Marchand en la corriente de Australia
El francés, campeón de 200 estilos, destaca en un torneo marcado por el dominio del equipo de Titmus, O’Callaghan y Chalmers, y por la crisis de Popovici
El tsunami amenazaba en los 100 y los 200 metros libres masculinos. Pero la gran ola rompió en los 100 y los 200 femeninos. El Mundial de Fukuoka pasará a la historia por registrar la parálisis del joven David Popovici, a sus 18 años, tan desafinado y desorientado como firmes se muestran las australianas Mollie O’Callaghan y Ariarne Titmus, devastadoras en la final de relevos de 4x200m libre que produjo el quinto récord mundial de la competición, el cuarto a manos de las australianas. Solo una plusmarca corresponde a otra nación, los 400m estilos del francés Léon Marchand, que ganó el oro en 200m mariposa y este jueves volvió a subirse a lo más alto del podio en la final de 200m estilos, prueba que le internó en el mundo más explosivo de Michael Phelps y Ryan Lochte, los mitos. La respuesta de Marchand fue la décima mejor marca de todos los tiempos: 1m 54,82s.
Las nueve marcas que lo mejoran corresponden a las versiones más maduras de Phelps y Lochte, entre los 23 y los 27 años de edad. El propio Phelps le avala: “Yo lo veo entrenar todas las semanas y sé lo que digo: Marchand está en otro nivel”. El tiempo corre a su favor. Marchand es un portento que con solo 21 años todavía tiene ante sí un lustro de margen para el desarrollo muscular. Más potencia es lo que le impone el desafío que se plantea: bajar de 1m 54,00s, el muro que levantó Lochte en 2011, con 27 años, hipertrofiado a base de levantar neumáticos de tractor.
Marchand ha dado un gran salto adelante desde los Mundiales de 2022. Bob Bowman, que entrenó a Phelps y ahora se ocupa de monitorizar a Marchand desde su puesto de director de natación de los Red Devils, el equipo de la Universidad de Arizona, en Phoenix, aventura una explicación. “Quería que Léon evolucionara en un contexto competitivo, que no le era familiar en Francia”, dijo Bowman en L’Equipe. “Aprendí que puede dejarse llevar, no por pereza, sino por cierta indiferencia. A veces actúa como si estuviera más cansado de lo que realmente está. Cuando entrenas con un equipo de alto nivel tus compañeros te empujan a nadar más rápido”.
Bowman metió a Marchand en la misma piscina que Chase Kalisz, campeón olímpico de 400m estilos en los Juegos de Tokio. “Realmente no me gusta salir de mi zona de confort y me pareció un gran desafío”, admite el francés. “Pero después de un mes con Chase mi mariposa y mi braza habían mejorado mucho”.
León Marchand volvió a conquistar en Fukuoka los oros que ganó en Budapest, hace un año. Exactamente aquello que no pudo conseguir David Popovici, que se quedó fuera del podio de 200m libre y este jueves fue sexto en la final de 100 con un tiempo de 47,83s, marca que han conseguido 47 nadadores a lo largo de la historia. Muy lejos de los 46,86s que el mismo Popovici estableció con tan solo 17 años. Un bache que solo su entrenador podría explicar y que se hizo más evidente en una carrera que no resultó especialmente rápida. La ganó el australiano Kyle Chalmers, oro olímpico en Rio, a sus 25 años paradigma del viejo rockero, con un tiempo de 47,15s. No exactamente su mejor versión.
Popovici salió del agua resignado tras completar el último largo en 25,10s, un segundo más lento que el día que batió el récord. Confesó que la energía que le faltó para rematar los últimos metros del 100 y el 200 es combustible que su cuerpo no es capaz de reservar por falta de adiestramiento aeróbico y anaeróbico. “En el momento en que toqué la pared en la final de 200 del martes, un pensamiento me vino a la cabeza: ‘tengo que entrenar mejor’. Tengo que ser más consistente en los entrenamientos porque ese es el pegamento que lo une todo. Sé que estaré bien”, dijo.
Popovici anuncia que su objetivo son los Mundiales de Doha previstos para febrero de 2024 y, sobre todo, los Juegos de París del verano próximo. La crisis de Fukuoka le obliga a replantearse su estrategia. Sea cual sea, hasta ahora no se ha parecido en nada a la de Léon Marchand. Si el francés emigró de Toulouse a Arizona en busca de compañeros que le pongan a prueba a diario, Popovici, que siempre se entrenó con sparrings rumanos de segundo nivel, debe resolver si sigue sumergido en el mismo ambiente acogedor que preside su padre Mihailo en el club Dinamo de Bucarest.
El método Boxall
”Tenemos un buen grupo de nadadores”, dice Adrian Radulescu, el entrenador de Popovici; “no son nadadores de máximo nivel mundial pero son los adecuados”.
Dean Boxall tiene otro método. El entrenador australiano más exitoso de los últimos años ha reunido en el mismo equipo a la espaldista Kaylee McKeown, de 22 años, triple campeona olímpica en Tokio, con Ariarne Titmus, de 22 años, campeona olímpica y récord mundial de 400m libre, y con Mollie O’Callaghan, de 19 años, campeona mundial de 100m libre en 2022 y nuevo récord mundial de 200m libre. Juntas se presionan cada mañana en la piscina del club St Peters de Brisbane. Juntas coronaron este jueves el más fulgurante de los relevos de 4x200 de la historia.
Sucedió en la final de la prueba larga de relevos del Mundial, una obra maestra coral con dos solistas que se salen del mapa. Lanzó la carrera O’Callaghan con una posta a ritmo de récord que completó en 1m 53,66s. Cuando la estadounidense Katie Ledecky saltó a cumplir con la segunda posta llevaba cinco metros de desventaja respecto a su rival australiana, Shayna Jack. Los dos equipos se metieron en zona de plusmarca y el dilema lo resolvió Titmus con uno de los golpes de autoridad más rotundos que se recuerdan: 1m 52,41s, la mejor posta de la historia para un tiempo global de 7m 37,50s, dos segundos menos que el viejo récord que ellas mismas batieron en 2022, para gloria de la natación de Australia, que suma nueve oros, cabeza del medallero por encima de China (3) y Estados Unidos (2).
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