Dan por fallecidos a dos alpinistas vascos en la Patagonia
Una avalancha de nieve sorprendió a Iker Bilbao y Amaia Agirre tras escalar el Fitz Roy, si bien el tercer miembro de la cordada resultó ileso y dio la voz de alarma
Los alpinistas Iker Bilbao (29 años, natural de Durango, Bizkaia) y Amaia Agirre (31 años, de Urnieta, Gipuzkoa) se encuentran desaparecidos desde ayer, cuando un alud de nieve los sepultó primero, y los arrastró al fondo de una grieta, minutos después de alcanzar la base del Fitz Roy (3.405 metros), la icónica montaña del hielo patagónico sur, en la frontera entre Argentina y Chile. Ambos formaban parte de una cordada de tres escaladores y venían de completar la ruta Afanassieff al Fitz Roy, abierta en 1979 en la vertiente noroeste de la montaña por un grupo de cuatro montañeros franceses. Después de un descenso en rápel por la ruta francoargentina, el trío superó la brecha de los italianos y fue sorprendido por la avalancha cuando todas las dificultades parecían superadas. Josu Linaza (31 años), vizcaíno de Igorre, salió indemne del accidente y alcanzó la localidad argentina de El Chaltén, que se encuentra cerca de la montaña, para buscar socorro.
En este municipio, todos los accidentes pasan por la doctora Carolina Codó, fundadora y responsable de la Comisión de Auxilio de El Chaltén: “Creo que no hay esperanza para los dos desaparecidos. El superviviente los buscó durante casi una hora sin ver rastro alguno, y apuntó que la avalancha los había barrido hasta el fondo de una grieta de enormes dimensiones que presenta el glaciar. Ahora mismo, tenemos 30 grados de temperatura (es verano) y la isotermo 0 está por encima de los 4.000 metros, con lo que ni siquiera puedo enviar a nadie a buscar los cuerpos, porque sería someterlos a un peligro enorme. Cuando bajen las temperaturas trataremos de organizar un equipo pequeño que valore la situación y que decida si es posible recuperar los cuerpos”, explica la doctora Codó. El Chaltén carece de un grupo profesional de rescate, y todos sus integrantes son benévolos: los rescates son pura artesanía, un trabajo en equipo nunca exento de peligro. Su labor es crucial en una zona que conoce una explosión turística que llena la aislada localidad de senderistas y alpinistas de todo el planeta. La propia doctora Codó lleva años solicitando, casi implorando, un helicóptero de rescate para la zona, petición que nunca se ha materializado.
Iker Bilbao, bombero de profesión, era un escalador muy apreciado en la comarca vasca de Duranguesado y estos últimos años se había inclinado más por el alpinismo, faceta a la que estaba plenamente dedicada Amaia Agirre: pese a haber completado sus estudios de medicina, formaba parte del Equipo Nacional Femenino de Alpinismo de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME), y contaba en su currículo con ascensiones de envergadura como la primera femenina a la vía Groucho Marx de las Grandes Jorasses o la Eternal Flame a la Torre sin Nombre, en el Karakorum pakistaní. Amaia Agirre pertenecía a la federación aragonesa de montaña, puesto que había residido los últimos años en Huesca, mientras que Iker estaba federado por la vasca. Ahora, ambas federaciones y la FEDME trabajan para agilizar los trámites burocráticos, el trabajo de los seguros y cualquier gestión que se presente ante las autoridades locales.
“La noticia ha caído como una losa en el pueblo, pero es ya el tercer accidente mortal de la temporada. Un alpinista suizo resbaló en la aguja Standhardt y aún no hemos podido recuperar el cuerpo y una norteamericana de 25 años falleció de hipotermia cuando la sorprendió un fuerte cambio de tiempo en la Aguja Guillaumet”, revela la doctora Codó. “Hemos pedido por radio y por mensajes vía satélite la colaboración de los escaladores que se encuentran en el Fitz Roy para que traten de encontrar indicios de los dos desaparecidos que nos lleve a poder buscar sus restos, pero no es una tarea fácil y no tenemos muchas esperanzas porque pueden estar enterrados cerca de la superficie o bajo metros de nieve”, explica Caro Codó.
La llegada de Internet y de la telefonía móvil a El Chaltén, a más de doscientos kilómetros de El Calafate, la primera localidad con servicios de la zona, ha cambiado radicalmente las expectativas de los escaladores. Esto y el cambio climático, que regala ventanas de buen tiempo algo más generosas que antaño, permite a los alpinistas gestionar los periodos de calma, cuando bajan los vientos y desaparecen las violentas tormentas que siempre han azotado sus montañas. Cuando esto ocurre, se da una verdadera estampida de escaladores buscando un objetivo razonable en función de la duración prevista para la brecha de buen tiempo. En consecuencia, estos últimos años, la actividad en la zona ha crecido notablemente, y también los accidentes. El compromiso que supone escalar a la sombra del Fitz Roy o del no menos legendario Cerro Torre es enorme. Nadie puede contar con un helicóptero salvador en caso de emergencia. A cambio, el trabajo desinteresado de unos pocos, las ganas de ayudar de los escaladores locales, los cursos de rescate que imparten profesionales europeos y la búsqueda privada de fondos para lograr al menos el material necesario para los rescates han salvado ya numerosas vidas.
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