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CRUCE DE CAMINOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Saber estar en la vida

El mundo del deporte nos coloca muchas veces ante la necesidad de superación, donde la actitud, el compromiso y la perseverancia deben ocupar el lugar que todavía no pertenece a la experiencia

La selección española de baloncesto celebra la Medalla de Oro del Eurobasket el pasado domingo. Foto: ALBERTO NEVADO/JUNTA DE ANDALUCÍA (ALBERTO NEVADO/JUNTA DE ANDALUCÍA) | Vídeo: EPV

Haz lo que puedas, con lo que tengas, donde estés”. El mundo del deporte nos coloca muchas veces ante la necesidad de superación, donde la actitud, el compromiso y la perseverancia deben ocupar el lugar que todavía no pertenece a la experiencia, la habilidad o el respeto infundido por el peso de una trayectoria.

Acabamos de vivir un Eurobasket que será recordado por lo improbable de su desenlace. O al menos, donde la realidad ha transcurrido por un camino bien diferente del esperado. La selección española, capitaneada por Sergio Scariolo, llegó al campeonato en mitad de una transición incierta, repleta de jugadores debutantes, perfiles sin presencia en un campeonato continental y carente de los iconos que auparon al equipo en los últimos tiempos hasta la cima del baloncesto.

Con un espíritu de grupo inmenso, contra todo pronóstico, la bandera se ha mantenido en la cumbre. En un torneo con presencia de figuras NBA, MVP y All Star —la Eslovenia de Luka Doncic, la Serbia de Nikola Jokic, la Grecia de Giannis Antetokounmpo o la Francia de Rudy Gobert y Evan Fournier— se ha impuesto la fuerza de un equipo solidario, donde un equilibrado trabajo colectivo ha multiplicado el potencial del vestuario.

Siempre decimos que los amigos son la familia que se elige. Los chicos del baloncesto se hacen llamar La Familia, transmitiendo año tras año un espíritu ganador que no entiende de grandes figuras. Agotada la generación de los chicos de oro, de la que solamente permanece Rudy Fernández, el grupo sigue acumulando una historia de éxitos sin freno. Un total de 12 medallas en los últimos 15 campeonatos es el mejor legado para un ADN que no parece tener freno.

Quizá este haya sido el año donde más caras nuevas hemos visto, tal vez era la ocasión donde partían con menos vitola de favoritos. Sin embargo, esta situación no ha dañado la fe del grupo, golpeada por bajas de última hora, herida por lesiones inesperadas, pero ilusionada por exprimir al máximo el talento del conjunto. Un bloque de trabajadores que se han vaciado unos por otros hasta lograr lo que parecía una utopía.

Todos han cumplido un rol en el engranaje general, y eso es complicado de lograr en un vestuario. La fortaleza de los hermanos Hernangómez ha sido un pilar para sostener al grupo; la disciplina de Alberto Díaz, siempre eléctrico en defensa supliendo la baja de Sergio Llull, nos ha encandilado a todos; la sobriedad de Xabi López-Arostegui, valiente en cada encuentro o la personalidad de Lorenzo Brown, que ha silenciado el ruido con un talento inmenso sobre el parquet.

La imagen de Rudy, liderando con 37 años a un grupo de jóvenes ha sido maravillosa, inspiradora para una generación que deberá tomar las riendas desde este momento. Scariolo afirmó que habían encontrado un oasis en el primer kilómetro del desierto, una frase maravillosa, y ese agua fue el sudor de todos remando por un mismo objetivo. En el deporte no siempre vence el más dotado, sino el que mejor sabe emplear sus recursos en busca del triunfo.

Este campeonato es un gran espejo para los más jóvenes, un ejemplo para el saber estar en la vida, situados ante los frutos del compañerismo, la compenetración y fortaleza de un vestuario bien alineado.

La selección española ha firmado una gesta que será recordada durante mucho tiempo, una de esas páginas doradas que ya quedan grabadas en la historial del deporte. Seguramente, de las que más orgullo desprendan con el paso de los años. Lejos de cumplir una expectativa, tan común en nuestro deporte, los hombres de Scariolo firmaron algo mucho más complejo: demostrar que los límites están para romperlos.

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