Nalbandián, el nuevo 'maestro'
El argentino cierra la racha victoriosa de 24 finales consecutivas del suizo Federer y le bate en cinco mangas en Shanghai
No es normal que Roger Federer pierda un partido. Y menos cuando lo ha estado ganando por dos mangas a cero. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hoy ocurrió en el Qi Zhong Stadium de Shanghai, ante 15.000 espectadores. El número uno del mundo ganó los dos primeros desempates en la final de la Copa Masters. Pero luego, acabó sucumbiendo frente a la embestida de un David Nalbandián que no sólo se mostró más sólido que nunca de cabeza, sino que desplegó un nivel de juego que nunca antes se le había visto.
A sus 23 años, Nalbandián logró, por fin, inscribir su nombre en el palmarés de un gran torneo. No fue un Grand Slam, como había soñado, pero fue el Masters, el campeonato más selectivo, el que reúne cada final de año a los ocho mejores jugadores del mundo. Ganó a Federer por 6-7 (4-7), 6-7 (11-13), 6-2, 6-1 y 7-6 (7-3), tras cuatro horas y 33 minutos. Y, por primera vez, pudo demostrar con toda nitidez la calidad tenística que había estado apuntando desde que fue uno de los mejores júniores del mundo entre 1998 y 1999.
"Sorprendí a todo el mundo", confesó el argentino, que rompió una racha de 35 victorias consecutivas del tenista suizo, cuya última derrota fue ante Rafa Nadal en las semifinales de Roland Garros, el pasado junio. "Federer casi nunca pierde. Me parece increíble haberle ganado tras ir dos mangas abajo, en una final tan importante como la del Masters".
La derrota dejó a Federer a las puertas de varios récords. No pudo unir su nombre a los de Ilie Nastase e Iván Lendl como triple campeón del Masters, y se quedó también a las puertas de igualar a McEnroe en su marca final de 82 victorias y tres derrotas en un año, establecida en 1984. Federer concluyó con 81 victorias y cuatro derrotas. "Sin embargo, fue un buen año para mí", afirmó Federer, que sigue siendo el número uno del mundo y que esta temporada ganó 11 torneos, entre ellos su tercer Wimbledon y su segundo Open de EE UU consecutivos. "Desafortunadamente, no logré imponerme en el último. Pero Nalbandián fue el mejor. Jugó con más consistencia que yo en las tres últimas mangas. Mereció la victoria".
A pesar del doble 6-0 con que cerró su partido de semifinales ante el argentino Gaston Gaudio, Federer no logró nunca sacar lo mejor de su juego en todo el torneo, según sus propias confesiones. "Nunca estuve al 100% en Shanghai", confesó hoy. El suizo llegó al Masters recién recuperado de una lesión de ligamentos en el tobillo derecho que se produjo en un entrenamiento, tras ganar el título en el torneo de Bangkok.
No pareció que eso le afectara en la primera parte de la final del Masters. Pero cuando Nalbandián consiguió arrebatarle la tercera manga, Federer solicitó asistencia médica porque sentía molestias en el muslo derecho. La cuarta manga supuso la confirmación de las posibilidades de Nalbandián. La cerró con un contundente 6-1. Y en la quinta, se marchó con 4-0 en lo que parecía un paso definitivo hacia su victoria final.
Sin embargo, acabar con Federer requiere siempre un esfuerzo suplementario. El suizo no sólo remontó hasta igualar la manga, sino que, con una rotura en el undécimo, se colocó con 6-5 y servicio. Dispuso incluso de 30-0 en el juego que debía ser el definitivo. Pero entonces, Nalbandián se sacó un revés centelleante, que cayó sobre la misma línea, forzó el desempate y se colocó con 2-0 en aquel juego decisivo. El partido concluyó cuando Federer estrelló un revés en la red.
"Lo que ahora quisiera es que la temporada no concluyera", confesó Nalbandián. "Tengo ganas de jugar más torneos. Mi moral está por los aires". Habitualmente antipático y mal comunicador, el argentino pareció liberarse ayer de todos sus fantasmas. Desde que ganó el torneo júnior de Estados Unidos a Federer en la final en 1998, y luego perdió contra su compatriota Guillermo Coria en la de Roland Garros y fue eliminado por incomparecencia en las semifinales de Wimbledon de 1999, sabía que tenía una cuenta pendiente con el tenis. No la saldó en 2002, cuando alcanzó la final de Wimbledon, que perdió con Lleyton Hewitt. Hoy, sí. Ganó al número uno del mundo y lo hizo en el último partido del Masters. Se embolsó 1,2 millones de euros. Pero a él, esta vez, sólo le importaba la gloria.
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