Imanol Arregui: “La mayor mentira de un entrenador es querer tratar igual a todos los jugadores”
El técnico, ejemplo de longevidad en el deporte español tras 22 años seguidos en el banquillo del Xota Fútbol Sala, habla sobre la dinámica y evolución de los vestuarios
“Los más desgraciados de un equipo son el portero y el entrenador. Cuando pierde, la culpa es del portero, porque no para una, o del entrenador, porque no tiene ni idea. Pues yo he sido las dos cosas”, suelta entre la resignación y el orgullo Imanol Arregui (Pamplona, 51 años). Bajo palos estuvo 16 temporadas y dirigiendo, 22 de forma consecutiva y siempre en el mismo club, al lado de casa: el Xota, de la máxima categoría del fútbol sala, del que se acaba de despedir por agotamiento mental. Semejante longevidad en un mismo banquillo de la alta competición de equipos es lo que le ha convertido en un tipo especial, uno de esos rara avis que circulan por las carreteras secundarias del deporte. En España, iguala el caso de Juantxo Villarreal, técnico del Balonmano Bidasoa entre 1975 y 1997.
La primera vez que Arregui entró en el vestuario con la carpeta de jefe para dirigirse a sus excompañeros, en el verano de 2001, lo hizo “asustado”, convencido y, por qué no admitirlo también, consciente de los comentarios que podía provocar en la calle el hecho de que su hermano Tanoto fuera el presidente. “Bueno, lo entendía. Mucha gente va a lo fácil, y lo fácil era eso. Pero terminamos quintos con la misma plantilla con la que casi bajamos la temporada anterior, y todo el mundo se calló. A partir del cuarto o quinto año, ese tema desapareció”, comenta al otro lado de la videollamada el que fue nombrado en la 2009-10 el mejor entrenador de la Liga.
Él se acababa de retirar con 30 años como meta del Xota, ya en Primera, y su idea era entrenar en la base mientras seguía en la fábrica del pueblo, en Irurtzun, a 20 minutos de Pamplona, sede original del club (ahora juega en la capital navarra). Sin embargo, todos los técnicos contrastados que tocó la entidad rechazaron las ofertas, y la pelota cayó en su tejado. Hasta cinco temporadas después de iniciarse en los banquillos, no se desvinculó por completo de la fábrica.
“La primera charla es clave para un entrenador. Lo que digas, tienes que cumplirlo, y que los jugadores lo vean. Y, bajo ningún concepto, querer tratar igual a todos. Esa es la mayor mentira. Hay unos que, si les coges de los huevos, reaccionan y se multiplican, mientras que a otros los hundes”, advierte Imanol Arregui sobre una trayectoria tan longeva en la que, al principio, recibió el apoyo de un psicólogo. “Me aconsejó que nunca le hablara a la plantilla cabreado justo después de un mal partido. Y es verdad, porque aunque luego el lunes te expliques mejor, da igual, eso se queda ahí”, explica el preparador.
De lo que no hay escapatoria posible ocupando un banquillo, sentencia, es que “va a llegar un punto en que toca ser un cabrón”. “Yo no estoy cómodo en ese papel; ahora bien, si me toca, lo soy. Pero si alguien me obliga a estar siempre así, se va a la calle al final de año. Aunque sea el mejor. Hay gente que es más dictatorial y les funciona. No es mi caso”, explica.
La pandemia retrasó sus planes
Después de tres lustros como guardameta y dos décadas en el banquillo, primero como protagonista y luego como testigo y juez, llegado al medio siglo de vida ha asistido a lo que él considera un “cambio en la sociedad” reflejado en los vestuarios. “El joven quiere todo más rápido y con menos esfuerzo, por norma general. Antes había más sacrificio. Podías tener a uno sin jugar todo un año sin problemas. Ahora, si no salen, en dos meses se quieren ir. También las redes les hacen mucho daño”, apunta Arregui. “¿Algo positivo de ahora? Bueno, vienen mejor preparados, con estudios, y eso hace que cojan las cosas más rápido”, añade este técnico criado en los viejos códigos.
Una vez subcampeón Liga (2009-10), semifinalista en dos ocasiones (2015-16 y 2016-17) y otra vez subcampeón de Copa (2016-17), Arregui tenía pensado poco antes de la pandemia echarse a un lado y buscar nuevos aires, pero la plaga lo empujó a congelar los planes. Para él, recalca, el Xota es “algo personal”, el equipo de su pueblo, para lo bueno y para lo malo. “Llevábamos 10 años seguidos disputando los playoff y la Copa, y el coronavirus nos obligó a reducir mucho el presupuesto. La mayoría del núcleo duro de la plantilla se marchó y teníamos que montar otro bloque con jugadores sin apenas experiencia en Primera y sin margen de error. No me podía ir. Ahora sí, ya hemos construido otra base y nos hemos mantenido. Pero si hubiéramos bajado, me quedaba, eh”, zanja Arregui.
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