Inversión, mucha inversión y una obsesión llamada Andy Roddick
El tenis estadounidense encuentra luz en la progresión de Fritz y Tiafoe en Nueva York, confiado en acabar con una sequía masculina que arrastra desde 2003
La obsesión se traduce en cifras, en fechas, en millones. Y detrás tiene un nombre: Andy Roddick. Son ya 5.544 días los que han transcurrido desde que un tenista estadounidense, el ya mencionado, disputase por última vez la final masculina de un gran torneo; son todavía más, 6.569, los que han pasado desde que el mismo protagonista alcanzara la final de Nueva York, batido entonces (2006) por el suizo Roger Federer, verdugo también en Wimbledon 2009. Y aún hay que rebobinar más, 7.668 días, para dar con el ya viejo éxito de 2003, cuando el mazo de Nebraska prevaleció sobre el valenciano Juan Carlos Ferrero en el desenlace de Flushing Meadows. Mucho tiempo, sin duda. Demasiado. De ahí la emoción actual, el burbujeo al ver que, por fin, Estados Unidos contará con una baza en la final de esta edición, Taylor Fritz o Frances Tiafoe, superiores en los cuartos a Alexander Zverev y Grigor Dimitrov, respectivamente, y citados ahora en las semifinales.
Hoy, Roddick es comentarista de la televisión estadounidense, muy activo en las redes sociales y autor semanal de un podcast muy entretenido (Served with Andy, Servido con Andy) que siguen numerosos profesionales del circuito o extenistas como David Ferrer, por ejemplo. Pero Roddick es, por encima de todo, el gran anhelo de una generación que prometía mucho y a la que se la ha resistido la gloria de manera sistemática. “En el vestuario no hablamos de ello [el triunfo de 2003], pero todos queremos ser el que ponga fin a esa racha”, desliza Fritz, consciente de que él y Tiafoe tienen ahora mismo encima a una nación que se tira de los pelos porque pese a la inversión, millonaria desde hace dos décadas, no da con la llave del éxito en el terreno masculino; sí en el femenino, donde desde esa misma fecha, en ese intervalo de 21 años, se ha visto triunfar a las hermanas Williams, Sloane Stephens, Sophia Kenin y Coco Gauff.
Rema y rema la poderosa federación estadounidense (USTA), intentando recuperar aquellos tiempos luminosos en los que lucían los Connors, McEnroe, Courier, Agassi, Sampras o el mismo Roddick, pero no termina de dar con la tecla. Todo ha quedado hasta ahora en amagos y la que se presumía como una camada exitosa ha quedado hasta ahora como una decepción. Ninguno ha dado el salto. El más cercano, precisamente, ha sido el propio Tiafoe, obstruido por la barrera de las semifinales hace dos años, también en Nueva York. Buenas formas y una reforzada clase media, pero ninguno ha derivado en una figura capaz de recoger el testigo y reflejar el empeño de una superpotencia tenística que internacionalmente siempre ha figurado en primera línea y que ha dominado tanto la Copa Davis —32 títulos, cuatro más que Australia— como la antigua Federación, hoy Billie Jean King Cup (18, siete más que la República Checa).
Según refleja hoy día el listado mundial, el país norteamericano ha conseguido armar una sólida estructura de jugadores de edad intermedia con presencia en la zona noble del circuito. En concreto, cinco de ellos figuran entre los 20 más fuertes —Fritz (12º), Ben Shelton (13º), Tommy Paul (14º), Sebastian Korda (16º) y Tiafoe (20º)—. Sin embargo, no solo no han dejado huella en los majors, sino que tampoco han logrado hacerlo en paisajes de segunda categoría como los Masters 1000; el trofeo de Indian Wells logrado por Fritz en 2021 es la única muesca significativa. No falta volumen —ocho representantes en el top-50 y nueve en el top-100, por dos y seis de España, por ejemplo—, pero sí musculatura de verdad. Pese a que el nivel de algunos de ellos sea elevado, han adolecido de pegada y el proyecto de Shelton (21 años) aporta la perspectiva más ilusionante, pero contenido; el joven está, hoy por hoy, a un mundo de fenómenos ya probados como Jannik Sinner o Carlos Alcaraz.
