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El gran gigante estadounidense se despereza

El tenis masculino de EE UU se reanima con una prometedora hornada que reluce en Melbourne: tres representantes acceden a los cuartos y 10 copan el ‘top-50′

Ben Shelton golpea de revés durante el partido contra J.J. Wolf en la pista John Cain de Melbourne Park.
Ben Shelton golpea de revés durante el partido contra J.J. Wolf en la pista John Cain de Melbourne Park.Ng Han Guan (AP)
Alejandro Ciriza

Los teclados resuenan con fuerza en la primera fila de la sala de prensa de Melbourne Park, donde los enviados especiales estadounidenses trabajan a destajo. Su país es noticia en esto del tenis, ahora que tres de sus representantes masculinos disputarán los cuartos de final del Open de Australia –por primera vez desde que lo hicieran Pete Sampras, Andre Agassi y Chris Woodruf en el año 2000– y que el próximo lunes, 10 de los 50 jugadores del ranking de la ATP portarán la bandera de las barras y las estrellas. Es decir, el gran gigante se despereza, así que el peregrinaje hacia ese primer bloque de boxes es de obligado cumplimiento porque allí idea el oráculo; esto es, Christopher Clarey, la eminencia periodística que escribe en The New York Times y ha cubierto más de 100 grandes, conocedor de todos los rincones del circuito. Recibe a su manera: piernas elegantemente cruzadas y ladeado frente al ordenador, impasible, gafas ligeramente bajadas y cabeza agachada para mejorar el campo de visión durante la explicación.

El ojo clínico de Clarey diagnostica que lo que sucede tiene fundamento y que el despertar de los Estados Unidos –en un grande, la triple presencia en los cuartos no se daba desde 2005; entonces Agassi, James Blake y Robby Ginepri en el US Open– se articula sobre tres patas.

La primera responde a la sustanciosa mejora de “la colaboración entre la Federación Estadounidense de Tenis (USTA) y la red de universidades”, cantera histórica indispensable que empezó a producir en los años cincuenta; la segunda procede de la anterior, y el periodista subraya “la importancia de Patrick McEnroe (hermano de John) en la dirección del programa de Desarrollo de los Jugadores (entre 2008 y 2014) y el español José Higueras (al servicio de la federación desde 1989) en la materialización de ese plan formativo” para captar y potenciar el talento; la tercera, ya independiente, se sustenta en “la herencia familiar” y la correa de transmisión que va de padres y madres a hijos, caso de, por ejemplo, Ben Shelton (descendiente de Bryan, octavofinalista de Wimbledon, 55º del mundo), Brandon Holt (hijo de Trace Austin, número uno y doble campeona en Nueva York) o Sebastian Korda (sucesor de Petr, coronado en el Open de Australia de 1998).

Korda celebra un punto durante el partido contra Hurkacz.
Korda celebra un punto durante el partido contra Hurkacz.SANDRA SANDERS (REUTERS)

El primero de estos últimos se llevó este lunes por delante a su compatriota JJ Wolf, otro fruto de la factoría universitaria, y a sus 20 años y con solo 12 partidos en la élite se ha asegurado ya colarse entre los 50 más fuertes, cuando hace un año era el 569º; es zurdo, juega con personalidad y maneja una carrocería de 1,93 de estatura y casi 90 kilos.

“Es la primera vez que compito fuera de mi país, y el haber venido sin expectativas ha contribuido a mi éxito”, argumenta. Shelton estudia Empresariales y Negocios en la Universidad de Florida, admira a Roger Federer y en 2022 ganó la NCAA, la liga universitaria de los Estados Unidos. En su segunda aparición en un major –cayó en la primera ronda de Nueva York, tras recibir una invitación– su nombre suena con fuerza y en los cuartos se cruzará con Tommy Paul, que apeó a Roberto Bautista (6-2, 4-6, 6-2 y 7-5) y se ha moldeado en la Universidad de Georgia; tiene 25 años, es el 35º y también se hace notar estos días. Uno u otro igualará el registro de semifinales alcanzado en 2009 por Andy Roddick, quien hizo cima. El tercer cromo estadounidense en la siguiente ronda es el de Korda, citado la pasada madrugada con Karen Khachanov y que a sus 22 años (31º) tiene también una pinta estupenda.

En busca de un Alcaraz

Son hijos de la red de la USTA, entusiasmada al ver que la fórmula del tejido universitario funciona a pleno rendimiento y que acota también al territorio femenino. Ahí están Jessica Pegula (Pittsburgh), Danielle Collins (Virginia), Jennifer Brady (California), Sloane Stephens (Indiana), Sofia Kenin (Miami) o Allison Riske (Vanderbilt), además de otras jugadoras esculpidas por el sistema federativo como Coco Gauff, Madison Keys, Amanda Anisimova, Bernarda Pera o Claire Liu.

“Siempre hubo muy buenos jugadores procedentes de la universidad”, recuerda Clarey, que retrocede hacia Jimmy Connors (California), Brad Gilbert (Pepperdine) y John McEnroe (Stanford). “Pero en los noventa, Agassi y Pete Sampras se saltaron el programa y todo cambió. Después contrataron a Patrick McEnroe y pese a todas las críticas que recibió, porque se decía que cobraba demasiado, plantó la semilla del éxito actual”, prosigue el periodista; “se ha establecido un equilibrio muy bueno entre lo que aportan las universidades y aquellos que apuestan por los técnicos privados. Los jóvenes destacan y no hay que olvidarse de Taylor Fritz [campeón de Indian Wells], Frances Tiafoe o Mackenzie McDonald [verdugo este de Nadal en la segunda ronda]”.

Tommy Paul devuelve la pelota ante Bautista.
Tommy Paul devuelve la pelota ante Bautista.HANNAH MCKAY (REUTERS)

En los despachos de la USTA se celebra la consolidación de una base robusta en la zona noble del circuito. Al listado de jugadores citado anteriormente se añaden otros como Brandon Nakashima (21), Jenson Brooksby (22), Reilly Opelka (25) o Maxime Cressy (25), que refuerzan la buena salud del tenis estadounidense. Predomina la juventud o bien una edad intermedia, salvo una excepción. Es la del gigantón John Isner, que con su 2,08 de estatura y sus 37 años desempeña el rol del veterano tras 16 años en el circuito de la ATP.

No obstante, desde el laboratorio se trabaja con el objetivo de terminar con una sequía que remite a 2003, cuando Roddick conquistó el último título masculino en el US Open. Desde entonces, mucho experimento fallido y falsas ilusiones, porque al engranaje de la USTA le está costando crear a la nueva estrella que reactive de manera definitiva a la gran potencia. Lo afirma Clarey: “Lo que nos falta es un Alcaraz”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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