Ir al contenido
_
_
_
_
CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Freud: el arte de conversar

Jonathan Lear defiende en un libro brillante y ágil las teorías del neurólogo austriaco, que inventó un diálogo que puede cambiar la estructura del alma

El neurólogo Jean-Martin Charcot, en el cuadro 'Una lección clínica en la Salpêtrière', del pintor francés André Brouillet (1857-1914), en el Museo de Historia de la Medicina de París.
Juan Arnau

A los chamanes del Amazonas se les llama tabaqueros porque ingieren grandes cantidades de tabaco hervido. De este modo se hacen un cuerpo de tabaco, creando flemas en su estómago que tienen un poder curativo. El chamán o curandero está autorizado a soplar humo sobre sus pacientes para equilibrar su cuerpo energético. Si no se domina, el espíritu del tabaco llega a poseer a quien lo consume y lo convierte en hechicero. Algo parecido le pasó a Sigmund Freud. Cuando en 1893 intenta dejar de fumar, ya ha aprendido los rudimentos del hipnotismo de Jean-Martin Charcot y está inmerso en los estudios sobre la histeria. Abandona el empeño a las siete semanas. Los puros le permiten trabajar y ser dueño de su humor. “Sin ellos la vida es insoportable”.

Como los viejos chamanes, Freud se ha servido del tabaco “como protección y arma para defenderse en la vida”. Cuando muere su padre empieza a analizar sus propios sueños. En esa época acuña el término “psicoanálisis”. Durante treinta años ejerce de médico privado de enfermedades nerviosas. Tras la gran crisis bursátil de 1929, publica su mejor libro. El malestar en la cultura demuestra lo que muchos sabían. Freud, a diferencia de Carl Jung, es un gran escritor. Hitler se anexiona Austria. Su hija Ana recibe la orden de presentarse ante la Gestapo. Emigra a Inglaterra. El cáncer de garganta que padecía se reactiva. Pide a su médico que le administre tres inyecciones de morfina. Muere el 23 de septiembre de 1939.

Lear recuerda, para los críticos apresurados, que Freud nunca sostuvo que la sexualidad fuera la única fuerza motriz de la vida

Jonathan Lear ha escrito un libro brillante y ágil para defender a Freud. Un libro sobre el Freud filósofo que permite entablar una conversación con el maestro. Freud conocía la filosofía griega, estudió con Brentano, leía a Schopenhauer y Nietzsche, pero no tenía una buena opinión de quienes sobrevaloraban la lógica y pasaban por alto el irracionalismo del alma. Lear recuerda, para los críticos apresurados, que Freud nunca sostuvo que la sexualidad fuera la única fuerza motriz de la vida. La sexualidad se encuentra en el núcleo de lo humano, nuestra naturaleza es erótica, pero ese erotismo no puede reducirse a la satisfacción de los genitales. El asunto es complejo y Lear lo vincula con el Eros platónico, que gobierna la vida del universo.

Hay ocasiones en la vida en las que presentimos que, en lo que hacemos, hay otra mente involucrada. Como si otro hubiera infundido en nosotros una salvaje locura, como si nuestros actos no fueran nuestros. Cualquiera puede haber sentido esa usurpación. A ese fenómeno dedicó Freud su vida: alguien actúa secretamente a través nuestro. No somos transparentes para nosotros mismos. Hoy podemos mirar dentro del cerebro y ver como las neuronas se iluminan unas a otras. Pero eso no aclara el misterio. Una cosa es mirar dentro del cerebro y otra muy distinta mantener un sentido refinado sobre lo que se está buscando o mirando. Freud nunca se dejó hechizar por esa explicación fácil de lo que ocurre cuando percibimos o sentimos. Había quedado fascinado por el uso que Charcot hacía de la hipnosis en el tratamiento de la histeria. Pudo ver en directo cómo inducía síntomas histéricos y los hacía desaparecer mediante la sugestión hipnótica. Las palabras de Charcot vibraban en el aire y producían un impacto en los sistemas neurológicos. La propia idea de parálisis, sugerida por él, inmovilizaba a los pacientes. De ahí extrae Freud su idea de la curación mediante la palabra. El psicoanálisis, una respuesta al sufrimiento humano, toma entonces la forma de una conversación. Para ello debe ocurrir un fenómeno singular: la transferencia. Un proceso mediante el cual los deseos inconscientes del paciente se ponen de manifiesto en el gabinete y, desde un remoto rincón de la mente, se transfieren al psicoanalista.

La tarea del yo es estresante. Tiene que mediar entre las exigencias del ello, que siempre está deseando algo, y las críticas inhibidoras del superyó

Lear utiliza indistintamente las palabras psique y alma, la griega y la romana. Cuando abandona la infancia, la mente humana es tripartita. Está constituida por el ello (deseos agresivos reprimidos y fuente de la energía psíquica), el superyó (la voz de la conciencia, castigadora y censora) y el yo. La tarea del yo es estresante. Tiene que mediar entre las exigencias del ello, que siempre está deseando algo, y las críticas inhibidoras del superyó. El yo y el superyó intentan inhibir los impulsos del ello. Esos desacuerdos, esa forma específicamente humana de miseria, es lo que Freud llama neurosis. La apuesta por el humanismo es firme: una conversación puede cambiar la naturaleza conflictiva del alma.

Mucha de nuestra falta de libertad es autoinfligida. La psique está estructurada de tal modo que, cuando dice “yo”, no tiene nunca en cuenta al yo completo. Al decir yo, habla un yo suplantado, con la voz del ello o la del superyó. Polipsiquismo: tenemos diferentes voces, diferentes yoes. El asunto es estructural. Cada uno de ellos utiliza el pronombre en primera persona. La capacidad de hablar de nosotros está limitada por este conflicto y por fuerzas psíquicas que no podemos controlar.

El pensamiento de Freud se parece al hindú al menos en dos aspectos. El primero es que la mente es un campo de batalla. La mente es enemiga de la libertad, pues es por naturaleza neurótica. Sus componentes están involucrados en una batalla interminable. Cualquier armisticio es un autoengaño más. La única forma de que el ello, el yo y el superyó se entiendan es mediante la conversación psicoanalítica. Donde antes había división y conflicto, ahora hay comunicación creativa y vibrante, líneas activas de relación entre partes discordantes. Y aquí entra el segundo aspecto. La mente se aquieta mediante la palabra. Los hindúes añadirían la respiración (que en Freud se asocia al uso del tabaco, pero ese es ya otro tema). Lo importante es aceptar que la psique nunca estará libre de conflictos, pero, cuando surjan, no deberían experimentarse como conflictos o fuerzas ocultas. Freud inventó un diálogo que puede cambiar la estructura del alma. Ese fue su gran legado: el arte de la conversación. Jonathan Lear nos lo recuerda. Y no miente.

Portada de 'Freud. La invención del inconsciente', de Jonathan Lear

Freud. La invención del inconsciente

Jonathan Lear
Traducción de Sara Ortega del Casal
Bauplan, 2024
256 páginas. 23 euros

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_