Las lecturas de Luis Enrique para el Mundial de Qatar (y la vida): un testimonio de Auschwitz y la sabiduría del estoicismo
El seleccionador español confesó que los autores que más lo habían influido eran los filósofos Marco Aurelio y Epicteto y el superviviente del Holocausto Viktor Frankl
El estoicismo es una filosofía que nació hace 2.300 años en un momento convulso para el mundo griego, cuando todas sus certezas se estaban desmoronando tras la muerte de Alejandro Magno, y fue muy popular durante el Imperio romano. Entre sus principales autores estuvieron un esclavo —Epicteto—, un emperador —Marco Aurelio— y un consejero del tirano Nerón y escritor universal —Séneca—. Este pensamiento para tiempos inciertos ha encontrado miles de seguidores en los últimos años, entre ellos el seleccionador español, Luis Enrique. El exentrenador del Barcelona confesó en una de sus retransmisiones de vídeo en directo las lecturas que más lo habían influido en su vida: los estoicos —concretamente los tres autores citados— y uno de los libros que han dejado una huella más profunda en el siglo XX: El hombre en busca de sentido, en el que el psiquiatra austriaco Viktor Frankl relata su supervivencia en los campos nazis.
Luis Enrique, que ha pasado por la horrible experiencia de perder a una hija de nueve años, ha elegido autores y libros que aparentemente no tienen nada que ver, aunque, en realidad, más allá de la distancia en el tiempo entre ellos, sirven para prepararse ante la adversidad. El ensayista Juan Arnau escribió un artículo en Babelia sobre los estoicos, titulado ‘Más Séneca y menos ansiolíticos’, que tuvo una enorme repercusión entre los lectores. El texto trataba de explicar el renovado interés editorial por un pensamiento que nunca ha dejado de estar de moda, pero que en los últimos años se multiplica en las mesas de novedades de las librerías precisamente porque siempre funciona en tiempos de crisis. El libro de Frankl, por otro lado, ha ayudado a millones de lectores a entender lo inexplicable —vivir y morir en un campo nazi—, pero también a percibir los límites de su propia vida y de su propio sufrimiento.
“Al estoicismo le preocupó, sobre todo, la instalación en la vida personal, en la sociedad, en el universo”, escribe el filósofo y académico de la lengua Emilio Lledó en el prólogo del monumental ensayo La Stoa. Historia de un movimiento espiritual, de Max Pohlenz, un volumen de 600 páginas reeditado recientemente por Taurus. “Una filosofía como el estoicismo sigue viviendo en cada historia presente”, prosigue Lledó sobre un libro que Pohlenz terminó en 1943, aunque solo se publicó después de la II Guerra Mundial.
El estoicismo no es una filosofía teórica, sino una forma de pensar aplicable a la vida. Una versión simplista de este pensamiento helenístico, fundado en el siglo III antes de nuestra era por Zenón de Citio y que debe su nombre al pórtico (stoa) bajo el que se reunían sus seguidores en Atenas, podría sugerir que los estoicos eran fatalistas, que se dejaban llevar por las circunstancias de la vida sin hacer nada. Pero no es así, el estoicismo consiste en aceptar lo que ya es inevitable, no en dejarse arrastrar sin luchar. Más bien todo lo contrario. No es tan distinta de las otras dos grandes filosofías helenísticas, los cínicos y los epicúreos, porque las tres se plantean la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza.
Aplicado al fútbol, se podría decir que lo que propone Luis Enrique a sus jugadores cuando les aconseja el estoicismo no es que salgan al campo pensando en una posible derrota, sino que hagan todo lo posible para ganar, pero que sepan afrontarla si se produce. “Esta selección es estoica en todas sus filas”, llegó a decir el técnico asturiano para ilustrar cómo sus ideas han permeado en la plantilla. “Una de las consignas que tenemos es no quejarse. Cuando pasa algo que parece que no es positivo, sale rápido algún compañero diciendo: ‘Somos estoicos, no pasa nada, superamos esto y lo que tenga que venir”. Aplicado a la vida, el estoicismo enseña a asumir lo inevitable, explica que hay tragedias con las que solo podemos aprender a convivir —cada mañana, cada día—, sin resignarnos a la ausencia, pero sabiendo que es algo frente a lo que ya no podemos hacer nada.
De todos los pensadores estoicos el más difundido, el que tiene más reediciones, es Marco Aurelio (121-180), uno de los más célebres emperadores romanos, considerado uno de los grandes sabios de la antigüedad. Sus Meditaciones o Pensamientos para mí mismo —los diferentes traductores no se ponen de acuerdo en el título— es un libro que recorre todos los aspectos de la vida, desde la forma de hablar —”Con la afectación del léxico no trates de decorar tu pensamiento”— hasta las relaciones sociales —”La mejor forma de defenderte de ellos es no pareciéndote”—. Su resumen puede encontrarse en esta frase: “No te arrastren los accidentes exteriores”. Y otro de sus pensamientos dice: “El arte de vivir se acerca más al de la lucha que al de la danza”.
Las primeras palabras de otro clásico del estoicismo, El manual para la vida feliz, de Epicteto, un esclavo romano que escribía en griego, van en un sentido parecido: “Hay cosas que dependen de nosotros y hay cosas que no dependen de nosotros”. Solo hay que preocuparse de las primeras y aprender a convivir con las segundas. Precisamente, al ser preguntado por la charla que dirigiría a los jugadores antes del debut mundialista ante Costa Rica, Luis Enrique señaló los principales mensajes que tenía pensado trasladar al grupo: “Tranquilidad, intentar disfrutar y centrarte en lo que puedes controlar”, para añadir: “Un pensamiento muy estoico: en lo que puedo controlar presto atención, y lo que no puedo controlar lo dejo de lado y que no me afecte”.
En tiempos difíciles, personales o sociales, el estoicismo siempre vuelve con fuerza. “Tras la muerte de Alejandro por todas partes se veían surgir y perecer imperios, quien hoy se sentaba en el trono mañana podía estar errante”, escribió Pohlenz. “Los ciudadanos particulares también fueron arrastrados por el torbellino; ni sus bienes ni su vida estaban seguros”, prosigue el pensador alemán, quien cree que el estoicismo proporcionaba un refugio espiritual en unos tiempos marcados por el azar en los que podía pasar cualquier cosa. Siempre había que estar preparado ante la adversidad.
El libro de Viktor Frankl está marcado por un pensamiento similar. Como ocurrió con otro gran escritor que surgió del horror de Auschwitz, Primo Levi, las primeras ediciones de sus memorias pasaron totalmente desapercibidas. Solo mucho más tarde, gracias a su publicación en Estados Unidos, se convirtió en un clásico y en una obra que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo (en España está editada por Herder). “Cada día, cada hora, brindaba la oportunidad de tomar una decisión, una decisión que estipulaba si uno se sometería o no a la presión que amenazaba con arrebatarle el vestigio de su personalidad: la libertad interior”, escribe Frankl. “Cada ser humano, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser —espiritual y mentalmente— y conservar su dignidad humana. Dostoievski escribió: ‘Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter especial sobre el Mundial de Qatar
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.