Dos alpinistas ‘amateur’ firman la primera repetición española de una vía mítica en las Torres del Paine
Rubén Pérez y Julen Berrueco no se conocían antes de invertir 20 días colgados en una pared vertical de 1.300 metros constantemente azotada por vientos insoportables, frío, lluvia y nieve


A veces, lo realmente difícil no es escalar una pared vertical e interminable en las peores condiciones de frío, viento, lluvia y nieve imaginables. No. A veces, lo complicado es regresar al suelo firme sin ganas de asesinar al compañero de cuerda. Hace dos años, el riojano Rubén Pérez, conocido como Ino, tanteó a través de un tercero la posibilidad de convencer a un joven alavés de Vitoria, Julen Berrueco, para formar un equipo capaz de escalar una vía legendaria de 1.300 metros de desnivel en la Torre Central del Paine, en la Patagonia chilena. Berrueco estaba con otros asuntos y declinó la oferta. Pero el pasado enero, ambos se encontraron de forma casual en Chile, y esta vez, ocioso, Berrueco aceptó el reto. Realmente, no se conocían de nada.
La ruta de ascenso escogida fue estrenada por vez primera por dos monstruos de la escalada de los años 90 del pasado siglo: Kurt Albert y Wolfgang Güllich y bautizada como ‘Riders on the storm’. El primero inventó lo que hoy se conoce como escalada deportiva: el juego pasó de llegar a lo más alto de una pared de cualquier forma a hacerlo en base a unas reglas, es decir, sin caídas, ni reposos colgados de los seguros, ni agarrándose a estos para progresar. El segundo, un atleta de otra dimensión, firmó la primera ascensión en libre de una vía de noveno grado (9a), para morir poco después en un accidente de moto. Albert murió también en un inexplicable accidente en una vía ferrata.
El legado de ambos es colosal y sus vías de corte alpino siguen siendo verdaderas referencias mundiales, lugares de peregrinaje para las élites ávidas de aventura. Ino reconoce que sueña con seguir los pasos de ambos alemanes. Y hasta la fecha, le va más que bien: en 2013 escaló el Pilar Rojo a la Mermoz en la Patagonia argentina (obra de Kurt Albert) y un año después la ruta Eternal Flame a la Torre sin nombre del Trango, en Pakistán (esta de Albert y Güllich), y ahora acaba de firmar la primera ascensión española de la ruta Riders on the Storm, siendo la sexta cordada en lograrlo. Para dos alpinistas sin patrocinadores, absolutamente amateurs, el asunto trasciende la normalidad.
Para aquellos que consideran que la convivencia en pareja mata el amor, la convivencia en pared es capaz de fundir en tiempo récord los afectos más sólidos, especialmente cuando uno ha de pasar días atrapado en la estrechez de una hamaca cubierta con una lona sacudida por vientos feroces, aguaceros y nevadas copiosas. “Había jornadas que solo podíamos escalar media hora. Otras llegábamos a la hora. Sencillamente, no avanzábamos. A veces, el viento del noroeste era tan brutal que levantaba casi medio metro las hamacas y parecía que estábamos subidos en una especie de montaña rusa temiendo que algo se rompiese”, relata Ino. El riojano es un torrente dicharachero, alegre, vital, inquebrantablemente positivo. A sus 45 años, la pasión por la montaña le desborda. Julen Berrueco, 28 años, es puro silencio a su lado. De pocas palabras, introvertido.
Ambos comparten, eso sí, una determinación feroz. La misma que les llevó a la cumbre tras 20 días sin bajarse de la pared esperando unas pocas horas de calma. “Un día, Julen me miró fijamente y me dijo que tenía que decirme algo, que le molestaba un hecho. Me temí lo peor, temí que me dijese que estaba enfadado conmigo, que no me soportaba, que nos teníamos que bajar. Así que tras un silencio y una tensa espera solo me dijo que hacía demasiadas preguntas, preguntas que si las pensase un poco podría responder yo mismo sin necesidad de lanzarlas al aire. Respiré aliviado y casi eufórico le dije que si solo se trataba de eso, no habría problema. Le confesé que tenía la costumbre de pensar en voz alta y le prometí que no lo haría más. Nos llevamos estupendamente”, se carcajea.
Si la ruta se llama Riders on the storm es debido no solo a la obviedad de la meteorología infame del lugar, sino al gusto por el pop y el rock que profesaban Güllich y Albert. Si Riders on the storm remite al legendario tema de The Doors (notas del órgano de Ray Manzarek que evocan la lluvia, guiño a un asesino autoestopista y proclamación del amor de Jim Morrison), Eternal flame es una canción de The Bangles. “Y, además, Güllich y Albert incluso nombraban partes de sus vías con estrofas de las canciones, pero no conozco más vías al margen de estas dos que bautizasen con nombres de canciones”, señala Ino.

Desde el momento de su apertura, en 1991, Riders on the storm fue un reto para las generaciones futuras. Los alemanes forzaron muchos largos en libre, pero también tuvieron que recurrir a la escalada artificial para progresar (es decir, colgarse de los seguros y usarlos para ganar metros a la pared). Así, el juego tenía que ver ahora con la posibilidad de escalar toda la vía en libre. Hubo que esperar hasta 2024 y al equipo de ensueño formado por los belgas Nico Favresse, Siebe Vanhee y Sean Villanueva para asistir a la primera ascensión de este tipo. Permanecieron 18 días en la pared y denominaron su experiencia como la ‘fiesta del sufrimiento’.
Para alcanzar la cima, Ino y Berrueco permanecieron 20 días en la pared. Instalaron sus hamacas justo al acabar el primer tercio de la ruta y desde ahí remontaban por sus cuerdas fijas para seguir ganando metros a la pared. Cuando el viento les forzaba a retirarse, rapelaban hasta sus hamacas. Después movieron su campo base hasta el final del segundo tercio de la vía y se dedicaron a suplicar unas horas de calma y buen tiempo. Finalmente, tuvieron tres horas de serenidad, de casi perfección, para alcanzar la cima. Se dijeron el uno al otro que tanta fortuna no podía ser casual, que una energía misteriosa había obrado el pequeño milagro. Cuando alcanzaron la base de la pared, habían invertido un total de 40 días en la empresa. A cambio, se sabían amigos.
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