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Ana Peleteiro regresa a Galicia, a Ribeira, el pueblo del que salió hace 11 años

La campeona de Europa de triple salto se entrenará en un estadio que lleva su nombre a las órdenes de su marido, el triplista francés Benjamin Compaoré

Peleteiro, durante su conferencia de prensa.Foto: Borja Sánchez-Trillo (EFE)
Carlos Arribas

La soberbia es el motor de los campeones, de Ana Peleteiro, por ejemplo, y se expresa en forma de rabia, de furia, de se van a enterar, y también de amor nacido de la tristeza, como cuenta la atleta gallega, tan sentimental, quien, con la voz a veces quebrada, será la emoción, explica en una conferencia de prensa en Madrid, las razones y las circunstancias de su última decisión: dejar de entrenar en Guadalajara a las órdenes de Iván Pedroso, el arquitecto de sus éxitos —doble campeona de Europa, aire libre y pista cubierta, de triple salto; medallista de bronce den los Juegos de Tokio, plusmarquista nacional (14,87m)— para volver a su tierra, a su pueblo, Ribeira, en A Coruña, donde entrenará en un estadio que lleva su nombre a las órdenes de su marido “y compañero de vida”, el francés Benjamin Compaoré, de 37 años. “Siempre me he dejado llevar por el corazón”, dice. “Pero esta vez, además, por primera vez no he sido impulsiva, lo he meditado mucho”.

“La tristeza me hizo meditar la noche de los Juegos de París”, dice Peleteiro, de 28 años, que acudió a los Juegos como una de las favoritas y en una noche de lluvia y malos saltos terminó sexta en el Stade de France. “Le estuve dando vueltas toda la noche a las razones de mi mala actuación y a las cinco de la mañana llamé a mi agente para decirle que había decidió regresar a Galicia con Benjamin y con Lúa, nuestra hija, que ya va a cumplir dos años. Después lo hablé con mi familia, y todos me apoyaron. Ya no había vuelta atrás”.

Si a alguien no le sorprendió la decisión de la atleta española más popular fue al propio Pedroso, quien, cuenta Peleteiro, le dijo que ya se imaginaba que iba a ser así, y que incluso se sorprendió de que volviera con él el año pasado, después de su baja por maternidad, pues veía clarísimo que su nueva situación familiar le iba a hacer la vida muy dura. “No olvidemos que Iván está atado a Guadalajara porque allí tiene una hija de ocho años”, dice Peleteiro. “Sabe lo que es eso. Y bien claro me dijo que apoyaba mi decisión y que celebraría mis victorias”.

Peleteiro resistió a duras penas en Guadalajara y solo por alcanzar su objetivo olímpico en París, el final de una temporada en la que en marzo fue medallista de bronce en el Mundial en pista cubierta de Glasgow, y en junio oro al aire libre en el Europeo de Roma. “Pero desde pequeña tenía claro que si tenía una hija querría que viviera tan feliz como viví yo en Ribeira con mis padres, y en Guadalajara no podía ser. Soñaba con que mi hija estuviera con sus abuelos en Galicia”, explica, protegida su emoción detrás de la pantalla de un iPad en el que ha escrito unas líneas. “Ha sido muy duro conciliar mi vida familiar y mi vida profesional. Han pasado 12 años desde que me fui de casa, antes de cumplir los 18. Regreso a Ribeira, a Galicia, a mi refugio. La vida en Guadalajara y los entrenamientos con Iván eran ya pura rutina. Vivíamos aislados Benjamin y yo. Demasiadas horas juntos, en casa. Mi cuerpo y mi cabeza me pedían nuevas cosas. Y mi madre se va a jubilar pronto. Va a tener su nieta con ella. ¿Qué más se puede pedir?” Económicamente también saldrá beneficiada Peleteiro, que se ahorrará el salario de Pedroso, mientras que su marido recibirá la aportación de Adidas y del plan ADO a los entrenadores.

La atleta gallega fue un prodigio desde niña, y siempre ha sobrevivido a sus decisiones, y mejorado. Madurado. Campeona de Europa juvenil en 2011 y campeona del mundo junior en 2012. En junio de 2013, dejó Galicia, y a Abelardo Moure, su primer entrenador, para establecerse en el CAR de Madrid y en la Residencia Blume, para entrenar con Juan Carlos Álvarez, el técnico de Carlota Castrejana. La aventura duró menos de tres años y no fue fructífera. A principios de 2016 se embarcó en Portugal en el grupo del técnico João Ganço, el entrenador del campeón olímpico Nelson Évora. Solo unos meses después, acabados los Juegos de Río, Évora rompió una relación de 25 años y se fue a Guadalajara a entrenar con Pedroso, y con él, Peleteiro. Pedroso la aceptó después de consultarlo con Yulimar Rojas, la diosa venezolana del triple salto, a la que ya entrenaba.

“Siempre critican a los atletas que cambian de entrenador, como si fuéramos propiedad de los técnicos, y parece algo raro hacerlo, pero muchos atletas han cambiado”, dice Peleteiro, que cita los ejemplos de grandes campeones que cambiaron, como el francés Teddy Tamgho, que dejó a su descubridor, el francés Jean-Hervé Stievenart, ya fallecido, para irse a Guadalajara con Pedroso, justamente, de Shelly Ann Fraser Pryce, de Tamberi, de Lavillenie, de Katherine Johnson Thompson… “Y Benjamin es muy buen entrenador. Ya he entrenado con él. Mantengo viva mi ambición deportiva. Quiero saltar 15 metros. Tengo objetivos muy altos para Los Ángeles 28. Quiero volver a saltar tan bien como cuando tenía 14 años y batí el récord de España juvenil con 12,70m. Vi hace poco el video y me maravilla la naturalidad con que saltaba, lo bien que lo hacía. Nunca he vuelto a saltar tan bien”.

También forjado por Stievenart en el INSEP de París, Compaoré es un triplista de 17,48m y campeón de Europa en 2014. Desde hace años combina la práctica activa con su trabajo de entrenador, plasmado sobre todo en el francés Enzo Hodebar, triplista de 25 años y 17,05m, subcampeón europeo sub-23 en 2021 y finalista en los Europeos de Múnich. “En Ribeira se puede hacer atletismo de alto nivel”, concluye Peleteiro. “Y allí me siento protegida de tanto odio como me llega en las redes, de tanto juicio de todo el mundo…”

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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