De bailar en el metro al Centro de Alto Rendimiento, el lento camino del ‘breaking’ hacia los Juegos de 2024
Parte del equipo nacional, plata en el Europeo por equipos en junio, ya cuenta con instalaciones, preparador físico, fisio y una beca para el comedor, pero siguen teniendo que buscarse la vida
“La sala de breaking está al fondo, sigue la música y no te vas a perder”, advierte el responsable de seguridad. Y, en efecto, la música suena a tal volumen que se escucha incluso desde antes de llegar a su garita. El altavoz tiene el tamaño de una maleta para un viaje de tres semanas. En una de las salas del CAR (Centro de Alto Rendimiento) de Madrid están calentando Juan de la Torre, Xak, Ana María Ortega, Furia, y Rubén Ortiz, Nerup. En el breaking, los bailarines se conocen por sus apodos.
Los tres son parte del equipo nacional que, por fin, ha conseguido tener acceso a unas instalaciones de élite. Hasta el año pasado XAK –número siete del ránking mundial- se entrenaba en la sala de un gimnasio que le dejaba un amigo porque era el dueño. FURIA –número 15 del ránking y duodécima en el último Mundial-, cara pecosa y sonrisa permanente, lo hacía en la calle o en centros cívicos. Otros, en el metro o donde tocara. Así resumía Laura García, LAW, a este periódico en marzo del año pasado la situación de su deporte, que será olímpico por primera vez en los Juegos de París 2024 y que tiene unas 400 licencias en España: “Parece que de olímpico solo han puesto el nombre; no se refleja en nada más. Yo me entreno en un local que ha reformado mi padre”.
¿Ha cambiado algo en estos 12 meses? Para algunos sí, para otros no. Xak considera y celebra como un “éxito” algo que en el deporte de élite debería ser normal: tener instalaciones para preparar unos Juegos, tener un preparador físico, un fisio, un seguimiento médico y una beca para acceder al comedor de la residencia Blume. Salvo las instalaciones, a las que él llegó por empeño personal en abril de 2021, el resto se ha conseguido en las últimas semanas, cuando quedan algo más de dos años para París 2024. Así lo resume Furia: “Nunca habíamos hecho un reconocimiento médico, hicimos el primero la semana pasada”.
Y le hace eco Xak: “Yo se lo dije a la Federación: si nos exigís este nivel de demanda física y de entrenamiento, pero no tenemos a nadie detrás que nos apoye y respalde, esto va a fracasar porque físicamente o mentalmente vamos a petar”.
En junio del año pasado consiguieron la plata por equipos en el Europeo. En el CAR se entrenan de lunes a sábado, de 15.00 a 20.00. Las rutinas –así se llaman los bailes de la competición- son extremadamente exigentes a nivel físico, con giros, movimientos en suspensión, patadas al aire, posturas congeladas. Xak es el único que disfrutará este año de una beca al haber quedado quinto en el Mundial que se disputó en París en diciembre y cuenta también con la ayuda de dos patrocinadores. Él dejó Lucena (Córdoba) en 2017 para mudarse a Madrid y dedicarse exclusivamente al breaking. “Si quería ser el mejor, tenía que entrenarme con los mejores y en Lucena estaba estancado”, cuenta. Tiene 35 años, es abogado y trabajaba en un despacho en Córdoba. Vive en un piso compartido y sigue buscándose la vida para conseguir dinero extra en shows –la semana que viene le han contratado para uno en Ibiza-.
No es el único y así lo cuenta Furia: “Somos seis los que nos entrenamos aquí en el CAR, hoy [por el jueves] solo estamos tres porque los demás están trabajando fuera, en una peli y en planes de rodajes. Hay que conseguir dinero extra como sea”.
Ella, que tiene 27 años y hasta septiembre trabajaba en el teléfono de emergencias médicas en Barcelona, lo dejó todo para mudarse a Madrid, donde comparte piso, vive del paro y reza para que cuando se le acabe, consiga algo. “A mí esto sigue sin compensarme, no cobro como atleta… Pero me dije: o lo dejo todo o no lo haré nunca. Necesitaba estar full focus en el entrenamiento, era la única manera de mejorar: entrenar con gente que lo hace exclusivamente para competir. Si me paro a pensar en la situación [económica] a veces me da miedo. Se nos pide una implicación total, pero no es fácil porque tienes que buscar pequeños curros para salir del paso”.
