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Latinoamérica y el lejano sueño de construir otro campeón en el tenis

La presencia aislada de Schwartzman en el Masters de 2020 es el último vestigio de una representación que ha ido perdiendo jerarquía desde el declive de Del Potro

David Nalbandian
Nalbandian posa con el trofeo de campeón de la Copa de Maestros de 2005, en Shanghái.ALY SONG (REUTERS)
Alejandro Ciriza

Desde Argentina, en palabras para el diario La Nación, se abre dolorosamente Juan Martín del Potro, el gigante que logró meter el miedo en el cuerpo a los tres gigantes en la era de la absoluta tiranía. “Sigo en el proceso de entender cómo es la vida sin el tenis, porque me cuesta, es la verdad. Hoy me sigue costando”, admite el argentino, torturado por las lesiones: muñecas vuelta al aire y rótula hecha trizas, quirófanos y más y más doctores; un sinfín de avatares que terminaron consumiendo a un tenista que llegó lejos pero que, de no haber sido tan castigado por la inclemencia física, podría perfectamente haberse ganado un espacio de mayor privilegio en la historia de su deporte. Alcanzó el tercer puesto del ranking, conquistó la Davis, dos medallas olímpicas (bronce en 2012 y plata en 2016) y se marchó con un grande entre las manos, el US Open de 2009; precisamente, el último gran título logrado por un jugador latinoamericano.

A partir de su declive, de los diez años posteriores de amagos y de sufrimiento del gigantón, retirado en 2022 porque su cuerpo le dijo basta, una suerte de páramo. Produce América Latina, pero la posibilidad de que dé con otro campeón se antoja lejana hoy día. No falta presencia entre los cien mejores —seis argentinos, dos chilenos y un brasileño—, pero Del Potro llegó hasta donde pudo y el éxito se recuerda cada vez de forma más pretérita. Desfiló por última vez en la reunión maestra en la edición de 2013, frenado por Roger Federer y Novak Djokovic en la fase de grupos, y a partir de ahí, solo un chispazo aislado, el de Diego Schwartzman en 2020. Tampoco superó el bonaerense el corte inicial y ahora domina con puño de hierro Europa, pese a que este año se hayan filtrado en la foto un par de excepciones, las del estadounidense Taylor Fritz y el australiano Alex de Miñaur. De Sudamérica no hay rastro.

Añora el aficionado los viejos tiempos, ni que hablar de Guillermo Vilas, vencedor del Masters en el 74, Melbourne, y en los lugares de mayor lustre: dos veces triunfó en el major de Australia (1978 y 1979), una en Roland Garros (1977) y otra en Nueva York (1977). Vinieron luego el relámpago del ecuatoriano Andrés Goméz y los Ríos, Gaudio o Coria, y por supuesto la huella del brasileiro Guga Kuerten, quien tocó la cima, se adueñó de la arena hasta que aterrizó un marciano de nombre Rafael y se coronó también como maestro; sucedió en Lisboa, 2000, prevaleciendo sobre el mismísimo Andre Agassi. Después, antes de la ascensión de Del Potro, recogió el testigo un formidable competidor como David Nalbandian, el último maestro latinoamericano, en 2005, Shanghái.

Del Potro, en la presentación de la Copa de Maestros de 2008 en Shanghái.
Del Potro, en la presentación de la Copa de Maestros de 2008 en Shanghái.DIEGO AZUBEL (EFE)

“Sorprendí a todo el mundo”, expresó entonces, después de tumbar a Federer por 6-7(4), 6-7 (11), 6-2, 6-1 y 7-6 (3), tras cuatro horas y 33 minutos. Tenía 23 años y quebró una secuencia de 35 victorias consecutivas del legendario suizo, cuyos esquemas saltaron por los aires. Tres años antes, el argentino había perdido la final de Wimbledon ante Lleyton Hewitt. “Lo que ahora quisiera es que la temporada no concluyera. Tengo ganas de jugar más torneos. Mi moral está por los aires”, transmitía entonces el ganador, superior en la fase de grupos a Ivan Ljubicic y Guillermo Coria, y también a Nikolai Davydenko en las semifinales. Nalbandian se retiró en 2013, consciente de que su tiempo se había acabado con Federer, Djokovic y Nadal sobre el tapete, y luego le dio por pilotar en ralis. A partir de él, un sueño truncado, el de Del Potro, y el fogonazo de Schwartzman.

“Yo quería ser número uno. Y sentía que podía serlo. Pero me rompí la rodilla. Me quedó siempre esa… esa espinita de que bueno, no sé, por algo pasó lo que pasó y fue un aprendizaje. Pero, después, cumplí por demás las expectativas que tenía con el tenis y para mí fue un honor haber hecho mi carrera al lado de Novak, de Rafa, de Roger, de Wawrinka, de Murray, de Ferrer. Me voy a dormir tranquilo diciendo: ‘Ya estoy, ¿qué más le puedo pedir al tenis?”, contesta el de Tandil a La Nación, mientras la opción de tocar de nuevo la gloria se contempla como más y más difícil porque no hay proyecto de figura alguno en ciernes. Sin él en escena, la última esperanza real, se proyecta un paisaje limitado para un tenis que observa con resignación el presente y revive con tanto gusto como añoranza el pasado.

ADIÓS AL REVÉS A UNA MANO

A. C. | Turín

En consonancia con la tendencia de los últimos años, la presente edición del Masters ofrece un dato revelador: por primera vez desde los ochenta, no hay ningún competidor que emplee el revés a una mano. 

La media de edad de los ocho últimos clasificados es de 25,3, prácticamente calcada a la de hace un año (25,2), y figuran solo dos tenistas maestros, Zverev (2018 y 2021) y Medvedev (2020).

La jornada de apertura ofrece los siguientes duelos: Medvedev-Fritz (no antes de las 14.00, Movistar+) y Sinner-De Miñaur (no antes de las 20.30). También se estrenará el catalán Marcel Granollers en el dobles, junto a Horacio Zeballos.

Él y el argentino se enfrentan (no antes de las 18.00) a Harri Heliövaara y Henry Patten. Es la novena presencia del español en la Copa de Maestros y triunfó en 2012, con Marc López.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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