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La contrarreloj de la Dauphiné saca a la luz las carencias del ciclismo español y castiga a Enric Mas

Mal ejercicio del mallorquín, sancionado además 20s por llevar el coche muy cerca a su espalda, y de Landa un día en el que el joven Carlos Rodríguez, ya a 1m 48s de Vingegaard en la general, fue el mejor de los españoles en una etapa ganada por Mikkel Berg

Carlos Arribas
Landa, durante la contrarreloj.
Landa, durante la contrarreloj.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP)

No se puede decir que Enric Mas amara mucho las contrarreloj, pero tampoco que las odiara, sentimiento, el odio, que, sin duda, acogería con placer el miércoles por la tarde, calor y luz de Tour en el centro de Francia, entre el Loira y el Ródano. No marcha sobrado el mallorquín en un terreno demasiado llano, falso llano del 3% más exactamente, terreno de caballos desbocados, vatios absolutos, no de sus vatios de escalador, tan relativos. El tiempo, un reloj de arena que se cuela entre sus dedos, acelera. Detrás de él acelera su coche su director, Txente García Acosta, y se acerca, se acerca. A su lado, el comisario de la UCI toma nota. Cuentan todos los responsables del arbitraje del ciclismo mundial con un estudio de un sabio ingeniero de dinámica computacional de fluidos en el túnel del viento de Eindhoven que establece que un corredor se puede beneficiar de un coche o de otro corredor que le siga de cerca, pues este objeto elimina las turbulencias que la propia velocidad del ciclista crea y le frenan. Mas no hace precisamente la contrarreloj de su vida --en 30 kilómetros cede 2m 40s al ganador de la etapa, el danés Mikkel Berg, y 2m 28s al favorito para la victoria final en la Dauphiné, otro danés amigo del llano y del viento y de las montañas, del frío y del calor, Jonas Vingegaard-- pero el resultado empeora una hora después de terminarla cuando el jurado, presidido por el español Vicente Tortajada, decide de manera insólita sancionarle 20s porque un coche se acercó a su espalda a menos de los 25 metros permitidos. Es la primera vez que en una gran carrera se aplica una norma basada en un estudio experimental de túnel de viento virtual.

Calor de Tour, mínima humedad y una cuesta inicial, poco más de dos kilómetros al 5%, que Vingegaard engulle a grandes bocados. Atómico. El danés vuela como voló en febrero en Santiago en la contrarreloj de O Gran Camiño, donde hasta a los drones les costaba alcanzar su velocidad. A su lado, los mejores rodadores del momento, el francés Rémi Cavagna, el TGV de Clermont Ferrand, el danés Mikkel Berg, campeón del mundo amateur y amigo de Pogacar, parecen lentos; a su lado, los mejores españoles, las esperanzas habituales del Tour, Mas, Landa, y el joven que llega, Carlos Rodríguez, parecen cadetes. A 55 kilómetros por hora recorre Vingegaard los 10 primeros kilómetros, el primer tercio del rodeo que llevaba de Cours a Belmont, entre el Loira y el Ródano, su posición en la cabra millones de veces perfeccionada mediante el uso virtual del túnel del viento (maravillas de la supercomputación --y del mismo laboratorio de Eindhoven que demuestra que un objeto en movimiento a la espalda también genera ventaja aerodinámica, y no solo el coche o la moto a cuyo rebufo el ciclista acelera--, el aerodinamismo del manillar, de la potencia, de la tija, del cuadro, de las llantas, estudiada al milímetro. En 10 kilómetros, en el puesto de cronometraje de un pueblo apropiadamente llamado Mars (Marte), pues a Marte parecía volar el cohete Vingegaard, los españoles le ceden ya entre 45s y un minuto.

En 10 kilómetros, Vingegaard, el ganador del último Tour saca a la luz las carencias de los españoles en los que más se cree, hombres de montaña, se dicen, y, afortunadamente, aunque su rendimiento va de menos a menos y llegan casi a quedarse secos en los últimos kilómetros, asfixiantes, largas rectas en permanente falso llano ascendente que les roban la energía, a Vingegaard, tan científico, le fallan los cálculos y acaba también seco, casi tan seco como ellos, y ni gana la contrarreloj ni alcanza el maillot amarillo, dos de sus objetivos. Los honores se los cede a su compatriota Berg, locomotora del UAE en el Tour, dos años más joven que él y triple campeón del mundo de contrarreloj sub 23, más regular y calculador, que sale lento y esprinta en la última cuesta. “Sí, quizás sea mejor no haber cogido el liderato, así no hago trabajar al equipo y ya llegarán las montañas el fin de semana para alcanzarlo”, dice Vingegaard, segundo en la general, a 12s de su compatriota. “El plan pasaba por salir muy fuerte, pero quizás me pasé y fui un pelín más fuerte de lo debido. Intenté ahorrar un poco de fuerzas en los 10 kilómetros intermedios para ir fuerte al final, pero llegados los últimos kilómetros ya no tenía nada para ir fuerte. Sí, quizás, debí regular un poco más al principio”.

Los errores de cálculo del danés que peleará en julio con Pogacar por la victoria en el Tour no le vinieron mal al grupo de meritorios anglosajones, habituales ocupantes de puestos de honor, que se apelotonaron a su espalda en un margen de un minuto –y allí estaban Hindley, Haig, Adam Yates y O’Connor–, pero no le dieron oxígeno a los españoles. Mas le cedió finalmente, incluida la sanción, 2m 48s en los 30 kilómetros (casi 5s por kilómetro) y ya está a 3m 3s en la general; y Landa a 2m59s. Otros escaladores de habla española, el colombiano Egan Bernal (a 2m 25s) y el ecuatoriano Richard Carapaz (a 2m 21s), doblado por Alaphilippe en los últimos kilómetros, engrosan su grupo, del que se libra el mejor de los españoles, y el más joven.

Carlos Rodríguez, granadino de Almuñécar, de 22 años, debutará en el Tour tras haber acabado séptimo el año pasado en su primera Vuelta. Reguló mejor que ninguno y terminó cediendo 1m 48s. Fue el mejor de los españoles, y aunque no el mejor del Ineos (Dani Martínez, más especialista, le superó por 53s) en cierta forma ganó ante Egan las primarias del equipo británico para el Tour. Solo después de los Alpes de sábado y domingo decidirá Egan si está preparado para regresar al Tour 18 meses después de su accidente, pero Rodríguez ya se siente preparado para asumir el liderato de uno de los mejores equipos del mundo.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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