Nadal dice adiós a Madrid y recibe un gran homenaje a su carrera
El campeón de 22 grandes cede ante Lecheka (7-5 y 6-4, tras 2h 02m) y se despide del torneo como el que más veces lo ha jugado (20) y el que más lo ha ganado (5)
El límite de Rafael Nadal en este último paso por Madrid ya tiene fecha y nombre: 1 de mayo ya cuando se cierra la velada, Día del Trabajador, el checo Jiri Lehecka prevalece de inicio a fin y no tiembla, por más que al otro lado haya una leyenda revolviéndose contra viento y marea para evitar este final en la Caja Mágica. Esta vez no hay épica, sino realismo puro y duro. El de enfrente, 15 años menos y derecha de acero, vuela: 7-5 y 6-4, tras 2h 02m. El último revés se va al pasillo y el mallorquín dice adiós. Loable siempre la resistencia, pero insuficiente ante un formidable adversario que sella el conmovedor recorrido de estas dos semanas en el barrio de San Fermín, uno de los escenarios más especiales de su carrera. Nadie ha participado tantas veces (20) ni lo ha conquistado en tantas ocasiones como él (5). Se descuelgan las lonas recordando los títulos —2005, 2010, 2013, 2014 y 2017—, y se despide el de Manacor envuelto por la banda sonora de su película favorita, Gladiator, emocionado —pero contenido— al compás de los lloros de sus familiares, ojos vidriosos en el box, y una mezcla de tristeza y gratitud en las gradas.
“¡Que era una broma, que el año que viene vuelvo!”, bromea al abrir el parlamento. “No, de verdad, viendo las imágenes, algunas parecen de otra vida. Solo puedo agradecer a todos los que en algún momento me han ayudado en esta carrera que, aunque aún no se haya terminado, sí que es verdad que en Madrid es la última vez que voy a estar. Para mí ha sido un regalo el que me habéis hecho en todos estos años, quizás más importante que algún Grand Slam. Las emociones de jugar en esta pista, con el público español, es algo que se quedará para siempre”, añade el campeón de 22 grandes, cuyo subconsciente rebobina y rememora: son 20 presencias, del Rockódromo a la Caja Mágica; los cinco sets contra Ivan Ljubicic en 2005 —en pista rápida y bajo techo—, la final de 2010 contra Roger Federer, la dichosa tierra azul en 2012, la fortuna de 2014 ante Nei Nishikori, el bautismo de Carlos Alcaraz en 2022... Más de media vida.
Cumplirá 38 años el 3 de junio y, con 59 victorias a las espaldas, encuentra en el checo un obstáculo infranqueable. Sin referencias previas, más allá de algún entrenamiento, el procesador de Nadal descifra rápido la pulcra propuesta de Lehecka, pura escuela checa, mucho golpe plano y mucha mecánica. A sus 22 años y como 31º del mundo, pega duro e intenta abreviar, de modo que él apuesta por la vía contraria: frente a esos tiros rectilíneos y punzantes, Nadal plantea curva y más curva con el drive y el revés, efectos y cambios de altura constantes para tratar de que el adversario piense de más, y que así dude. Consigue inclinar el terreno poco a poco a su favor, cercándole progresivamente al resto en el primer parcial, pero vuela una oportunidad y en el tramo delicado es Lehecka el que golpea sin titubear, firme, con todo. Obtiene el break que pone contra las cuerdas al español y, acto seguido, cierra con aplomo.
Desde ese instante, el juego empieza a desprender la sensación de que este envite, artillería pesada la del checo, le ha llegado demasiado pronto. Lo advertía el lunes, al discernir que las propuestas de De Miñaur —escollo en la segunda ronda— y Lehecka son muy diferentes, por más que el australiano luzca mejor ranking (11º); el uno lo devuelve todo, pero el otro posee una determinación y un tiro muy superiores. Lo confirma el desarrollo. Pese a que no se aprecie ningún signo declinatorio en lo físico, Nadal, que la tarde anterior había invertido tres horas para derribar al correoso Pedro Cachín, incurre con mayor frecuencia de lo habitual en el error y el mal poso que deja el desenlace de la manga inicial se extiende hasta al inicio del segundo, con un paso en falso —pérdida a la primera del servicio— que proyecta un escenario de lo más peliagudo, porque lejos de aflojar, el checo incide. Y vuelve a la carga.
Five-time champion.
— Tennis TV (@TennisTV) April 30, 2024
Won Madrid in his teens, in his 20s, and in his 30s.
Gracias por todo, @RafaelNadal 👑#MMOPEN pic.twitter.com/NrsP5rB9nO
Así que Nadal, atrapado con el saque, intenta enganchar con algunos chispazos de efusividad a la grada, menos caliente que las jornadas previas por la nocturnidad —las tres rondas anteriores jugó al comienzo de la tarde— y por la atmósfera otoñal que se respira estos días en el barrio de San Fermín. “¡Sí-se-puede!”, entona varias de veces el público, 12.400 asistentes con los pelos de punta, pero los hechos contradicen al cántico. El factor ambiental no surte efecto porque el frío ejecutor Lehecka, mirada fija y pómulos prominentes, un verdadero marine, no pierde el temple y sigue afianzándose en el partido gracias a su recital de trallazos. Exige sin cesar, amenaza en todos los turnos de servicio y Nadal se agarra a la noche como puede, con ese instinto de supervivencia que le ha guiado hacia el infinito deportivo. Salva el 3-0 tras un debate de 14 minutos y resiste, pero en realidad no hay vuelta de hoja.
El checo, impasible e inabordable, citado en los cuartos de este miércoles con el ruso Daniil Medvedev, redondea y marca el límite de este último viaje en Madrid. Después de tres hermosos episodios en las escalas previas, frente a Darwin Blanch, De Miñaur y Cachín, a la Caja Mágica le tocar despedir contra su voluntad a su héroe. Y este corresponde: “Hace pocas semanas, dos días antes de ir a Barcelona [para disputar el Godó], no sabía si podría competir en un partido oficial, y he podido jugar dos semanas. Lo único que puedo es dar las gracias, ha sido un viaje increíble. La primera vez que vine a Madrid era 2003, la primera vez que llegué siendo competitivo fue 2005 y fue una de las victorias más emocionantes que he tenido en mi carrera. Desde ahí hasta hoy he sentido un apoyo y cariño incondicional por parte de todos. Es difícil cuando llega este día, pero creo que la vida y mi cuerpo llevan tiempo mandándome señales de que este momento tenía que llegar. He podido hacerlo en un lugar especial. Solo puedo dar las gracias”.
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