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CRUCE DE CAMINOS
Columna
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El fútbol de EE UU marca el camino

Como escaparate para los más jóvenes, el deporte sigue siendo una fuente de valores y su simbolismo tiene una importancia que no podemos obviar

Megan Rapinoe celebra un gol de Estados Unidos en el último mundial.
Megan Rapinoe celebra un gol de Estados Unidos en el último mundial.Bernadett Szabo (REUTERS)

Hay barreras en el deporte que se derriban fuera de los terrenos de juego. Avances que nos permiten inculcar en las nuevas generaciones un modo de vida más igualitario. Como escaparate para los más jóvenes, el deporte sigue siendo una fuente de valores de gran calado y su simbolismo tiene una importancia que no podemos obviar.

Hace apenas unos días, el fútbol estadounidense lograba algo sin precedentes: la igualdad salarial entre hombres y mujeres en la selección nacional se hacía realidad. En su demanda de igualdad, la sección femenina ha logrado ver reconocidos unos derechos agraviados, con la consecuente indemnización por parte de la Federación, cifrada en 24 millones de dólares (21,2 de euros al cambio).

A partir de este momento, las representantes de la selección nacional femenina recibirán el mismo salario que los hombres por sus partidos internacionales. Parece un movimiento tanto equitativo como coherente. Aunque no sea un factor determinante, las chicas han sido campeonas del mundo en cuatro ocasiones (1991, 1999, 2015 y 2019), acumulando unos éxitos deportivos muy superiores a la sección masculina, que nunca ha levantado un título de ese calibre.

Fue en 2016 cuando comenzaron a defender con fuerzas su posición, alzando la voz y luchando por sus derechos en los despachos. Años después, tras un camino lleno de obstáculos, se han visto recompensadas. Son un ejemplo dentro del mundo del deporte y, seguro, un espejo en el que podrán mirarse muchas disciplinas en su misma situación. La importancia de este movimiento radica en romper lo que parece dado e inamovible, y ese es un mérito que siempre se les deberá a ellas.

La sociedad va evolucionando. No se puede juzgar con ojos de hoy la realidad de ayer, pero cualquier progreso en pos de la igualdad y el respeto mutuo debe ser bienvenido. Todavía queda mucho por recorrer, son múltiples las situaciones a enmendar, pero debemos celebrar cada pequeño avance que se consiga en este sentido.

En el mundo del tenis tenemos la suerte de contar con una paridad cada vez más sólida. Aunque sigue habiendo ciertas brechas económicas, desde hace años las mujeres (WTA) han tenido acceso a unos premios idénticos a los compañeros masculinos (ATP) en los torneos más importantes del mundo. Esto se ha conseguido con luchas durante años, reivindicaciones defendiendo una posición firme y una buena política de promoción del deporte.

Confío y deseo que esta realidad se haga extensible al resto de disciplinas. Esos mensajes que afirman que las mujeres venden menos, que cuentan con menor visibilidad o que generan una cantidad inferior son justificaciones a un pez que se muerde la cola. Si los medios de comunicación no dan cierta cobertura, esa medida está desequilibrada desde el origen, sin dotar de las mismas oportunidades a las deportistas.

Es un debate que viene dándose durante décadas, y girar esta rueda no se logrará de un día para otro. Pero debemos hacer un esfuerzo por priorizar ciertos detalles. Hay que apostar decididamente por la mujer, dotarle de oportunidades de cara al público, permitir que las atletas se conviertan en referentes para los más jóvenes por su puro talento deportivo. Permitir que las mujeres lideren proyectos potentes si tienen capacidad para ellos, lograr que cumplan roles importantes en la sociedad, en cualquier ámbito.

Los techos de cristal no deben coartar el crecimiento de ninguna carrera de forma inmerecida. Ojalá la lucha de las futbolistas estadounidenses, y lo conseguido con su tesón, sea un ejemplo para el resto de la sociedad.

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