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Purito Rodríguez; “Miré el calendario y se me echó el mundo encima”

El ciclista explica su decisión de bajarse de la bici al tiempo que valora su galardonada carrera

Jordi Quixano
Purito Rodríguez se baja de la bici definitivamente.
Purito Rodríguez se baja de la bici definitivamente.PAUL MCERLANE (EFE)

Cuando Joaquim Rodríguez (Barcelona; 37 años) era un juvenil, desafío a los jefes de la ONCE, Jalabert y Olano, al pie de una cima. Tras conquistarla primero, los aguardó arriba y se marcó una vacilada que le marcaría de por vida porque simuló fumarse un puro al tiempo que el resto pedaleaba para alcanzarle. Desde entonces se llamó Purito e hizo suyo el ciclismo, dos años nombrado el mejor del mundo. Pausado y sonriente, destila pasión cuando habla de la bici, de la que se bajó la semana pasada, tras hacer un amago al dejar el Katusha. Pero el equipo Bahrein Merida le tentó para regresar y casi lo consigue.

Pregunta. Ahora que se puede fumar ese puro en lo alto de la cima, ¿qué ve si mira hacia atrás?

Respuesta. Veo que me lo puedo fumar a gusto por tener una trayectoria muy chula.

P. ¿Se siente aliviado por tomar una decisión definitiva?

R. La bici nunca ha sido un peso sino que ha sido una gozada. Pero me daba mucha pereza volver a empezar. Y eso que no era fácil dejarlo con una situación tan buena como la que me ofrecía el equipo Bahrein, con la posibilidad de elegir calendario. No sabía qué hacer. Pero al final dije basta.

P. ¿Por qué?

R. Porque miré el calendario y pensé que para llegar bien a las clásicas tenía que hacer Argentina, Dubái, Omán, Cataluña, País Vasco, una concentración en el Teide… Y se me echó el mundo encima. Me dije que no podía hacer esto de nuevo. Pero más que por el esfuerzo, por lo que dejaba en Andorra, en casa.

En Andorra y sin novatadas

Purito ha decidido quedarse a vivir en Andorra, por más que sabe que habrá gente que piense que lo hace por las ventajas fiscales. “Este país me ha dado mucho y sinceramente me he hecho ciclista en estas carreteras”, explica; “y mi familia está muy adaptada y cómoda”. Tal es su fama en Andorra, que se rumoreaba con la posibilidad de que fuera en un futuro el ministro de Deportes. “Pero ser político no me interesa para nada. Todo lo que sea ayudar, sin problemas porque me cuesta mucho decir que no. Pero no por haber sido deportista debo ser un político dedicado a ello”, replica.

Donde sí le echarán en falta será en el pelotón, también en las concentraciones de equipo. Entre otras cosas porque sus novatadas eran famosas. “Una muy buena fue cuando le rapamos a Piepoli las cejas. Y como era calvo, no veas qué risas. Aunque a mí también me hacían ¿eh? Pero las aceptaba sin problemas”, cuenta; “la verdad es que me lo he pasado bien”.

P. ¿Qué le decía la familia?

R. Al principio nada. Pero en su día le prometí a mi hijo que no iba a correr y sufrió bastante porque veía que me iba a perder de nuevo por mucho tiempo.

P. ¿Y qué siente ahora tras bajarse de la bicicleta?

R. Que me falta la sensación de tener un objetivo. Voy un poco perdido porque no me toca hacer series, seguir una dieta… Esa desconexión hace que me falte situarme. Pero es curioso porque mi cuerpo me pide marcha, aunque hago más sofá de lo que debería.

P. ¿Ve carreras por la tele?

R. Sí. Y eso es lo que me fastidia porque necesito la competición. El problema es que para estar bien hay que trabajar demasiado. Y he tenido un tiempo de desconexión total. Y en este deporte no puedes saltarte ni un paso. Es horroroso.

P. ¿Es más duro prepararse mental que físicamente?

R. Las dos por igual. No se pueden separar. Lo que sí me he dado cuenta en este tiempo es que los que suelen ser los mejores ciclistas no piensan demasiado; al supercampeón no se le puede preguntar mucho porque está centrado en la bici y nada más. Y yo me comía mucho la cabeza con cosas de casa, del equipo, de los compañeros... Quizá es lo que me ha faltado. Pero no hubiera podido ser distinto y estoy superorgulloso de lo que he conseguido. Me ha faltado una grande, sí, pero no lo cambio por lo conseguido.

