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El juego infinito
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sentirnos tribu, vivos, idiotas

En el fútbol, Arabia Saudí se lo está llevando todo, empezaron con grandes jugadores, siguieron con los derechos de televisión del Mundialito de clubes y terminarán con la organización del Mundial 2034

Jesús Navas
Jesús Navas, del Sevilla FC, saluda a los aficionados en su último partido como jugador profesional ante el Real Madrid en el estadio Santiago Bernabéu el pasado 22 de diciembre de 2024.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Jorge Valdano

Confundido, como Dani Olmo en fin de año; huérfano, como la afición del Sevilla tras el retiro de Navas; extraviado, como Vinicius el día que se entregó el Balón de oro; rascándome la cabeza de puro desconcierto, como Pep… Así pasé las fiestas sin Liga.

En estas fechas la Premier opera como consuelo, pero el fútbol sin sufrimiento es como una película de terror en la que estás a favor del asesino. Además, qué más da quién mata y quién muere si no quieres a ninguno. Te pones a favor del débil, te cae simpático el entrenador, quieres que gane el que juega bien… Todos sucedáneos de la auténtica pasión, cuando el amor y el odio asaltan a la razón y alcanzan todo el sentido. Lo primero que hace un hincha es trazar una línea divisoria: en este lado están los buenos (los míos, nosotros) y en el otro lado están los malos (los otros, ellos). No hace falta encontrar razones. Y si hace falta se buscan con todas las arbitrariedades que impone el fanatismo. Y ahí comienza el atractivo. Es comodísimo amar y odiar. Y súper entretenido.

Por fortuna, anoche ya se jugó un partido de los serios. Aunque haya sido para pagar un atraso por la dramática dana, Valencia y Real Madrid volvieron a conectarnos con el miedo futbolístico, que es el gran incentivo del fútbol. No en vano al hincha se le llama “sufridor”. Así es como el fútbol español volvió a salir a escena después de dos semanas de paz y desconcierto.

El Valencia habrá jugado con la seriedad del superviviente y el Madrid con la gravedad del que no tiene permitido perder. José Larralde, admirable cantautor argentino de origen vasco, dice en una de sus canciones que “la liebre es una luz con tanta bala”. Da igual si vienen de la obligación de escapar del descenso o de la aspiración de ganar la Liga, silban las balas de la presión y se dispara la adrenalina del aficionado, estés donde estés en la tabla de clasificación. Si tienes definida una identidad, el fútbol sabe mortificarte o alegrarte. Tú eliges equipo y el juego te hamaca arriba de sus emociones pendulares y caprichosas.

Esta semana próxima nos espera la Supercopa de España. Todos a Arabia para rendirle tributo al nuevo fútbol, al que no le importa arrastrar su romántica reputación a cambio de dinero. El fútbol es una patria chica y suena feo que te la compren. Pero ¿a quién se le ocurre culpar al fútbol de venderse, si a estas alturas todo tiene un precio? Elon Musk está a punto de comprar el gobierno de EE UU y nos parece normal. Yo mismo estoy en el mercado esperando una oferta. Así las cosas, Arabia decidió hacerse con el deporte. En fútbol se lo están llevando todo, empezaron con grandes jugadores, siguieron con los derechos de televisión del Mundialito de clubes (que emitirán gratis a través de su plataforma) y terminarán con la organización del Mundial 2034 (una cosa paga la otra). A este paso nos dejarán sin balones. Los comprarán todos y ya está.

Da igual en España que en Arabia Saudí, incluso en Marte, si algún día decide comprar el fútbol Elon Musk en su generoso afán expansionista. Sea lo que sea lo que nos espere, sabremos adaptarnos, como adultos que somos, al mandato práctico del fútbol moderno. Cualquier cosa menos que nos bajen las pulsaciones por dejarnos sin partidos. En las fiestas navideñas vaya y pase, pero en el resto del año lo necesitamos como droga decente, como estímulo que nos ayude a sentirnos alguien, a sentirnos vivos, a sentirnos tribu. Aunque a veces el precio sea sentirnos un poco idiotas.

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