Nadal, Alcaraz y la doble espina de Bercy
El mallorquín reaparece dos meses después en un escenario históricamente adverso, mientras el número uno luce galones ante la grada que se volvió contra él
¿Qué son dos meses en medio de una carrera de 21 años? Un mundo o un abrir y cerrar de ojos, según se mire. A Rafael Nadal, en cualquier caso, los dos últimos le han dado mucho de sí: tan bonitos, tan duros, tan extraños. De su última intervención oficial (6 de septiembre, en Nueva York) a esta reaparición en París-Bercy (esta tarde contra Tommy Paul, no antes de las 19.30; Movistar), el campeón de 22 grandes ha experimentado los dos polos: un adiós, el de su socio Roger Federer en aquella noche lacrimógena en el O2 de Londres, y una bienvenida, la del pequeño Rafael, primer retoño. Por primera vez, el balear, de 36 años, saltará a la pista como padre, después de que su mujer diera a luz el 8 de octubre.
“Es diferente. Siempre ha sido difícil marcharse de casa, pero resulta curioso cómo después de solo tres semanas puedas echarlo tanto de menos, ¿no? Una nueva experiencia. Todo cambio es complicado en esta vida, así que necesitas adaptarte; en todo caso, ahora somos afortunados porque podemos hacer videollamadas cuando quieras, y eso siempre ayuda. Pero es difícil interactuar con un bebé…”, apuntaba este martes Nadal, tan feliz de volver a competir como cauteloso ante otra prueba de fuego, puesto que desconoce cómo reaccionará su cuerpo después de dos meses tensos y de una temporada salpicada de sobresaltos, del pie al abdominal, pasando por la costilla que se lastimó en Indian Wells.
“No lo sé, vamos a ver cómo se comporta. Con cuerpos viejos como el mío y después de haber estado fuera de la competición durante un tiempo, es difícil saber si va a responder o no, cómo vas a jugar”, concedía ante los periodistas en inglés; “es cierto que en términos de resultados ha sido un año increíble, pero al mismo tiempo ha sido duro por las lesiones. Estoy aquí para dar lo mejor de mí, vamos a ver. Ojalá esté preparado”, ampliaba el de Manacor, al que se le recordó que allá por 2007 jugó la final del torneo contra su amigo David Nalbandian y que ahora, tres lustros después, sigue aspirando al número uno.
La opción, que no deja de ser muy apetitosa, pasa por desbordar a Carlos Alcaraz de aquí al cierre definitivo del curso, con Bercy y la Copa de Maestros (del 13 al 20 de noviembre, en Turín) como campo de batalla. No obstante, el trono dejó desde hace tiempo de ser algo primordial para Nadal, quien ante todo busca poner el broche con buenas sensaciones y sin ningún percance más. “No sé cuántos torneos he jugado, como diez, y he podido terminar ocho; así es difícil ser el número uno, pero estoy contento de estar en esta posición porque dice que cuando he jugado lo he hecho bien”, aprecia el zurdo, que en 2022 ha triunfado en Melbourne, el Open de Australia, Acapulco y Roland Garros, con solo cinco derrotas en la hoja de servicios.
La noche canalla contra Gaston
Ahora encara un reto de altos vuelos en Bercy, donde por una u otra razón, generalmente los percances físicos, no ha conseguido nunca elevar el trofeo. El año pasado no pudo asistir y en los trazados previos, cuando pudo competir, contabilizó cuatro semifinales y tres accesos a cuartos. Bajo el techo de París, sea por lo que sea, todo se tuerce para él, al que este miércoles le corresponde un duelo con el estadounidense Paul (31º del mundo; verdugo de Roberto Bautista doble 6-4) y al que aventaja Alcaraz en 920 puntos.
El murciano, de 19 años y convertido en septiembre en el gobernador del circuito más joven de la historia, le corresponde (hacia las 14.30, Movistar) un estreno con el japonés Yoshihito Nishioka. Hace dos días recibió el trofeo que lo distingue como líder, en una carantoña anímica después de que Felix-Augger Aliassime le rindiera sin discusión el viernes en las semifinales de Basilea. El canadiense viene lanzado –títulos en Amberes, Florencia y la cita suiza– y a lomos de una secuencia de 13 victorias bajo el formato a cubierto, también dominado por Novak Djokovic. El serbio, efectivo ante Maxime Cressy en su primera intervención (7-6(1) y 6-4) y defensor del cetro, quiere seguir afilándose tras los éxitos recientes en Tel Aviv y Astaná.
Favoritismos al margen, Alcaraz desea sacarse la espina del año pasado, cuando vivió uno de sus días más amargos en su reducido viaje como profesional. Entonces, la grada francesa arropó al local Hugo Gaston y celebró con descaro cada error del español, que parece haber superado unos problemas en la rodilla y sueña con acabar el año en lo más alto; una posición a la que además de él y Nadal, también aspiran el griego Stefanos Tsitsipas (a 1.650 puntos en el ranking) y el noruego Casper Ruud (a 1.710). El advenedizo del 2021 asoma ahora al frente del pelotón, con un grande en el palmarés y cuatro premios más: Río, Miami, Barcelona y Madrid, antes del pelotazo en el US Open.
“No siento la presión, yo mismo me marqué este objetivo”, apunta Alcaraz, que tras las dos últimas citas del calendario también participaré en las Finales de la Copa Davis, del 22 al 27 de noviembre en Málaga. “Fue un partido bastante complicado, la verdad; probablemente uno de los más duros que he jugado en mi vida, pero a la vez me sirvió de mucho. Gracias a ese partido sé lo que se siente cuando no todo el mundo está contigo, y eso es lo que aprendí”, resuelve el de El Palmar, que podría volver a toparse con Aliassime hacia la final. Mientras, Nadal se expone a un hipotético pulso con Djokovic.
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