P. ¿Con cuáles de sus triunfos se queda?

R. Con un Campeonato de España en Cuenca, los dos de Lombardía, la flecha Valona... La pena fueron la Vuelta y el Giro, que casi gano, y sobre todo el Mundial de Florencia. Esa derrota me hizo mucho daño y ahí se empezó a apagar el Purito porque me planteé si valía la pena tanto esfuerzo.

P. ¿Ha llorado mucho?

R. Solo lloré en Andorra, cuando anuncié mi despedida durante el Tour. Y sé que dentro de unos años, cuando mire las carreras y tenga mis kilitos de más, pensaré que lo hecho fue la leche.

“Los jóvenes tienen que ir a la Wikipedia para saber qué es el dopaje”

P. Aunque echará en falta esa última subida, ¿no?

R. Es que eso era lo mejor, una sensación muy guapa. El nerviosismo, el ansia del último puerto, es una maravilla. Vas con el freno de mano, esperando para liarla y, cuando arrancas, disfrutas muchísimo. Incluso cuando vas muerto. Son sensaciones agónicas pero también únicas.

P. ¿Le necesitaba el Bahrein por sus puntos para ser equipo World Tour?

R. Eso es lo que se ha dicho. Pero el fichaje de Jon Izagirre se hizo a la vez y, con él, no necesitaban mis puntos.

P. ¿Y qué pasó cuando decidió dejarlo definitivamente?

R. Sabían lo que pensaba y cuando los preparadores me mandaban el trabajo y veían que no estaba tan bien hecho como debía... Se lo olían.

P. Qué diferencia con cómo le trató el Katusha, que le obligó a correr aunque ya había anunciado su adiós, ¿no?

R. Pensaba que había mucho más cariño mutuo y he visto que no. Que me mandaran correr las últimas carreras por cabezonería y sabiendo que no estaba bien, no me pareció bien. Pero tenía contrato y el que paga manda. Eso no evitó que me doliera. Pero cuando Bahrein me regaló los oídos...

P. ¿Pero lo necesitaba tras ser dos veces el mejor del mundo?

“El ansia del último puerto y saber que puedes liarla, es una maravilla”

R. No, pero tampoco que me despidieran así.

P. ¿Se consideraba el mejor?

R. Yo me lo trabajé. En este deporte las cosas no vienen porque sí. Es trabajo, sacrificio. Y hay que tener un talento de la leche.

P. ¿Y qué hará en el Bahrein?

R. Quiero ayudar a los jóvenes porque sé que me sentiré igual de realizado. Se trata de enseñarles a ser profesionales. También haré de intermediario con los ciclistas y directores, haré grupo, presentar productos, atraer más sponsors... Y sobre todo aconsejaré. No de forma imperativa, sino que contaré lo que me pasaba a mí y cómo lo solucionaba. Lo que no me veo es de director porque con ellos no me suelo llevar bien. Y no quiero decirle a alguien que no. El no me cuesta mucho y no quiero tener jaleos ni la responsabilidad de decirles lo que no quieren oír. Conmigo, el que quiera aprender, que aprenda.

P. Imagino que lo que no tolerará será el dopaje, dado que usted nunca ha sido sospechoso.

R. Ni yo ni muchos, ¿eh? Mi época ha sido la de la tolerancia cero y guerra contra el dopaje, y los que cogieron mi camino, hemos durado muchos años y hemos logrado resultados. Creo que ahora, para que los jóvenes sepan qué es el dopaje tienen que ir a la wikipedia.

P. ¿Así que se puede fiar uno del ciclismo?

R. Desde hace tiempo. Controles como los que pasamos nosotros, ninguno. Y nos hizo mucho daño, sí. Pero desde que empezó la guerra y se dijo que de aquí no se salvaba ni cristo, se sancionaron campeones y es digno de admirar. No pasa en todos los deportes.

P. Usted pertenece a una generación para recordar, con Valverde, Samu Sánchez, Contador...

R. Una de las mejores, desde luego. Pero Landa, Izagirre, Nieve… es la generación que viene y es potente.

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