¿Tragarse un sapo y poner buena cara? Vuelve el estoicismo
En tiempos de incertidumbre, la filosofía de Séneca y Marco Aurelio está de moda. ‘La Stoa’ es un antídoto contra el pesimismo y la obra cumbre del gigante de los estudios clásicos Max Pohlenz. Ahora se traduce por primera vez al castellano
Uno se pregunta a menudo, como Nietzsche, si tenerse que tragar un sapo y poner buena cara puede ser una filosofía útil para la vida. Sin dudarlo un instante, la respuesta es que no, pero en seguida nos acordamos de Séneca, Epicteto y Marco Aurelio y descubrimos en el estoicismo un útil manual de autoayuda y, como nos enseñan Martha Nussbaum o Pierre Hadot, un efectivo fármaco para intentar alcanzar la felicidad y una terapia del deseo para nuestra ciudadela interior.
Contábamos en castellano con excelentes libros sobre el estoicismo, más allá de los de Nussbaum y Hadot. Valgan como muestra los de William B. Irvine, John Michael Rist, la voluntad pertinaz de Carlos García Gual o Emilio Lledó en acercarnos la filosofía helenística o un recomendable trabajo de Gonzalo Puente Ojea sobre el estoicismo y sus usos y abusos por parte del cristianismo. Desde aquel mundo iberoamericano que tantas veces nos auxilió en el pasado y nos auxilia en el presente con traducciones de clásicos y de obras imprescindibles, Marcelo Boeri y Ricardo Salles nos han ofrecido una magna edición bilingüe con los principales estoicos griegos y latinos, como muchos años antes Hans von Arnim editó en bilingüe y en alemán los fragmentos de Zenón, Cleantes y Crisipo, entre otros, en los cuatro volúmenes de su obra monumental Stoicorum Veterum Fragmenta.
La Stoa. Historia de un movimiento espiritual, de Max Pohlenz (1872-1962), un gigante de la filología clásica, como su maestro Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff, e incansable defensor de las humanidades, nunca había sido traducida antes al castellano, a pesar de ser la síntesis más completa sobre el pensamiento estoico, un movimiento filosófico y espiritual nacido en Grecia de la palabra terapéutica y fértil de un semita afincado en Atenas, Zenón de Citio. Un libro gestado en 1943, que vio la luz pasada la guerra, cuando el filólogo alemán tuvo con dolor y resignación que dedicar su obra a sus discípulos, a los vivos y a los muertos en aquella trágica fatalidad, y que podría haber envejecido mal. Para nada ha sido así y buena prueba de ello es que Taurus apueste por publicarlo en la colección Clásicos radicales. A los estoicos les gustaba llegar a la raíz del porqué de las cosas, dividir la filosofía en la tríada helenística formada por la lógica, la física y la ética, auténtico fin y manual de instrucciones para la vida en una época, como nos recuerda Emilio Lledó en un breve pero sabio prólogo, que se regía en filosofía por el buen obrar, la búsqueda de la felicidad y la autarquía y que consideraba inútil toda filosofía que no enseñara a existir y a resistir, a dominarse y aguantar, ejemplificado en el abstine et sustine estoico. Los estoicos, sobre todo en Roma, no rehuyeron tampoco del compromiso con la política, recuérdese a Séneca o a Marco Aurelio, y vieron en el imperio romano la realización de su cosmopolitismo, y sintieron por la providencia y la divinidad una simpatía que en hora temprana fue naturalizada por el cristianismo.
Salvador Mas, gran conocedor de la filosofía antigua y alemana, y de la recepción del mundo clásico en la modernidad, nos ofrece ahora la traducción de una de las obras más importantes del panteón de estudios sobre el estoicismo. El volumen se acompaña además de un revelador epílogo de Iker Martínez sobre Pohlenz, prusiano conservador moderado, fascinado a partes iguales por el austero modelo de educación espartana y los valores de la democrática Atenas. Pohlenz, más que por el compromiso político que el estoicismo le habría exigido, apostó en aquella época de barbarie para Alemania y la humanidad por el epicúreo láthe bíosas (vive ocultamente), si bien no reclama mucho esfuerzo entender el pavor que debió sentir el sabio filólogo ante el horror del nacionalsocialismo y por qué se resignó a ser Epicuro y no un Sócrates heroico. Sentimientos más encontrados provoca la decisión editorial de relegar el aparato crítico a un segundo volumen descargable gratuitamente en edición digital. Es cierto que sostener las mil páginas de Pohlenz requiere de músculo físico y espiritual, pero separar el aparato crítico del texto activa la pereza del lector de haberse de servir de dos soportes de lectura simultáneamente y condena al olvido o a la procrastinación la labor de entomólogo del filólogo y la erudición iluminadora de sus miles de notas a pie de página.
Una filosofía que nos enseña a masticar vidrio picado, sapos y culebras para acostumbrar a nuestro estómago contra la adversidad nada puede ofrecer al auténtico vitalista. O quizás sí
Quizás sea cierto, de nuevo con Nietzsche, que una filosofía que nos enseña a masticar vidrio picado, sapos y culebras para acostumbrar a nuestro estómago contra la adversidad nada puede ofrecer al auténtico vitalista. O quizás sí, porque la lectura de los estoicos nos ofrece un antídoto contra el pesimismo y el fatalismo. Para ello nada mejor, como sabía Pohlenz, de servirnos también de los clásicos para entender el mundo, encontrar refugio ante la intemperie y seguir apostando por hacer del hombre, como diría Séneca, una cosa sagrada para el hombre. El estoicismo nos brinda un arte de vivir que nos ilustra sobre nuestro lugar en el mundo, sobre nuestro destino y nuestras capacidades y resistencia infinita para soportar el fatum al que nos expone una y otra vez Tyche, la caprichosa diosa de la fortuna; una filosofía que nos marca el camino hacia la felicidad, despierta nuestro sentimiento comunitario y nos regala una vacuna de resiliencia para soportar el dolor de la caída y no desfallecer nunca en el intento de levantarse.
La Stoa. Historia de un movimiento espiritual
Autor: Max Pohlenz.
Traducción: Iker Martínez Fernández.
Editorial: Taurus, 2022.
Formato: tapa blanda (616 páginas, 23,90 euros) y e-book (10,99 euros).
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