Para evitar encontrarse en una situación parecida, Law se ha visto obligada a quedarse en Granada: “Sin ningún tipo de colchón económico o de beca yo no puedo dejarlo todo para ir a buscar un trabajo en Madrid. Es un poco loco todo”. Es monitora de fitness y quiromasajista y esa era su entrada fija. En Granada ha puesto dinero de su bolsillo junto a otros compañeros para gestionar un espacio –sala de entrenamiento- en un club deportivo.
Nerup es otro de los b-boys –así se llaman los bailarines en la jerga del breaking y las chicas son b-girls- del equipo nacional. Tiene 26 años y se mudó de Lucena a Madrid hace tres meses para crecer deportivamente y entrenarse con los mejores. “Tiro de los ahorros de cuando trabajaba en un Burger King. Estoy haciendo un curso de quiromasaje para poder trabajar de ello. También vivo en un piso compartido”. El año pasado el breakdance todavía no era considerado en España como deporte olímpico a efectos de petición de las subvenciones del Consejo Superior de Deportes. Este año los bailarines ya han tenido acceso a las becas del comedor de la Blume y la Federación podrá solicitar plazas para que los b-boys y las b-girls sean internos del CAR.
Autodidactas
Todo es nuevo para ellos, que venían de una cultura muy callejera –es la esencia de su deporte, que es un baile que nació como movimiento social en Nueva York a finales de los sesenta, en un contexto económico y social complicado- y de practicar en los andenes del metro o donde tocara. Así lo detalla David Moronta, el preparador físico que empezó a hacerse cargo de ellos el pasado mes de enero. “Este reto es complejo y divertido a la vez, es como ver nacer un deporte olímpico no desde cero, sino desde menos diez”, cuenta.
Y pone un ejemplo: “Marc Clavero [uno de los chicos del equipo nacional] me dijo el otro día: ‘es que yo el año pasado estaba en el metro y ahora estoy aquí'. Necesitan una adaptación, no hay seleccionador, no hay responsable técnico. Son autodidactas y viniendo de donde vienen me sorprende gratamente el nivel que tienen. Me encontré con un montón de ilusión que estamos canalizando. Son atletas puros, pero diamantes en bruto”.
Cuenta Moronta que se preguntan cosas como: ¿Estoy haciendo mucho? ¿Estoy haciendo poco? ¿Así se entrenan los campeones? “Ven como algo extraordinario entrenar 4-6 horas al día durante seis días a la semana. Dentro de un Centro de Alto Rendimiento es lo normal, pero para alguien que nunca ha estado…”. Y de hecho, dentro de su plan de trabajo está organizar charlas con otros deportistas de elite –esta semana Xak tuvo una con el gimnasta Ray Zapata, por ejemplo- para que se familiaricen y normalicen ciertas situaciones.
Furia cuenta que el hecho de tener una rutina de trabajo con un preparador físico le ha hecho mejorar muchísimo. “Antes trabajaba cadenas musculares por separado, ahora me han enseñado a hacerlo en conjunto”. ¿Qué necesita un deportista de alto nivel para rendir y más en un deporte tan exigente como el breaking? Contesta Moronta: “Necesitan sentirse deportistas de alto nivel. Ellos no pueden ser agencias de viaje que organizan los desplazamientos a las competiciones, ni autofisio con maquinitas en casa, ni nutricionistas que miran en Internet qué suplementos tomarse, no pueden ser preparadores físicos y mirar en internet qué abdominales hacer [cosas que hacían hasta el año pasado porque no contaban con nada]. En el momento en que se sientan sólo deportistas, van a rendir mucho más”.
El camino hacia París 2024 (se clasifican 16 hombres y 16 mujeres) ha empezado, aunque de forma lenta. Hay un equipo nacional de 19 bailarines, hay grupos de tecnificación para formar a los jóvenes talentos de cara a los siguientes Juegos y España acogerá –en Cambrils en abril- el primer campeonato internacional puntuable para el ránking olímpico.
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