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Perú llora por su selección de fútbol, lo único que le une

El equipo, derrotado por Australia en la repesca del Mundial, se había convertido en un modelo a seguir en un país víctima de la crisis política

Australia - Peru
Aficionados de Perú presencian desde Lima el partido contra Australia el pasado lunes.SEBASTIAN CASTANEDA (REUTERS)

Perú había decretado día de fiesta. No había colegios ni entidades públicas abiertas. El país esperaba celebrar por todo lo alto la clasificación para el Mundial de Qatar en el partido de repesca frente a Australia. La selección, sin embargo, perdió en los penaltis. Advíncula, uno de los futbolistas que falló desde los 11 metros, escondió la cabeza dentro de la camiseta y sus compañeros tuvieron que guiarlo como a un ciego hasta el vestuario. Su dolor era el reflejo de toda una nación.

La sensación en el país es que todos los partidos nacen y se organizan para robar; así que a pesar de la mediocridad de la liga local y de que no hay grandes futbolistas locales en los principales equipos del mundo, la selección es la única institución que concede ilusión a los peruanos.

El país vive una crisis política permanente que ha permeado toda la sociedad. La incertidumbre es el sentimiento generalizado. En los últimos cuatro años, han desfilado cinco presidentes por el Palacio de Gobierno. Las elecciones del año pasado entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori partieron el país en dos: la zona rural contra la urbana, los ricos contra los pobres. No parecía haber pegamento para sujetar una nación así. ¿O sí? Unos y otros, que parecían enemigos irreconciliables, se enfundaban la camiseta de la selección.

La nación entera se unió alrededor del equipo que entrena Ricardo Gareca, seguramente el personaje más popular de Perú. Sin grandes talentos, se clasificó para el Mundial de Rusia de hace cuatro años después de 36 de ausencias y en 2021 llegó a semifinales de la Copa América. Era el ejemplo de que se puede hacer mucho con poco. Si la política dividía a los peruanos, los muchachos de Gareca conseguían el efecto contrario. En el grupo sudamericano empezaron mal y tenían muy difícil viajar a Qatar, pero en los últimos partidos consiguieron resultados sorprendentes, como vencer a Colombia. Clasificarse como quintos les dio la opción de jugársela a un partido.

Todo ese entusiasmo lo aglutinó el delantero Gianluca Lapadula, hijo de una inmigrante peruana nacido en Italia y nacionalizado a la carrera en 2020. Lapadula es el reflejo del equipo: no es rápido, ni especialmente técnico, ni tiene un gran disparo, pero mete goles. Siempre está bien colocado. En mitad de la clasificación se fracturó el tabique nasal y ha estado usando un protector negro de silicona. El protector fue todo un éxito de ventas para los disfraces de Halloween. Y los presos de una cárcel de Lima han fabricado cientos de Lapadulas de cerámica. Los panaderos diseñaron panes con la cara de los jugadores más carismáticos. La derrota del equipo en Doha, hasta donde se desplazaron miles de peruanos, hundió el ánimo.

Todo eso que esperaba en el horizonte se ha esfumado. Una hora antes del partido, el gerente de estudios económicos del Banco Central de Reserva del Perú comentó que si el país andino se clasificaba para el Mundial esperaba un impacto favorable de ventas en el sector textil y servicios, como ocurrió cuando Perú llegó a Rusia. Dijo que habría una mayor demanda de camisetas y viajes de avión para Qatar. El fútbol ha sido cruel con un país que esta vez sí se merecía una alegría.

Miles de camisetas confeccionadas se quedarán sin vender, pero da igual. “No tenemos nada que reprocharle a nuestra selección: nos han dado más alegrías que la clase política. Las proyecciones en ventas ya no se darán. La reactivación económica no es su responsabilidad, sino de las autoridades, y es urgente que la asuman”, dijo una portavoz de los empresarios, Susana Saldaña. Los peruanos, tras esta experiencia, saben que, al menos, algo les une y que con el ejemplo de Gareca y sus muchachos se podría transformar el país.

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