El Barça se queda sin truco
Los rivales han aprendido a descifrar a un equipo azulgrana fatigado y obligado a repasar el ideario impuesto por Flick
Los goles ya no le sirven al Barça para ganar los partidos de Liga. Ha marcado 50 en 17 jornadas, más que ningún equipo en Europa, y, sin embargo, ha quedado a tiro del Real Madrid, que con 34 —16 menos— se ha situado a dos puntos con un encuentro menos, el que debe disputar en Mestalla. Los azulgrana no supieron cerrar dos partidos con el marcador a favor, el disputado en Vigo y el del Villamarín, ambos acabados con empate a dos, y tampoco encontraron la manera de evitar la derrota ante Las Palmas después que hubieran empatado momentáneamente el choque disputado en Montjuïc y que acabó con 1-2. Únicamente se quedaron sin marcar en Anoeta el día en que empezó precisamente la caída del juego después que el árbitro anulara con 0-0 en el marcador un tanto a Lewandowski.
Aquella jugada sobre la que Flick no para de dar vueltas porque entiende que el VAR se equivocó, supuso un punto de inflexión en la trayectoria del Barça, que desde entonces solo ha sumado cinco puntos sobre 15. La derrota contra la Real no cuestionó entonces la efectividad del equipo azulgrana (44,94%) ni la del Pichichi Lewandowski: 56%. La media era de tres goles por partido en un equipo muy intenso y vertical que siempre jugaba de cara a la portería contraria, presionaba con acierto después de cada pérdida de balón, acababa las jugadas para evitar las transiciones y se defendía con la línea del fuera de juego para optimizar una zaga compuesta casi siempre por Koundé, Pau Cubarsí, Iñigo Martínez y un lateral izquierdo que variaba en función de las lesiones de Balde, sustituido por Gerard Martín o Héctor Fort.
Aquel fútbol azulgrana evocaba de alguna manera al de la Bundesliga y particularmente al del Bayern Múnich que entrenó Flick y goleó al Barça en la Champions. La victoria por 4-1 contra los alemanes y el 0-4 del Bernabéu en la última semana de octubre parecieron un certificado de garantía para la propuesta del técnico del Barça. Los cuatro goles y las 12 veces que el Madrid de Mbappé cayó en el fuera de juego ratificaban en cualquier caso el plan de Flick. Las 12 veces del Bernabéu contrastan precisamente con las 0 del Betis. Al equipo azulgrana le han pillado momentáneamente el truco con la entrada en campo contrario de jugadores de la segunda línea, el giro circular del volante o delantero en la divisoria o la salida de la pelota con el central o el jugador que deja de estar apretado por Lewandowski.
Las dudas en el sistema de contención azulgrana se apuntaron en el derbi contra el Espanyol. No se han corregido todavía y obligan a Flick a revisar el dispositivo en vigilias de la reaparición de Araujo, un central que nada tiene que ver con Cubarsí ni Iñigo Martínez. El técnico, en cualquier caso, se niega a particularizar en las distintas líneas del equipo e insiste en la necesidad de jugar como una unidad, de forma compacta, después de constatar por otra parte que sus futbolistas se excedieron con los muchos pases largos que se dieron en el Villamarín. Los contrarios también han aprendido a salir de la presión dispuesta por el Barça y a provocar que la salida de la pelota azulgrana sea a partir de los laterales después de tapar a Cubarsí. Y el punto débil azulgrana contra el Betis fueron especialmente Koundé y Balde.
Flick había conseguido disimular las debilidades con una propuesta ofensiva que exige una puesta a punto óptima, un despliegue difícil de sostener cuando hasta 10 jugadores han disputado la mayoría de partidos y los recién recuperados de sus lesiones están lejos de su mejor forma, como se observa en Gavi y De Jong. El equipo no sabe defender ni descansar con la pelota y se entrega a un intercambio de golpes que últimamente no ha funcionado en la Liga. Ha faltado timing de juego y los partidos se han descontrolado sin poder ser digeridos: todo sale bien o mal, igual de sorprendente que el inicio de temporada y que la caída de ahora, como si todo fuera inesperado en el Barça. El gol de Lewandowski fue hasta cierto punto una jugada tan propia del estilo azulgrana como novedosa en el acelerado manual de Flick.
El entrenador parece estar más pendiente de gestionar las alineaciones que de dirigir los partidos si se repara también en el partido ante el Betis. Formó una alineación para ganar y dispuso los cambios con la mente puesta en el partido del miércoles en Dortmund. Habrá que ver el resultado final después del partido de Champions. La fatiga física y mental es manifiesta porque el Barça no solo ha perdido energía y volumen de juego sino también deseo y pasión para acabar rendido a pies de Lamine Yamal. La excelente actuación del extremo de 17 años, sin embargo, no sirvió para cantar la octava victoria consecutiva de los azulgrana en el Villamarín. Lamine es la bandera de una plantilla muy joven, incapaz de resolver los partidos como hacen los equipos maduros, todavía en fase de formación y entregada a la idea de Flick.
“Desde que llegó el míster, la idea cuajó bien. Nos hemos sentido cómodos con este estilo de juego y la manera de presionar. Hay que seguir, que esto no pare, y el tiempo dirá hasta dónde llegamos”, argumentó Iñigo Martínez, después de golear en octubre al Young Boys. El central ha asumido funciones de liderazgo en un momento de renovación de capitanes y de actualización del ideario del Barça. El proceso ha sufrido un parón que obliga a corregir errores sin perder la confianza en la dirección de Flick. Nadie prometió títulos sino riesgo y emoción hasta que las victorias dispararon las expectativas con el 0-4 del Bernabéu. Todo ha ido tan deprisa que al barcelonismo le cuesta asumir que no bastan los goles para aspirar a ganar la Liga. El reto es montar un equipo a partir de La Masia.
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