El Madrid planea y golea a Osasuna
Los de Ancelotti dominan al equipo navarro y lo convierten en inofensivo, con una victoria que dirigió Modric y remató Bellingham con un doblete
El Real Madrid, que empezó el curso resolviendo partidos cuesta arriba, ha comenzado a encontrar el modo de ponerlos cuesta abajo. Ante Osasuna, despachó un monólogo solvente en el que apenas se sintió amenazado, de nuevo bajo la batuta de Luka Modric. Marcó Bellingham, como siempre, 10 goles en 10 partidos, pero el croata dejó otra vez destellos de su magia. Le funcionó casi todo al Madrid, que se va líder al parón de selecciones.
Para el Bernabéu fue una tarde feliz. Vive con la incertidumbre de no saber cuál será su último rato con Modric. Le celebra cuando se recita la alineación y el speaker deja su nombre para el final. Le aplaude cuando se acerca a la barrera a sacar el primer córner. Festeja si roba un balón. Todo se interpreta como señales para la esperanza: aún puede haber otra tarde más, otro pase, otro verso con el exterior.
Después de tenerle viendo tres partidos seguidos desde el banquillo, Ancelotti recuperó al croata y lo liberó sobre la hierba para que hiciera casi lo que le fuera en gana. Valverde, Camavinga y Bellingham formaron lo más estable que se vio en el centro del campo, mientras Modric flotaba aquí y allá, a su antojo, auscultando la compacta formación de Osasuna. Jagoba Arrasate, que no pudo sentarse en el banquillo sancionado por una expulsión, dispuso a su gente para esperar, y sobre todo para tratar de evitar que el Madrid los sorprendiera a la carrera.
Modric contemplaba aquello desde la distancia. A veces entre los centrales, que ante la acumulación de ausencias eran Rüdiger y Tchouameni. Ancelotti optó por retrasar al pivote en lugar de colocar ahí a Mendy, en parte por su destreza en el juego aéreo, un recurso clásico de Osasuna. El francés no titubeó por alto, ni dudó apenas con la posición, y, como siempre, se mostró muy dominante en el corte, también ahí atrás, de coche escoba. Modric comenzaba los ataques muy cerca de él, a menudo a su derecha, con Carvajal por delante, ya más allá del centro del campo. El croata vigilaba desde esa zona la aparición de una grieta, como el depredador aguarda que asomen los bigotes de una presa.
El Madrid monopolizaba el balón, que llevaba de izquierda a derecha, pero el picotazo lo proporcionó el croata. Encontró un túnel estrechísimo y por ahí le envió la pelota al área a Carvajal, que se la dejó, claro, a Bellingham, que siempre llega. Recortó y volvió a marcar. El inglés sostuvo al equipo cuando faltó Vinicius, y ahora que ha regresado, sigue con el mazo del gol. Esta vez también con el segundo, después de una pared con Valverde.
Bellingham ha desplazado el centro gravitatorio del Madrid, que mira menos a la izquierda del brasileño como vía para provocar el caos. El inglés va frecuentando más su zona, seguro de que por ahí acabará encontrando premio, como el gol que cocinaron en Nápoles. Pero después de la lesión Vinicius aún no carbura como cuando deslumbraba como el futbolista más desequilibrante del mundo. Contra Osasuna recordó algo más a sus ratos de barroquismo desatado, deshaciendo una y otra vez el camino para retar de nuevo al mismo defensor. Aunque sin extraer demasiada ventaja aún de esos pasos de baile.
Esta vez el veneno no lo llevaba en el aguijón del regate. Lo sacó al galope, como en sus primeros tiempos felices. Con un breve toque de exterior se envió al espacio un pase de Valverde, y despegó solo hacia Herrera. Cara a cara con él, una resolución infrecuente: regate a lo Ronaldo Nazario, portero al suelo y gol a puerta vacía. Dejó también otro bocado raro. Bajó una pelota en la frontal, con David García acosándole a la espalda. El brasileño aguantó el cuerpeo ante un central rocoso al choque, vio llegar a Joselu y le asistió en el cuarto.
El partido no abandonó el guion de monólogo del Real. Kepa necesitó estirarse solo para una parada. La otra gran ocasión de Osasuna vio cómo la enviaba Budimir por encima del larguero.
La tarde se encaminaba hacia una sucesión de pequeños homenajes en los cambios, el mayor para Luka Modric. El graderío lo despidió en pie mientras él giraba aplaudiendo, un gesto que podría también funcionar como adiós el día que finalmente toque, pero que de momento es solo hasta luego, hasta la próxima función. Al croata todavía le quedan clase e ingenio para algunos ratos, tan apreciados. Los exprime el Bernabéu, y también él, que después del final regresó al campo para unos cuantos aplausos más.
En este ambiente festivo de una tarde plácida y sentimental, sucedió algo anticlimático: Joselu falló un penalti. Chutó al centro y ahí seguía Herrera. El Madrid tiene un cráter en los once metros: falló Vinicius en pretemporada, falló Rodrygo contra el Celta ya en la Liga, y ahora Joselu. Aún no han acertado con una pena máxima después de las vacaciones. Pero en este equipo que despega hasta las crisis suceden en medio de la placidez, ya con 4-0.
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