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La Flecha Valona espera una nueva ‘razzia’ de Tadej Pogacar

La segunda clásica de las Ardenas lamenta las ausencias de Alaphilippe, tres veces ganador, y de los júniors de oro españoles, Rodríguez, Ayuso y Arrieta, heridos

Carlos Arribas
Flecha Valona
Pogacar, camino de la victoria en la Amstel Gold Race, el pasado domingo.VINCENT JANNINK (EFE)

Se corre la Flecha-Valona y el mundo, que espera un nuevo advenimiento del mesías Tadej Pogacar imbatible, lamenta la ausencia de Julian Alaphilippe, ganador tres veces en el muro de Huy, que, la maldición del arcoíris de nuevo, tantas caídas, y la paternidad, camino de los 31, lleva dos años sin ser el mismo que fue, el heredero de Valverde, que ganó cinco flechas y quedó segundo en la última, a los 41 años. Su jefe y pagador en el Quick Step, Patrick Lefévère, le ataca porque no gana tanto como debería para el sueldo que recibe, y, mintiendo le reprocha que sus victorias –aparte de las tres Flechas, dos Mundiales, una San Remo, etapas en el Tour, maillot amarillo, gloria francesa—las consiguió antes de la explosión de la generación de los llamados cinco fantásticos –Van der Poel, Van Aert, Pogacar, Evenepoel y Vingegaard—, proclama que su tiempo ya ha pasado, y le condena el domingo, en su regreso a la Lieja que podría haber ganado, a trabajar de gregario para su niño querido, Evenepoel, que defenderá título ante Pogacar.

El mismo Lefévère, más patrón de empresa que director de equipo, sin embargo, recuerda cómo en el otoño de la pandemia y todas las clásicas concentradas, septiembre y octubre de 2020, Alaphilippe ganó su primer Mundial en Imola dejando segundo a Van Aert, y después, en Flandes, su primer Flandes, iba justamente en fuga con Van Aert y Van der Poel cuando se tragó una moto a la salida de una curva, y en Lieja había dado por ganado un sprint real delante de Pogacar cuando, exaltado con su arcoíris demasiado pronto, levantó los brazos antes de cruzar la meta y le adelantó Roglic en el último suspiro. Y el Mundial de 2021, en la Lovaina de los belgas, Evenepoel y Van Aert se pegaron a sus espaldas, y también Van der Poel.

Pogacar -11 victorias en 17 días de carrera en 2023, un monumento en Flandes, una Amstel, París-Niza, Andalucía, los olivos de Jaén: un cuarto puesto en San remo, su peor puesto- nunca ha triunfado en el muro de Huy (1.300m al 9,6%, con tramos por encima del 15%), el final más duro de todas las clásicas. Siempre ha habido un puncheur con más finish que él. No parece haberlo este 2023. No está Alaphilippe, no está Valverde, no está Roglic, no está Vingegaard. Tampoco está escrito que el aperitivo de Lieja se vaya a resolver como siempre, con la ceremonia de toma de posiciones antes de la curva de entrada al muro, el control del tempo, el sprint en los últimos 300 metros. Con Pogacar, como con todos los prodigios del momento, lo imprevisto es la norma.

En España, que se presenta con su trío de veteranos habituales --Mas, Landa, Bilbao-- al frente, también se oyen lamentos. No más por nostalgia del Valverde retirado a los 42 años, sino por el infortunio de los jóvenes que crecen, que, heridos, ven pasar el tiempo, la ilusión en conserva, introspectivos, los ojos volcados hacia su interior y no fascinados al descubrir las maravillas y las carreras con las que sueñan. Los júniors de oro acumulan cicatrices y experiencia, maduran mientras su cuerpo se queja y las promesas persisten. Del 2001 es Carlos Rodríguez, séptimo en la Vuelta, que se rompió la clavícula el 4 de marzo, en las Strade Bianche. De 2002, septiembre, es Juan Ayuso, el más prodigioso y acelerado, quien no ha vuelto a ponerse un dorsal desde que en septiembre terminó tercero en la Vuelta tras Evenepoel y Mas. Una lesión insidiosa que dirían los italianos, una tendinitis en el tobillo, al parecer, porque ni su equipo, el UAE, ni él mismo, quieren comunicar nada oficialmente hasta que no regrese, ha retrasado su entrada en competición el año en el que su ambición comenzaría a colmarse en grandes carreras. Han pasado siete meses desde la Vuelta. Tanto él como Rodríguez están anunciados en el Tour de Romandía, en Suiza, que comienza el martes 25. No así el tercero de su generación, Igor Arrieta, de diciembre de 2002, que crece más lento, y muy fuerte, y que habría debutado en la Flecha y en la Lieja esta semana si no fuera porque el sábado pasado, en las montañas frías y lluviosas del Jura, le atropelló un coche cuando, terminado el día en la cima del Mont Poupet, donde él, extraordinario, quedó octavo, descendía hacia el autobús del equipo, el Kern, abajo del puerto. Arrieta cayó de cara. Sufrió múltiples cortes en el rostro --decenas de puntos lo surcan, mínimos, propios de cirugía estética para dejar el mínimo rastro-- y la fractura de huesos de la nariz, que han sido operados el martes.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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