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Alcaraz desafina ante Ruud en su estreno en la Copa de Maestros

Al igual que hace un año, el español cae en el primer compromiso de la fase de grupos de Turín (6-1 y 7-5, en 1h 25m) y queda en una situación de emergencia

Carlos Alcaraz, cabizbajo durante el partido de este lunes contra Ruud en Turín.
Carlos Alcaraz, cabizbajo durante el partido de este lunes contra Ruud en Turín.Marco Alpozzi/LaPresse (LAPRESSE)
Alejandro Ciriza

Abandona la pista Carlos Alcaraz con cara larga, gesto torcido en este lunes turinés y consciente de que la derrota frente a Casper Ruud en el primer compromiso de la fase de grupos le mete en un lío. De nuevo, como hace un año, tropezón para empezar: 6-1 y 7-5, en 1h 25m. Es decir, toca otra vez remar a contracorriente y sortear sí o sí dos fuegos, los que le aguardan a la vuelta de la esquina: el miércoles Andrey Rublev y el viernes Zverev, superior en el pulso con el ruso (doble 6-4). El caso es que el de El Palmar arranca otra vez el Masters trastabillado y vencido, sin chispa, punch ni desborde ante un adversario que había perdido ocho de los 10 duelos que había disputado desde el US Open, septiembre, y que encadenaba eliminaciones en las primeras rondas de Basilea, Bercy y Metz en dirección a esta reunión maestra. Sorpresa de entrada, pues, y terreno que recuperar para él bajo la luz de alarma, ya activada.

Son las dos de la tarde y en el Inalpi Arena suena el tecno a todo trapo y no hay rayo alguno de luz natural en el interior. Todo transcurre bajo una estética futurista de neones azulados y efectos lumínicos acompañados por el buen hacer del dj, que mezcla con acierto desde la peana del fondo antes de que los dos tenistas salten a la pista. Lo hace Alcaraz, constipado, ya sin los cascos que portaba instantes antes en la galería subterránea del recinto, donde se aplicaba en el calentamiento y meneaba las caderas. Necesita de buena onda y aprendizaje el murciano para inspirarse en un terreno que todavía le resulta esquivo y donde la representación española masculina solo ha celebrado el doble fogonazo de Manuel Orantes (1976, Houston) y Álex Corretja (1998, Hannover). El techo, todo un desafío.

El promedio de Alcaraz en este contexto no llega a alcanzar el 60% y las circunstancias no ayudan, por más que el murciano tenga entre ceja y ceja el empeño de convertirse en maestro: escaso margen de preparación y de amoldamiento, amén de la erosión que todos acumulan por un calendario sin pies ni cabeza, más allá del acierto de unos y otros en la elección del rumbo a seguir entre la dinámica oficial y la supletoria ahora de las exhibiciones millonarias. Así que todos sufren y van con lo justo pese a que, esta vez, el español diga haber aterrizado con un punto más de frescura física y anímica. Podía ser así, hasta que pocos días antes de llegar a Turín —contará después a los periodistas— le alcanzó una indisposición que perdura. Retumba con fuerza James Brown: “So good, I got you!”. Sin embargo, el número tres resopla, renquea y concede el primer parcial, flojísimo al servicio: tres puntos ha retenido con los primeros, otros tres con los segundos. Falla también el gatillo.

Sin desmerecer el acierto de Ruud en la devolución, la escasez se ajusta más bien a la mirilla desviada del español. No está a gusto Alcaraz y encuentra enfrente además a un rival que por muy terrícola que sea y por mucho que suela vestir de cordero, no le hace ascos a esta pista. Un misterio, pero así es. Semifinalista en 2021 y finalista en 2022, el noruego propone su corrección característica y espera con temple, olfateando las dudas que se esparcen al otro lado de la red. “¡Corasón, Carlitos, corasón!”, profiere un aficionado latino desde la tribuna. Y ahí que lo intenta él, tratando de recuperar la desventaja con cinco intentonas de compensar el break que terminan yéndose por el desagüe. No hay manera. No termina de estar. Se quita a veces la bola de encima, en vez de atacarla como acostumbra. Cuando no atina él, se topa con una respuesta certera. Silencio constante en su banquillo, sinónimo de mala señal.

Ruud, en una devolución.
Ruud, en una devolución.Guglielmo Mangiapane (REUTERS)

Parapetado en el fondo, sin asomarse apenas a la red, tampoco encuentra remedio en las dejadas —cuatro fallos en otros tantos muñecazos— y no termina de verlo claro, aunque mantiene la paciencia a la espera de que en un momento u otro puedan venir a visitarle las musas o de que a Ruud le dé por titubear o dar un paso atrás. Hasta ahí, 6-1 y set arriba, todo bien por parte del escandinavo, pero luego paga la fase amarrategi: los miedos, tan comunes. La contención le penaliza y Alcaraz gana un punto de agresividad, en realidad pasajera. Enseguida decae. Con la vuelta a la línea, más réditos para Ruud, apoyado sobre esa regularidad y la apuesta que en situaciones como esta suele funcionar; frente a la inestabilidad y el desafine del otro, bolas dentro. Simple, pero efectivo. Devuelve la rotura y firma una última que acaba premiándole. Brinca su banquillo al completo cuando rubrica el ace sentenciador.

Así se lleva la victoria que complica a su rival, al que le duele la barriga, con urgencias en el despegue de hace un año y ahora otra vez; más si cabe, porque entonces cedió en tres sets y en esta ocasión ha sido en dos, y bajo este formato todos los números del casillero cuentan y con las sensaciones agrias percibidas en este punto de partida tan sinuoso y de desenlace tan inesperado, el horizonte inmediato no tiene el mejor color. Sin ambages. Volantazo radical o nada. El adiós. Eso sí, hay consuelo porque el escenario es reparable. Lo consiguió en 2023, después de caer al inicio ante Zverev y de enmendarse contra Rublev y Medvedev, posteriormente. Entonces, una señora reacción en medio de las llamas: el techo maestro, tan difícil y tan complejo. Casi maldito. Bien lo sabe Alcaraz. Y tantos otros...

SINNER, PRIMER CIERRE COMO NÚMERO UNO

A. C. | Turín

Antes de que Zverev exhibiera su servicio ante Rublev, la ATP reconoció a Jannik Sinner como número uno al cierre de este ejercicio. El italiano, de 23 años, recibió el trofeo y el elogio de Boris Becker, presente en el acto.  “Será el hombre a batir durante mucho tiempo”, le dedicó el alemán.

El tenista de San Cándido suma este curso 66 triunfos, uno menos que Zverev. Este último también se rindió a la regularidad del líder actual del circuito. “Ha ganado dos Grand Slams [Australia y el US Open] y más Masters 1000 [Miami, Cincinnati y Shanghái] que ningún otro”, quiso recordar.

Es la primera vez que Sinner terminará el año en lo más alto y manda desde el 10 de junio, 23 semanas de forma ininterrumpida. Solo ha perdido seis partidos y dispone de una renta de más de 3.000 sobre su inmediato perseguidor, Zverev, que a su vez aventaja en 705 puntos a Alcaraz.

Cabe recordar que Sinner dio positivo por clostebol, un esteroide anabólico prohibido, durante la disputa de Indian Wells en marzo. La comisión investigadora de la Federación Internacional de Tenis (ITF) le consideró inocente, pero la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) recurrió la absolución y ahora espera veredicto.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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