilla de París había tumbado de vuelta al entonces número uno del mundo, Novak Djokovic, en los cuartos de final, y en semifinales se deshizo de Alexander Zverev en un choque en el que el alemán abandonó tras destrozarse el tobillo cuando iba un set abajo. A pesar de que en la Philippe Chatrier tuvo que jugar con el pie infiltrado por la lesión crónica en el escafoides, ese curso iba de maravilla para el de Manacor en cuanto a resultados. Además de triunfar en la capital francesa, había conquistado en enero el segundo Open de Australia de su carrera tras una remontada inverosímil ante Daniil Medvedev, pero su cuerpo le volvió a decir basta en las semifinales de Wimbledon. Tras ganar a Taylor Fritz en los cuartos mermado por una rotura en el abdominal, ni siquiera saltó a la pista en las semifinales frente a Nick Kyrgios. Desde su renuncia ese día, el 7 de julio de 2022, el campeón de 22 Grand Slams, con un físico al límite, jamás ha vuelto a las rondas finales de un gran torneo a pesar de que lo ha intentado una y otra vez.
En esa fecha, Nadal empezó un periplo fallido para regresar a la élite que terminó en la madrugada del miércoles en Málaga, donde esta semana se disputa la Copa Davis. El rey de la tierra batida se despidió como profesional en el Palacio de los Deportes Martín Carpena tras caer en el individual frente a Van de Zandschulp, una viga de 1,91 metros de altura que ocupa el puesto 80 del ranking ATP, y ver cómo Alcaraz y Granollers cedían en el dobles ante Países Bajos. Los neerlandeses eliminaron a España y sellaron el último baile del balear, que el pasado 10 de octubre anunció que se retiraría en la Davis tras experimentar de forma repetida que su cuerpo está al límite y ya no le permite competir al máximo nivel. En una rueda de prensa el lunes en la ciudad andaluza fue muy claro cuando explicó que se le había agotado el físico antes de que quisiera colgar la raqueta: “Yo no he terminado quemado del tenis como ha podido terminar otra gente, sigo disfrutando. Si pudiera, seguiría jugando a tenis, pero no tengo la oportunidad de jugar y de entrenar al nivel que realmente me compense a nivel personal”.
En ese proceso amargo desde julio de 2022 hasta este 20 de noviembre, Nadal comprobó una y otra vez que las piernas ya no le respondían como antes, que su chasis está dañado y que no había otra salida más que la retirada, por mucho que él quisiera seguir jugando. Después de abandonar en Wimbledon, Nadal jugó el US Open de ese año, pero en los octavos se despidió del torneo al ser superado con superioridad por Tiafoe en cuatro sets. Se supo luego, pero su cuerpo se había vuelto a quebrar con otra rotura en el abdominal.
Cuatro meses más tarde, en enero de 2023, Nadal fue a Australia a defender el título que había alzado el año anterior, pero el mallorquín volvió a gripar y cayó en segunda ronda frente a Mackenzie McDonald en tres mangas. “El vaso va llenándose, pero quiero seguir jugando”, avisaba entonces. Durante el partido sufrió un pinchazo en el costado izquierdo de su cuerpo y se retorció de dolor. Desde entonces fue acumulando anuncios en los que informaba que renunciaba a una competición tras otra. La expectación y la preocupación por ver cómo llegaría el español a Roland Garros, donde también defendía su título, fue creciendo conforme se descartó para todos y cada uno de los torneos de la gira europea de tierra: Montecarlo, Barcelona, Madrid y Roma. El 18 de mayo convocó una rueda prensa en su academia de Manacor, a 55 kilómetros de Palma, en la que anunció que no iba a jugar en los próximos meses: “Es una decisión que no he tomado yo, la ha tomado mi cuerpo”.
La causa era una lesión en el psoas ilíaco —músculo que conecta la cadera con la pierna— que sufrió el 18 de enero en el Open de Australia y que le había mantenido desde entonces alejado de las pistas. “Creo que no me merezco terminar así, en una rueda de prensa, quiero que mi final sea de otra manera y voy a esforzarme para que así sea”, dijo entonces. Nadal optó por operarse en junio, justo cuando Djokovic cazaba en Roland Garros su vigésimo tercer Grand Slam para adelantar por primera vez al de Manacor en la carrera por terminar con más majors—logró después el 24ª en el US Open—. Se sometió a la intervención en una clínica de Barcelona el día 3 de ese mes, justo en su 37 cumpleaños, para tratar de arreglar el psoas y un viejo problema en la cadera izquierda.
El tiempo estimado de baja era de cinco meses. El balear cumplió los plazos y reapareció en enero de este año en Brisbane, un torneo australiano en el que pensaba coger rodaje de cara al primer grande de la temporada. Derrotó a Dominic Thiem y a Jason Kubler, pero cedió a la tercera frente a Jordan Thompson. Otra vez más, el español sufrió la frustración de no poder competir como quería al sufrir un microdesgarro muscular. Solo unos días después anunció que no iba a estar en el Open de Australia por el enésimo aviso que le enviaba su cuerpo.
El rey de la tierra batida había regresado siempre desde joven de lesiones que parecían terminales. La sensación de que esta vez no lo iba a lograr fue poco a poco cogiendo cuerpo: no estuvo en Indian Wells, un Masters 1000 que le hacía especial ilusión y donde siempre cosechó buenos resultados, ni en Montecarlo, donde triunfó 11 veces. Al fin jugó en abril, cuando saltó a la central del Godó, donde se vio por primera vez a un tenista que tenía muchas dificultades para sacar y desplazarse lateralmente. En Barcelona se deshizo del tierno Cobolli —un tenista por hacer que entonces tenía 21 años— y cayó ante Alex de Miñaur, que le hizo muchísimo daño con las dejadas.
Después acudió a Madrid. En la Caja Mágica al fin logró progresar y abonar la idea de que tal vez el regreso a la cima era posible con Roland Garros a la vuelta de la esquina. En la capital española, Nadal pisó los octavos tras tumbar a De Miñaur, Darwin Blanch y Pedro Cachín, pero dijo adiós ante el checo Jiri Lehecka. A la semana siguiente, en Roma, se llevó otro revés cuando el polaco Hubert Hurkacz lo superó en el Foro Itálico en la segunda ronda con una autoridad impactante.
El balear se fue para París con la intención de hacer un buen papel pese a los resultados y las lagunas en su físico. Entrenó durante una semana en Roland Garros, en la que se vio que su juego iba cogiendo vuelo, pero en la primera ronda le tocó contra Zverev, uno de los grandes favoritos. El alemán, que cayó después en la final ante Carlos Alcaraz en cinco sets, lo tumbó en tres mangas después de que el balear guerreara y guerreara durante más de tres horas.
Nadal se preparó entonces para su última cita olímpica 20 años después de haber debutado en Atenas en sus primeros Juegos. Disputó el ATP250 de Bastad (Suecia), donde en la final perdió ante el portugués Nuno Borges. Su aventura olímpica posterior fue tan corta que Djokovic lo despidió de París en segunda ronda y en el dobles con Alcaraz perdió en la tercera frente a los estadounidenses Krajicek y Ram. El 10 de octubre, tras haber asimilado durante meses y meses que a su cuerpo ya no le da para estar en la élite, anunció que se iba a despedir del tenis en la fase final de la Davis. Después de batallar y batallar con tozudez contra la cruda realidad del paso del tiempo, dijo adiós el martes ante el cariño inmenso del Carpena en su derrota contra Van de Zandschulp, la décima en los solo 23 partidos oficiales que pudo disputar estos dos últimos años.
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