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cruce de caminos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ashleigh Barty: vivir como quieres vale tanto como un trofeo

La retirada nunca es una decisión sencilla, pero también liberadora si se hace con una convicción plena

Ashleigh Barty tenis
Ashleigh Barty, durante la conferencia de prensa que ofreció en Brisbane.PATRICK HAMILTON (AFP)

La noticia ha generado impacto por su naturaleza: la número uno mundial ha decidido poner fin a su carrera deportiva. En la cumbre de su juego, con sus mejores resultados todavía calientes, Ashleigh Barty ha puesto pie a tierra y decidido terminar su vida en el circuito profesional de tenis. Es la decisión de una atleta en la cima, una reina vigente del deporte, de apenas 25 años, despidiéndose de la disciplina a la que ha entregado los esfuerzos de toda una vida.

Personalmente, estas cosas no me sorprenden. Aunque no esperaba leer la noticia, y me impacta en un primer momento, mi mente se traslada inmediatamente a un estado de comprensión. Terminar tu carrera profesional es mucho más que dejar de competir, implica modificar todo un estilo de vida que siempre has llevado sobre los hombros. En los tiempos que corren, con millones de personas desplazadas a la fuerza de sus orígenes y la barbarie a diario ante nuestros ojos, me produce algo de pudor afirmar lo siguiente. Pero lo haré por poner contexto a la realidad de Barty: ser tenista profesional no es sencillo. Y en el caso de Ashleigh, su historia como atleta de éxito tiene un valor añadido que debemos reconocerle.

El circuito de tenis se desarrolla alrededor del mundo. Es uno de los deportes más itinerantes que existen y tu capacidad de adaptación a esa exigencia es clave para tu vida en el circuito. La condición periférica de Australia implica una realidad: cuando empiezas el camino sabes que tendrás pocas opciones de volver a casa. Con la competición semana tras semana en América y Europa, cunas principales de torneos, el deportista australiano acepta un pacto de nula desconexión. Una desvinculación que incluye a la familia y el entorno personal.

Por suerte o por desgracia, la pandemia nos ha abierto los ojos. Tras haber vivido confinamientos y un cambio drástico en las relaciones sociales, empezamos a valorar mucho más simples gestos como un abrazo. Imaginen tener que renunciar a ello varios meses durante años, temporada tras temporada, como precio añadido a pagar por tu profesión. Ashleigh nunca ha ocultado ser una persona muy familiar. Ha logrado convertirse en una de las mejores tenistas de siempre remando a contracorriente, haciendo un esfuerzo interno a diario y aceptando el peaje de perder lazos con las personas que más quiere. Perdiéndose momentos en busca de un sueño. La mayor meta de su vida profesional, como ella misma ha reconocido, era ganar Wimbledon. Un objetivo que cumplió tanto en categoría júnior, con apenas 18 años, como en la modalidad absoluta durante la temporada 2021. Haber colmado esa ambición, cerrando un círculo que ha implicado los esfuerzos de toda una vida, la perspectiva como deportista cambia.

Estos días escuchamos con asombro que una deportista se marcha cuando lo tiene todo. Tal vez deberíamos prestar atención a su voz, cuando nos dice que algo le falta. Barty es libre de construir su vida, hacer aquello que considera más adecuado en su camino y tomar las decisiones que vea acordes a sus convicciones. No debe ser presa de las expectativas ajenas, y no debe ser sencillo hacerlo en su posición. Eso es personalidad. Su legado en el tenis ha quedado marcado. Representando un estilo guiado por la habilidad y el buen tacto, lejos del juego tan duro que hoy impera, se marcha como un buen icono para el deporte. Su entrega en pista siempre fue absoluta, lo comprobé en la primera ronda del Wimbledon que hizo suyo, y con 25 años ha logrado todo aquello por lo que trabajó desde pequeña.

Su palmarés está escrito con letras de oro: campeona de Roland Garros, Wimbledon, Abierto de Australia y número uno mundial son méritos que no se encuentran en cualquier vitrina. Sus últimos pasos en el circuito fueron otro ejemplo de una deportista guiada por su propia idiosincrasia. Renunciar al Masters de 2021 en México, el torneo que reúne a las mejores del año, le permitió estar más tiempo con su familia y preparar a conciencia una cita especial en Melbourne.

Su personalidad, su humildad y su carisma le hicieron poner un broche que por entonces no reconocimos como tal. Barty se ha despedido del tenis ganando el Abierto de Australia. Su último golpe fue una conquista histórica, dando a su país un campeón local en el primer Grand Slam de la temporada por primera vez en más de 40 años.

Hay que entender una anomalía histórica en la que llevamos tiempo sumergidos. No todos los deportistas estamos preparados para estar 10 o 15 años en la élite, una realidad que han encarnado figuras como Serena Williams o Rafael Nadal. Esto da mucho valor a la decisión de Barty, capaz de renunciar a los frutos de su esfuerzo para buscar otro bienestar en su vida personal. Crecer, disfrutar y vivir de la manera que quieres tiene tanto valor como el mayor de los trofeos.

El tiempo no vuelve para nadie. Ella se retira tranquila, escuchando a su corazón y sabiendo que toma una decisión acertada. Tendrá la tranquilidad de haberlo dado todo, de haber logrado una calma económica y decidida a disfrutar con pausa en el plano personal. Es una realidad que, si bien nos afecta en todas las profesiones, muchas veces olvidamos al observar el deporte profesional.

Llegar a la élite en cualquier ámbito requiere esfuerzos psicológicos importantes. Ashleigh se ha vaciado a todos los niveles y ha alcanzado un punto de no retorno dentro del deporte profesional. La retirada nunca es una decisión sencilla, pero también liberadora si se hace con una convicción plena.

Asistir al adiós de atletas jóvenes nos rompe el guion, donde parece no haber lugar para despedidas. Todavía menos para estrellas en pleno apogeo. Disfrutamos tanto a través del deporte, proyectamos tantas emociones a través de ello, que egoístamente nos alejamos de la persona que lleva ese timón. Admiro a Barty como deportista y admiro la valentía de su decisión. En la vida hay pocas cosas tan complicadas como saber cerrar una puerta.

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