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La verdad del Giro de Italia está en la tripa de los ciclistas, y en las patatas

El análisis de las heces de 16 corredores durante la Vuelta de 2019 revela una relación directa entre la calidad de la microbiota intestinal de los corredores, hija de la dieta, y su clasificación final

Carlos Arribas
Giro de Italia
Dainese, de negro, a la izquierda, una pedalada antes de ganar el sprint de Caorle ante Milan, el gigante de morado, a la derecha.Massimo Paolone/LaPresse (LAPRESSE)

Con su victoria en el Monte Bondone, el martes, João Almeida maravilla a los mismos periodistas italianos a los que horroriza minutos después cuando, durante la rueda de prensa, delante de todos, agarra un sobre de kétchup espeso y riega generosamente, con la ilusión de un niño, un táper de arroz blanco y tortilla troceada que comienza a devorar con gran apetito. “Espero que no se entere mi nutricionista”, bromea el portugués guiñando un ojo falsamente pícaro, pues sabe que su nutricionista, como los de todos los equipos, saben perfectamente lo que ingieren los corredores, cantidad al miligramo, y contenido, carbohidratos, mucho; proteínas, no pocas; grasas, mínimas. Y la gastronomía no entra en los cálculos de la mayoría de los especialistas, ni la variedad. En todo caso, los más puestos a la última en la ciencia de la nutrición y el rendimiento, puede que incluso le dirían que añadiera unas patatitas cocidas o un boniato al mejunje, que el almidón, y la fibra que genera, es guay.

A esta conclusión, a la del efecto beneficioso del consumo de tubérculos, carbohidratos complejos y con fibra, en el rendimiento de los ciclistas, ha llegado el investigador Manuel Fernández Sanjurjo, del departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo, que en la Vuelta a España de 2016 dirigió una investigación a partir del análisis varios días de las heces de 16 corredores, ocho del Astana y ocho del Mitchelton, para comprobar la composición de su microbiota, hija, principalmente, de la dieta.

El ciclista es corazón, pulmones y músculo, y las tripas son el espejo de su motor. En todo el sistema digestivo, pero sobre todo en el intestino grueso, y más en el colon, vive kilo y medio, más o menos, de microorganismos vivos, unos 40 trillones de bacterias, virus, hongos y arqueas. Su composición y variedad modulan aspectos clave de la salud y la enfermedad, como el metabolismo o el sistema inmunitario. Y se cree que influye en muchos más aspectos. En la comunidad científica circula un dicho revelador sobre el peso de tal población: conocemos más del espacio que de la microbiota.

“La relación de la microbiota con el rendimiento es total”, dice Fernández Sanjurjo, doctor en biología molecular. “En 2018, el investigador Jonathan Scheiman, de la Universidad de Harvard, publicó en Nature que el lactato, residuo de la combustión de los músculos también pasa la barrera intestinal y se lo comen las bacterias veillonella que lo convierten en butirato, un ácido de cadena corta que mejora el metabolismo muscular. Introdujeron por vía rectal butirato en algunos ratones, y estos aumentaron su resistencia La publicación fue como, ¡guau!, hemos llegado a un antes y un después en esto, un punto de inflexión en la relación rendimiento con microbiota, porque es real”.

El análisis de la microbiota en la Vuelta de 2019 le permitió a Fernández Sanjurjo maravillarse porque obtuvo un resultado que no esperaba, la casi perfecta traslación entre el estado de la microbiota de los corredores, su variedad, reflejo de la variedad de la dieta que habían seguido las semanas precedentes, y el resultado final. “Cuando el estadístico nos envió la imagen final del estudio realizada con los datos que le enviamos, nos dijo, mirad, hay una relación casi perfecta entre microbiota y la clasificación general. No me lo esperaba“, dice. “Según con qué microbiota llegas a una competición así vas a rendir. Y la mejor era la de los que incluían patatas u otros tubérculos en su dieta. Son muy relevantes todas esas bacterias para predecir el rendimiento”.

La bióloga molecular Blanca Bermejo, del centro de medicina deportiva Rx2, es una de las mayores expertas españolas en microbioma y rendimiento. “Se vio que los ciclistas específicamente tenían una microbiota diferente a la de otros deportistas, porque tenían mucha cantidad de prevotella, que sintetiza aminoácidos de cadena ramificada, como la lisina”, explica. “Es muy preponderante sobre las demás, algo completamente distinto a la población general, pero muchas veces cuando describimos población general respecto a deportistas, ya hay una selección previa, el deportista ya está seleccionado”.

La microbiota de los ciclistas empeoró a lo largo de la carrera porque los ciclistas, forzados por la necesidad de reponer diariamente cientos de calorías por hora recurren a carbohidratos simples vía geles, barrita o líquidos y siguen una dieta menos variada que cuando se entrenan. Y comen menos patata, con su fibra que el estómago no digiere, pero en el intestino grueso las bacterias la dejan fermentar y luego extraen toda la energía, que transforman en ácidos de cadena corta. “El siguiente paso será resolver la duda, ¿la buena microbiota es la causa del buen rendimiento o la consecuencia de la buena forma del ciclista?”, dice el investigador. “Y si es la causa, ¿se podrá mejorar por vía directa, con productos prebiótico, probióticos o posbióticos o solo con la dieta?”

Algunos equipos, incluido el Ineos del líder del Giro de Italia, Geraint Thomas, siempre preocupado por ofrecer a los ciclistas una dieta variada fuera de las horas de la etapa, han comenzado a analizar las heces de sus corredores. Esperan sus responsables de rendimiento encontrar la respuesta y el producto, porque por ahora, no es cuestión de ponerles supositorios de butirato a los corredores, que no son ratones. Pero, seguramente, de entrada, ya añadirán patatas y boniatos a su dieta.

“Ha sido el día más tranquilo del Giro, aunque tampoco nos hemos librado de 10 minutos de lluvia. Solo he tenido que preocuparme de alimentarme bien”, dice Thomas después de la etapa más llana, entre el pie de monte alpino y la playa de Caorle, al norte de Venecia, llanura por la que fluye, tranquilo como el pelotón, el río Sile, el río más llano, pues no nace en la montaña, sino en el valle, hijo de un manantial de agua dulce, y, transferido al viejo cauce del Piave, riega arrozales hasta desembocar en el Adriático, donde los ciclistas llegan al sprint cantado de la 17ª etapa, con victoria del local Alberto Dainese. El Movistar trabajó toda la etapa para anular la fuga, pero su velocista solitario, sin el apoyo en el último kilómetro de su lanzador designado, Max Kanter, no pudo entrar en el sprint, resuelto en la foto finish entre Dainese y Jonathan Milan. “El final ha sido caótico, pero el equipo me protegió muy bien”, dice Thomas. “Y he llegado de una pieza”.

A los hombres de la general les esperan tres días duros, dos jornadas de montaña y una cronoescalada. A los sprinters les queda la última oportunidad, Roma, final de Giro, el domingo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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