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TENIS | SE DESPIDE UNA LEYENDA
Columna
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Te admiro, Rafael

Todo lo que ha ocurrido entre el principio y el final de este viaje es la manifestación de un sueño casi perfecto. Por encima de todo quiero expresarte un inmenso agradecimiento

Toni y Rafa Nadal se abrazaban tras el triunfo en el Roland Garros de 2017.
Toni y Rafa Nadal se abrazaban tras el triunfo en el Roland Garros de 2017.Adam Pretty (Getty Images)
Toni Nadal

Ha llegado el irremediable momento que uno desearía que no llegara nunca. Finalmente, este pasado jueves a las once de la mañana, Rafael publicó un vídeo en el que comunicaba su decisión de dejar la competición y, por tanto, poner fin a su trayectoria profesional en el mundo del tenis. Informó, además, de que el marco elegido para despedirse de su larga carrera sería la eliminatoria final de la Copa Davis que se celebrará este próximo mes de noviembre en Málaga.

Durante meses él fue retrasando esta decisión, aun sabiendo que debía tomarla más pronto que tarde, porque no le resultaba nada fácil dar por concluida una etapa tan importante de su vida y dejar de hacer aquello que ha venido haciendo con éxito desde muy temprana edad, desde que tuvo uso de razón. En su caso, además, se ha dado otra circunstancia particular que lo ha llevado a prolongar su despedida.

Rafael aprendió a convivir durante muchos años con el dolor, logró dominarlo en muchas ocasiones y vio cómo, a pesar de las dudas e incertidumbres, a veces salía no solo victorioso, sino además fortalecido. Esa fue una de las razones que le hizo aplazar una y otra vez su meditada decisión. De todos es conocido que él está acostumbrado a apurar su lucha hasta el final, tal y como lo hizo en muchos partidos cuando la situación le era claramente adversa y le costaba lo indecible dar su brazo a torcer. En estos dos últimos años, simplemente ha seguido con su tónica de siempre, la de darse todas las oportunidades, más por fe que por razonamiento y, finalmente, solo ha accedido a aceptar la evidente realidad cuando ha tenido la indiscutible constatación de que su cuerpo no da para más.

Hoy puedo afirmar con rotundidad que Rafael ha cumplido con lo que me prometió hace unos años en una conversación que mantuvimos en un apartado de un club. Le conté que un conocido extenista me había confesado la insatisfacción que le producía su carrera tenística. Con notable sinceridad se había lamentado, no por no haber logrado más títulos, sino por su falta de perseverancia. Por temor propio, insté a mi sobrino a que no cayera en ese error y, con más ahínco del que yo me esperaba, Rafael me contestó: “Tranquilo, Toni. Cuando me vaya de aquí será con la tranquilidad de haberlo intentado todo”.

Toni y Rafa, en 2013 durante un entrenamiento en Viña del Mar (Chile).
Toni y Rafa, en 2013 durante un entrenamiento en Viña del Mar (Chile).Eliseo Fernández (REUTERS)

Ahora, pasados unos días, cuando se me encomienda la imposible tarea de volcar en este escrito mis sentimientos en su despedida, se me ha llenado la mente de nostálgicas imágenes, de recuerdos, de momentos vividos y compartidos al lado de Rafael.

Lo que ha significado para mí lo ocurrido desde sus inicios en el tenis, cuando yo lo observaba con su raqueta enfundada, merodeando por el Club de Tenis de Manacor esperando inquieto su turno para entrar en la pista y entrenar conmigo, hasta sus últimos raquetazos, esos que observé con cierta preocupación al ver que ni sus golpes ni sus piernas respondían ya con la misma frescura y fuerza de antaño, ciertamente, no lo sé expresar con palabras. Todo lo que ha ocurrido entre esos lejanos años y el presente punto final, desde sus primeras victorias en los torneos alevines e infantiles que nos hicieron presagiar lo que más adelante sucedería hasta sus últimos grandes triunfos en Melbourne o París, es la manifestación de un sueño casi perfecto.

Fueron años intensos en los que, junto a él, tuve la oportunidad de vivir grandes momentos: su primera final de Copa Davis en Sevilla como debutante algo inesperado, su primer Roland Garros en 2005 o su victoria en Wimbledon en 2008, en una aclamada final contra Roger Federer que ha sido considerada como la mejor de la historia. Pero también, el diagnóstico de su lesión congénita en 2005, una espada de Damocles que lo obligó a convivir con el dolor y la incertidumbre. Unos compañeros de viaje que le ayudaron a forjar más fuertemente su carácter y que le han acarreado gran sufrimiento, si bien sólo en muy puntuales ocasiones han sido motivo de decaimiento o queja. En nuestro caso, hubiera sido gran desagradecimiento caer en lo uno o en lo otro. En momentos complicados, yo solía repetirle una frase que ya he escrito aquí: “Rafael, la vida nos ha tratado mejor de lo que esperábamos y mucho mejor de lo que merecíamos”.

La carrera de Rafael ha sido muy exitosa, excediendo ampliamente mis expectativas por mucho que siempre haya tenido una fe inquebrantable en él. Y este éxito, su increíble palmarés, lo ha llevado a contar con la amplia admiración y valioso apoyo de los aficionados. Pero, sin duda, lo que le ha hecho ser merecedor de un respeto y reconocimiento tan extendidos también fuera de las gradas, no ha sido exclusivamente el número de títulos conseguidos, sino haberlos fundamentado sobre una estricta escala de valores y su capacidad de mantenerlos durante toda su trayectoria: su corrección, su comportamiento ejemplar tanto en las victorias como en las derrotas, la pasión con la que ha afrontado cada uno de sus partidos, el compromiso que ha mantenido siempre con el deporte mismo y con todo lo que lo rodea, la aceptación de la adversidad y su forma de sobreponerse a ella y, por encima de todo, el respeto que siempre ha sabido mostrar por cada uno de sus rivales, independientemente de su entidad y a pesar de que alguno de ellos le infligió algunas de las derrotas más dolorosas de su carrera.

Toni y Rafael, durante un torneo de golf en Shanghái en 2006.
Toni y Rafael, durante un torneo de golf en Shanghái en 2006.KIN CHEUNG (AP)

Hay deportistas que por sus grandes capacidades han logrado ser referentes en su disciplina; otros cuantos que han conseguido engrandecer e incluso trascender su propio deporte; y solo unos pocos, que por su actitud y forma de proceder han trascendido el mero ámbito deportivo y se han convertido en referentes para la sociedad. Creo, sin miedo a equivocarme y aceptando abiertamente las críticas que puede acarrearme afirmar esto siendo yo su tío, que mi sobrino, al igual que su máximo rival durante muchos años, Roger Federer, entra dentro de esta última categoría.

A partir de noviembre, los trofeos que reposan en las vitrinas del museo de su Academia en Manacor, paulatinamente irán perdiendo brillo y esplendor, pero no me cabe duda de que Rafael siempre disfrutará y valorará enormemente su más preciada recompensa: el inmenso cariño y aprecio de la gente de nuestro país y de muchos lugares del mundo.

A mí sólo me queda despedirle con la admiración que siempre ha despertado en mí por su forma rayana en lo heroico de luchar, por cómo ha encarado siempre las adversidades y los retos, y por gestionar con igual normalidad las victorias y las derrotas. Y deseo, por encima de todo, expresarle un inmenso agradecimiento por haberme permitido acompañarle en una etapa de su vida que me hizo profundamente feliz.

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