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Cuando el ciclismo era vasco

Hace dos décadas, el pelotón miraba con admiración la cantidad y calidad de los corredores que salían de la región

Vuelta a España
Jordi Quixano

No hace tanto, los vascos eran Astérix y Obélix en la carretera, irreductibles frente al pelotón. Comunidad entregada a la bicicleta, también al trabajo desde la base, asemejó lógico que hace dos décadas saliera una hornada de rechupete que se hizo un nombre en el ciclismo, referentes que se nutrieron a su vez de corredores hegemónicos como Jesús Loroño, Txomin Perurena Julián Gorospe, Miguel Mari Lasa, Fede Etxabe, entre otros. Pero hubo muchos y muy buenos en un corto espacio de tiempo. Como Abraham Olano, que consiguió un podio en el Giro (1996) y medallas de oro y plata en la Vuelta (1998 y 1995); como Joseba Beloki, que logró tres podios en el Tour (2000, 2001 y 2002) y otro en la Vuelta (2002); como Igor Anton, que ganó la etapa en Bilbao cuando la Vuelta regresó a Euskadi, además de otras tres etapas en la ronda española y una más en el Giro (2011); como Roberto Laiseka, vencedor en el Luz Ardiden en 2001, también conquistador de tres etapas en la Vuelta; o como Iban Mayo, que coronó antes que nadie el Alpe d’Huez (2003) y sumó un laurel de etapa en el Giro… El problema es que ya no hay más carrete en el asfalto, como se aprecia en esta Vuelta, donde solo tres corredores vascos –hace una veintena de años se llegaba a las dos docenas- participan. Un ciclismo lastrado por la globalización y la falta de proyectos deportivos ante la precariedad económica, un ciclismo desbravado.

Después de que desapareciera el Euskaltel en 2013, el ciclismo vasco rebajó el suflé. “En esa época todos los equipos éramos Continental Pro y en España teníamos cinco o seis escuadras que la mitad corría en el Tour y todas en la Vuelta. Eso abría el abanico porque con cantidad también hay calidad”, resuelve Purito Rodríguez, que, precisamente y como tantos otros, se formó de juvenil por estas tierras en el filial del ONCE; “ahora solo hay un equipo Wolrd Tour, Movistar, y estamos pagando la falta de inversión por el ciclismo en el país”. Línea que comparte Miguel Madariaga, que fue el presidente y mánager general desde la fundación del Euskaltel-Euskadi. “Es muy duro lo que está pasando. Falta ímpetu y dinero, porque hay corredores de categoría que no llegan”, expone. Así lo ve Beloki: “Esto es cada vez más mercantil. Las Sociedades Limitadas potentes son las que mueven el ciclismo, con grandes patrocinadores y mucho dinero… Pero si no hay proyectos aquí, no hay trampolín”. Argumento que compra Antón: “Solo tenemos al Euskaltel y quizás lo que nos falta son conjuntos intermedios. Burgos, Caja Rural y Kern Pharma están ahí, pero somos pocos”. Aunque matiza: “Creo que por dinero no es, porque aquí en Euskadi tenemos grandes marcas (BH, Orbea, Etxeondo…). Pero hay que invertir más en la base para crecer”.

Sucede, en cualquier caso, que las hornadas de jóvenes se suceden y que, según explican, la base es saludable. Pero no llega. “Aunque se ha globalizado todo, si hacemos la comparativa con España, si nos medimos con Andalucía, Castilla o quien sea, nuestra cantera sigue funcionado. No estamos mal”, desliza Beloki. Se suma Antón: “El ciclismo de base no está tan mal. Yo tengo una escuela con 40 niños y hay muchas licencias, pero el problema está en el salto de cadetes a juveniles, que tenemos la necesidad de andar ya a un nivel muy alto, casi como un profesional. Y eso está dañando mucho porque hay algunos que todavía tienen que madurar”. Cosa que aprueba Madariaga, que también tiene una escuela con 44 niños a partir de los seis años: “En el ciclismo hay que trabajar la base, hay que sembrar para recoger y en este momento no se está sembrando. Hay prisas y no hay dinero”. Y Purito añade: “La apuesta por la base es buena, pero hay que darles una salida. Más equipos, más sponsors”. Y Beloki interviene: “El problema es que ahora es algo cultural, si veo que no llego en dos o tres años, lo dejo. Es cuestión también de esfuerzo”.

Pero la bici es algo cultural en el País Vasco. “Si te fijas, hay vascos por todas partes en los equipos. Técnicos, mecánicos, fisios, de todo”, apunta Madariaga. Eso y la marea naranja, tan habitual por estas tierras, todos del Euskaltel. “Somos diferentes. Es algo que nos gusta, un tema de amor al ciclismo con una historia muy potente. Eso hace que se valore y que perdure en el tiempo”, aclara Beloki. Pero ayer solo pudieron animar a tres: a Mikel Landa -entre algodones porque se fracturó una vértebra-, Markel Beloki y Xavier Mikel Azparren. “Vamos a ser optimistas y vamos a esperar. Esto son ciclos. Pasamos uno fabuloso y aunque ahora estamos sufriendo, con trabajo y tiempo se puede volver”, apunta Antón. “Difícil”, apostilla Madariaga. “Con inversión todo es posible”, defiende Purito. En tiempos de globalización y donde la cantera ya no se trabaja como antaño por las prisas, sin apuestas fuertes en lo económico, el ciclismo vasco trata de reencontrarse.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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