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Como en la vida real, el mejor asiento en el pelotón del Tour es el más caro

El túnel del viento y la simulación demuestran que en los mejores sitios se hace solo el 5-7% del esfuerzo que haría un ciclista en solitario para ir a la misma velocidad

En las etapas llanas del Tour, el pelotón es el agua de un río que fluye sin cesar por las carreteras de Bretaña calurosa y hacia el Este y el Norte; el río que nos lleva, como dicen los ciclistas, gotas de agua, que también saben que no a todos los lleva igual. “Claro que no”, dice Daniele Bennati, ciclista del Movistar. “En el pelotón hay clases y hay plazas para cada uno”. Hay business, primera, segunda y tercera, y, como en un avión cualquiera, según el sueldo que gane cada uno de los ciclistas allí viajará. Es la ventaja de ir a rueda.

Y el puesto de cada uno afectará a la comodidad del vecino, cuya marcha se ve influida por el juego de presiones, altas y bajas, que se generan moviéndose en el espacio, porque entre ellos, aunque no se vea, siempre hay algo, el aire, el principal obstáculo que se debe superar para avanzar en llano.

En business, la parte central delantera del pelotón, justo detrás de la cabina del piloto, viajan los líderes; por las alas, la zona más ingrata, suben y bajan los gregarios más fuertes, especie de ascensores-montacargas que suben a sus jefes o les acercan provisiones; a cola va el resto. Es la zona más cómoda aerodinámicamente hablando, pero tampoco gozan tanto de esa ventaja: su etapa es un constante subir y bajar, sprints entre coches y frenazos para remontar con agua o para acercar al jefe que ha pinchado o para acompañarlo después de orinar; y sprints para superar el látigo, la aceleración súbita que les ataca a la salida de una curva o una incontable rotonda.

Solo poco más de un siglo desde la invención del Tour y de su pelotón ha debido transcurrir para que tal conocimiento, intuido y experimentado a la primera por todos los ciclistas se haya convertido en fórmula y en números. Como bien se sabe, la ciencia imita a la realidad, y la explica. Y el avance tecnológico de las últimas décadas han permitido a los ingenieros acceso a las herramientas que les resuelvan sus intuiciones.

Armado con el software de simulación de Ansys, los reyes de la dinámica de fluidos computacional –“todo se experimenta con simulaciones, juegos de ecuaciones matemáticas”, dice uno de sus lemas, “y si no te fías, no te subas a un avión, porque está diseñado con simulación”—y con un superdordenador Cray, capaz de procesar los datos de tres billones de celdas, es lo que ha conseguido un ingeniero belga llamado Bert Bocken, amante del ciclismo y de las relaciones de los ciclistas con las presiones y profesor en las Universidades de Lovaina (Bélgica) Eindhoven (Holanda).

“Siempre se ha sabido, claro, que el ciclista que va a rueda de otro hace menos esfuerzo para mantener la misma velocidad”, explicó Bocken a EL PAÍS hace 10 días sentado en una plataforma introducida en el túnel de viento de la Universidad de Eindhoven, donde le rodea, clavado en el suelo un pelotón de 121 figuras de plástico marrón, como guerreros de Xián de terracota, inmóviles pero no mudos: cada uno está forrado de miles de celditas mínimas, hasta tres billones en total, que recogen los datos de presión que hablarán por ellos. “Pero hasta ahora, las cifras que se manejaban eran equivocadas porque los estudios han sido muy limitados. Como mucho se estudiaba a cuatro corredores en fila y se concluía que el cuarto ahorraba un 50% de energía para ir a la velocidad del primero. Yo, con 121, primero hice la cuantificación con un simulador matemático, y el túnel del viento lo confirmó después”.

La realidad descubierta con el experimento de los 121 corredores en el túnel es sorprendente. No solo el primero de un pelotón, aunque reciba todo el aire en el pecho, hace tanto esfuerzo por ir, digamos a 50 por hora, como uno que va solo en fuga. “Hace el 86% de esfuerzo”, dice Bocken, “porque como ya demostré en otro estudio, los juegos de presión positiva de la rueda delantera de quien lleva detrás y la presión negativa de su rueda trasera, hacen que el de atrás empuje al aire y al ciclista de delante”. Y la reducción aumenta según se introduce uno en las profundidades del grupo hasta llegar a concluir que en la cola del pelotón basta con hacer un 5-7% del que hace el primero para aguantar la velocidad. “Es una diferencia bárbara, por eso los últimos del pelotón a veces ni pedalean”, dice Bocken, quien, sin embargo, no recomienda a los líderes ir a cola. “Si hay ataques, caídas, cortes, cambios de aire… Le pillará siempre desprevenido. Tiene que ir delante, aunque tenga que pedalear más. Pero no hay sitio para todos”.

“Claro que sabemos que ir en business cada vez cuesta más”, dice Bennati, una especie de dragaminas potente que abre paso en las tripas del pelotón para buscarle un buen sitio a su líder, Nairo Quintana. “Y cada vez es más duro. Antes, más o menos se respetaba la jerarquía y había sitio para todos. Ahora, a cada líder le acompaña siempre medio equipo, y todos exigen buen trato. Eso acaba siendo una batalla solo para colocarse…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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