Plan nacional
“La calidad de nuestro tenis está aumentado al cien por cien”, indicaba estos días Shelton, un tenista que despide servicios a 240 km/h y procede del fútbol americano. “Hemos tenido a muchos chicos ahí arriba que ahora están reencontrando su mejor forma. Cuando me convertí en el número uno de nuestro país, duré cuatro minutos y medio en esa posición porque Fritz se puso caliente… Creo que cuanto más nos presionemos los unos a los otros, más iremos en la dirección correcta. Todo el mundo quiere que ganemos ese Grand Slam o ser la próxima gran estrella, pero creo que la mejora gradual y progresiva es lo que va a situarnos a los estadounidenses en la cima”, prolonga el cañonero, derrotado por Tiafoe en la tercera ronda.
“Es solo cuestión de tiempo”, transmite este último, convencido de que el programa diseñado por el estamento tenístico de su país (USTA) surtirá efecto tarde o temprano. Para ello, los dirigentes han edificado una sólida base articulada en torno al ambicioso programa universitario y la potenciación de las academias. Cuestión nacional, incluso; de salud. El plan expansivo (35 by ‘35) ha incrementado la cifra de personas que practican el tenis, según precisa la USTA, en un 33% durante los cuatro últimos años. Se aspira a la formación de hasta 80.000 entrenadores de alto nivel y a la instalación global de 350.000 pistas reglamentarias. El objetivo final es, recalca el organismo, que para 2035 hayan cogido la raqueta 35 millones de potenciales jugadores, lo que representaría un 10% de la población total del país. Todo y más para dar con otro icono y acabar con la sequía masculina, además de intentar producir más Serenas. EE UU, fábrica histórica de campeones.
Lejos queda ya la inscripción de 2003 y también la referencia del 5 de julio de 2009, fecha en la que Roddick fue rendido por Federer en cinco sets sobre la hierba. El norteamericano, sacador de manual, con una bazuca por brazo, llegó a alcanzar la cima (13 semanas) y asomar como el siguiente gran proyecto, pero finalmente sería devorado por la irrupción celestial del suizo, superior a él en cuatro grandes finales; tres en Wimbledon (2004, 2005 y esa de hace 15 años) y otra en Nueva York (2006). A partir de ahí, la nada. Intentos y más intentos estériles por ahora.
DRAPER, ESPERANZA PARA EL REINO UNIDO
Retirado ya Andy Murray, con tres grandes y el número uno a las espaldas el escocés, la gran esperanza de Reino Unido ahora apunta a Jack Draper, un joven de Sutton, 22 años, zurdo, 25º de la ATP y que ahora se hace notar en el US Open. Su triunfo contra Alex de Miñaur (6-3, 7-5 y 6-2) le catapulta a las semifinales, en las que se encontrará con Jannik Sinner.
El último británico que logró avanzar hasta la penúltima ronda de un grande fue Kyle Edmund, semifinalista en 2018 en Australia; después, sin embargo, fue presa de las lesiones y pasó dos veces por el quirófano para intentar reparar la rodilla derecha. Los contratiempos físicos le han apartado de la élite y ahora es Draper el que luce. Hasta ahora, su recorrido más largo eran los octavos del curso pasado en Nueva York.
Llega con fuerza, habiendo ganado los 15 sets que ha disputado esta edición. No se registraba una trayectoria así hacia la penúltima ronda desde que la firmara Medvedev en 2020. El último tenista británico que había desembarcado en dicha ronda de Flushing Meadows fue Murray (2012), entonces campeón.
Por otra parte, la checa Karolina Muchova se impuso a Beatriz Haddad Maia por 6-1 y 6-4, y chocará con Jessica Pegula en su quinta experiencia en unas semifinales de un grande, la segunda en el torneo que alberga Queens.
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