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Tiafoe, verdugo de Nadal, no iba de farol

El estadounidense elimina en los octavos de Nueva York al español, que cierra un sinuoso torneo repleto de complicaciones: 6-4, 4-6, 6-4 y 6-3 (en 3h y 34m)

Nadal, durante el partido contra Tiafoe en la Arthur Ashe de Nueva York.Foto: DANIELLE PARHIZKARAN (REUTERS) | Vídeo: REUTERS
Alejandro Ciriza

Frances Tiafoe, desconocido porque nunca antes había planteado un envite tan severo ni tan prolongado, sentencia y cumple la amenaza: 6-4, 4-6, 6-4 y 6-3, tras 3h y 34m. Es decir, apea a Rafael Nadal después de este adverso periplo neoyorquino para el español, al que le ha faltado chispa y juego en los octavos, y también tranquilidad durante la estadía en las Américas. “Hay veces que uno puede con todo y otras que no. Lo he intentado”, sintetiza el de Manacor, trastabillado desde su aterrizaje en Flushing Meadows por cuestiones que van más allá de los problemas con el saque (por el abdominal) o de su mejor o peor rodaje. Estaba, pero no estaba.

Cae Nadal —no lo hacía en esta escala de un grande desde la eliminación contra Gilles Müller, en 2017— y se esfuma la opción de un quinto trofeo en Flushing Meadows. Tampoco crecerá la brecha mínima entre él (22 majors) y Novak Djokovic (21). La lucha a tres bandas por el número uno, además, queda en el aire: si Carlos Alcaraz —citado con Marin Cilic esta madrugada— o Casper Ruud se encumbran o bien alcanzan la final, será de ellos.

Advertía Tiafoe de que ahora sí estaba preparado para inclinar a Nadal, que era “mucho mejor” que ese tenista que apenas pudo hacerle cosquillas al balear en los dos precedentes —Australia y Madrid en 2019, triunfos inmaculados— y que iba a ir con todo a por su rival. Lo que sonó a bravata se traduce este lunes en realidad. El estadounidense (26º del mundo, 24 años) carga desde el principio; contundente, pero con esa dosis de sangre fría y saber estar que necesita para multiplicar un tenis al que le está costando madurar. Tiene potencia y físico, agresividad y pegada, pero hasta ahora le ha faltado pausa, empaque y lectura en su recorrido. Esta vez es distinto.

Rotundo al servicio, navega cómodo por el partido y no ofrece una sola rendija. El órdago dialéctico de dos noches atrás no era palabrería. Nadal frunce el ceño rápido, consciente de que delante tiene un hueso que plantea un cruce laberíntico y que no abre la puerta ni para renovar el ambiente sobrecargado de la Arthur Ashe. Transcurre todo el primer set sin costearse una sola opción de rotura y, en cambio, el norteamericano atina a la primera que dispone. A Tiafoe le ha faltado finura y ha desaprovechado una volea clara con 3-3 y 0-30 a su favor en el primer parcial; pasa ese tren, pero se sube al siguiente. Séptimo juego. Una inteligente pedrada a los pies en el resto le otorga el break.

“¡Intenta mandar tú!”, le indican a Nadal desde el banquillo, demandándole que dé un paso al frente y tome las riendas porque el adversario sigue, sigue y sigue a velocidad de crucero. No decae Tiafoe. Al campeón de 22 grandes le cuesta, no encuentra agujeros y tampoco termina de liberar del todo la derecha, vía necesaria para contrarrestar la apuesta firme del norteamericano e intentar gobernar el partido. Sin embargo, su juego está salpicado de gravilla. Falta nitidez, falta fuerza. Y es una tarde retorcida, de las que exigen paciencia y aguantar el tipo; solo cabe sostenerse y resistir, evitar pasos en falso porque todo se decide en un parejo juego de equilibrios.

Cada intercambio es un mundo, un debate dirimido desde los fondos. Y en un instante de indecisión, Nadal adivina la rendija, percute con astucia y consigue ganarse un hueco que es oro. “Cuando las cosas van mal se tira la pelota al centro”, recordaba tres días atrás, tras abatir a Fabio Fognini. Este torneo le ha exigido remar a contracorriente desde el principio —remontadas ante Rinky Hijikata y el italiano— y pese a la velada tonificadora del sábado contra el francés Richard Gasquet, no consigue encontrar apenas respiro. No hay calma, pero de repente cae un regalo. Con 5-4 en el segundo, Tiafoe sortea primero el break con un ace, pero acto seguido se deshace merced a una doble falta.

“¡Cafééééé! ¡Cafééééé!”

“¡Ya estás mejor!”, le anima al español uno de sus técnicos, Marc López. El tono mejora, pero la historia continúa siendo un tú a tú en toda regla, porque pese al desliz al cierre de esa manga, el rival no se arruga lo más mínimo. Tiafoe se lo cree. Lo dice su cara, abundan sus gestos e incide su propuesta: ni un paso atrás. Ni rastro de aquella ciclotimia que enturbiaba su proyección. Apuntaba muy alto, se estancó en una tierra de nadie e intenta ahora recuperar crédito. El embate contra Nadal es un buen argumento. Al séptimo juego, otra vez, otra estocada. Cierra con un revés paralelo al ángulo y vuelve a poner por delante otro puerto de primera categoría. No va a perder él. Hay que ganarle.

El español se retira de nuevo al vestuario. Ya lo ha hecho tras conceder el primer set, pausa de ocho minutos, pero ahora vuelve sin el vendaje en las muñecas que había solicitado antes. Al regreso se encuentra con un jugador hambriento que arremete otra vez a la que puede y que le obliga a apagar el fuego en el primer juego del cuarto parcial. Va con todo Tiafoe, lo acorrala. No era un farol. El juez ordena el cierre del techo porque el día está acompañado de lluvias intermitentes y desde el box Nadal escucha un par de gritos. Primero Carlos Moyà: “¡Cafééééé!”. Y repite su padre Sebastià: “¡Cafééééé!”.

Hay un estímulo y Nadal contragolpea, arañando un break que le sabe a gloria (3-1) pero que queda reducido a un mero trampantojo (3-4). Tiafoe suelta un par de exabruptos y vuelve a la carga. Repele y remata. Así se acaba este complicado trazado del balear en este US Open, que comenzó a trompicones y finaliza de la misma forma. Estaba, pero no estaba Nadal.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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