El colombiano Borré corona al Eintracht en la final de la Liga Europa
El equipo alemán fulmina al Glasgow Rangers en los penaltis
Víctima del Madrid de Puskas y Di Stéfano y verdugo del Barça de Xavi, el Eintracht de Fráncfort se entronizó en Europa por tercera vez. Lo hizo tras tumbar al Glasgow Rangers en la ruleta de los penaltis. Dos héroes: Trapp, aquel portero del PSG que encajó seis goles en el Camp Nou en 2017, y Santos Borré, colombiano de Barranquilla, que no dejó remembranzas a su paso por Atlético y Villarreal. El portero fue clínico en el último parpadeo de la prórroga y detuvo un penalti a Ramsey. Borré, autor del 1-1, clavó el lanzamiento decisivo. Guiños del destino: un 18 de mayo, de 1960, el Eintracht fue arrasado por el Madrid en la final de la Copa de Europa disputada en Hampden Park, a siete kilómetros de Ibrox Park, rancho del Rangers.
El Eintracht, que remite a icónicos jugadores como Hölzenbein y Grabowski —titulares alemanes en su exitosa final mundialista de 1974—, solo era hoy un telonero de la Bundesliga. Tan renacido de repente como el Rangers, resurgido de las cenizas tras la bancarrota de 2012. Tan chinchado como el Celtic. En La Cartuja perdieron los católicos la UEFA de 2003 y en el Pizjuán —patio particular del club fetiche de la Liga Europa— cayeron ahora los protestantes.
La final europea b resultó un duelo algo pedestre. Cierta ramplonería por ambas partes, quizá por un nexo predominante: el canguelo general. Lógico si se repara en el historial de dos clubes con mucho tirón doméstico pero sin cepa europea. Para el Eintracht era su cuarta gran final, la última, y la única con descorche alemán, se remontaba a 1980 (la UEFA ganada al Borussia Mönchengladbach del entonces cadete Lothar Matthäus). Al Rangers solo le ilustra la Recopa de 1972, cuando derrotó al Dinamo de Moscú antes de devastar el Camp Nou. Pese a estar tan abreviado a Celtic y Rangers, penalizados más allá de su férvido pulso del Old Firm por la falta de competencia doméstica, Escocia no brindaba por un trono europeo desde el Aberdeen de Alex Ferguson —entonces no era sir— contra el Madrid en la Recopa 83 (2-1).
En el Pizjuán, todos con piernas de mármol. Un duelo más recreativo en las jaraneras gradas sevillanas que en el campo. Tanta turbación futbolística que cada cual se negó a sí mismo. No encontró pista para correr el Eintracht. No se la concedió el grupo del exbarcelonista Gio van Bronckhorst y tampoco se la procuró el comedido cuadro de Oliver Glasner. Le faltó combustión al Rangers. No hay equipo escocés que no se distinga por el colmillo. El recelo afeitó a los de Glasgow.
Buena parte del encuentro se dirimió en un carril. Por el que se daba el cambio de agujas del serbio Kostic y el inglés Tavernier, las banderas de cada cual. Dos intervenciones de Kostic, jugador con clase y recorrido, anudaron la nuez de los escoceses, salvados también por una parada del cuarentón McGregor a Knauff. Más raquítico fue el ataque del Rangers en el primer acto, apenas un remate de Aribo, ariete por la ausencia del mejor chacal del equipo, el colombiano Morelos. Pocos meneos en un partido a tirones. Lo que fuese antes que un trance, cada cual a resguardo en su campo cuando el adversario daba con la posesión. Todo muy medido, nadie quería quedar señalado en una noche tan trascendente, de esas que se cantarán de prole a prole. Las tiritonas se hicieron notar en los goles. El Eintracht vio retratados a Sow y Tuta en el gol de Aribo, que no resolvió como un ángel, pero sí con efectividad.
Pese al punto de superioridad que aparentaba el conjunto de Fráncfort, sobre todo al inicio del segundo tramo, un partido tan apretado tuvo instantes fatales para todos. Sow despejó mal, lo que hizo que a Tuta se le hicieran un ovillo las piernas y se fuera solito a la lona, lesionado para colmo. Aribo se citó con el portero Trapp, la pegó mordida, pero el meta alemán no cerró el remate. También tuvo su patinazo el Rangers. El central Goldson se hizo el lonchas en un centro lateral de Kostic y Santos Borré hizo bingo.
Tras los goles, el menguar del tiempo hizo que de nuevo llegaran los recelos. La jornada era sopera en Sevilla, con la gente suda que suda como una regadera. Los futbolistas, vaciados, sin otra solución que los penaltis, suerte triunfal para Trapp y Borré.
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