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CRUCE DE CAMINOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La salud es la llave de la vida

Servir de esperanza merece la pena. Los héroes son otros. Esos niños que luchan desde edad muy temprana contra enfermedades graves

Las jugadoras del Barcelona mantean a Virginia Torrecilla. Foto: INMA FLORES
Las jugadoras del Barcelona mantean a Virginia Torrecilla. Foto: INMA FLORES

Escuchar a nuestros mayores es una de las mayores fuentes de aprendizaje que podemos tener. Las personas que han visto transcurrir la vida, que acumulan experiencias solo adquiridas con el paso del tiempo, nos transmiten siempre cuál es el verdadero tesoro: la salud. Es la llave que nos permite disfrutar de ese breve pasaje que es la vida.

Hace apenas unos días, el mundo del deporte nos dejaba uno de esos capítulos especiales. Una experiencia que nos reconcilia con lo realmente importante. Virginia Torrecilla, jugadora del Atlético de Madrid, regresaba a los terrenos de juego casi dos años tras superar un cáncer. Su vida cambió radicalmente cuando le detectaron un tumor cerebral. Nuestros pasos pueden cambiar en cualquier momento.

La salud, tan importante como frágil, le gana el terreno a todo. Es una realidad que uno tarda en sentir como propia. No lo asumes hasta que el tratamiento invade tus días, hasta que tu cuerpo sufre los efectos secundarios. Parece lejano hasta que te mira a los ojos en el espejo. Tu mente asimila la realidad, se ilusiona con avances en el tratamiento y en tus pensamientos arden los deseos de que todo vuelva a ser como antes. En este caso, hacer deporte y regresar a esa élite que te abrazaba antes de que te cambiara completamente la vida.

La cercanía del deporte ayuda a afrontar el largo camino de la recuperación. No es una luz al final del túnel sino un foco que te acompaña y te guía. Lo digo, por suerte o por desgracia, desde la propia experiencia. Te impulsa a estar activa, te acompaña en una recuperación siempre gradual, levanta tu ánimo hasta un punto que no imaginas. Es tu cuerpo el que va a determinar si acepta o rechaza el tratamiento, pero es tu mente la que te prepara para esas curvas que no podrás controlar.

Cuando Virginia se propone volver a competir, sabe que tiene por delante muchos obstáculos a superar. Sus manos y los cordones de sus botas están separados por varios niveles: sufrimiento, preparación, esfuerzo, paciencia… El tratamiento agota tu cuerpo hasta un punto inimaginable. Solo tu tenacidad te permite volver a darle forma, y despertar esos músculos que han perdido parte de su fuerza.

En un deporte de equipo todo parece más llevadero. Seguro que el cariño de sus compañeras ha sido el mejor estímulo para progresar. La familia, que tantas veces sufre más que el propio enfermo, es un apoyo clave. Una muestra de cariño o unas horas de compañía es más que suficiente, créanlo. Parte de tu fuerza se centra en mostrarles que te has curado, que pueden verte bien de nuevo. En mi caso, sin ese entorno la recuperación hubiera sido más lenta. Sobre todo, más desagradable. Ahí te das cuenta del valor que tienen los lazos humanos.

El regreso al deporte es un proceso largo. Tus progresos semanales son pequeños, pero ahí es clave valorar cada mínima mejora, aunque parece insignificante. Cualquier centímetro ganado lleva dentro un pundonor extremo. Si tienes la suerte de avanzar en el camino, todo progreso te sorprende a ti mismo. Y es tan valioso como el mejor de los éxitos.

En mi caso, tuve la suerte de regresar a Roland Garros. No lo hice hasta tener la garantía de poder completar un partido ante las mejores. En una disciplina de equipo puede que sea distinto. Las cargas, las carreras, los golpes… todo es una suma de esfuerzos donde tus compañeros te rodean. En el tenis, el momento de la verdad lo asume uno solo.

Con el regreso agradeces a tu equipo las horas de tiempo invertidas en tu proceso. Es un ciclo conseguido por todos. La mejor de las recompensas, el mejor regalo, es poder decir que estás sana. Volver a hacer lo que más te gusta, un premio que te entrega la vida y debes guardar como un tesoro.

Junto al gran ejemplo de Virginia Torrecilla, hemos vivido la historia de Yeray Álvarez, recuperado de un cancer testicular. También, la vuelta a las canchas de Kyle Kuric, con una operación de tumor cerebral. Son reflejos de la lucha frente a vivencias que podemos vivir todos. El deporte ayuda a afrontar con un espíritu valiente uno de los caminos más complicados.

La enfermedad ayuda a vivir más el presente, a valorar nuestro quehacer diario y a tener la humildad suficiente para dejarte cuidar y pedir ayuda. Ni Virginia, ni Yeray, ni Kyle, ni yo misma, nos consideramos especiales por haber culminado esta historia con una sonrisa. Por contra, si podemos servir de esperanza a cualquier persona afectada, habrá merecido la pena.

Los héroes son otros. Esos niños que luchan desde edad muy temprana contra enfermedades graves. Esas madres y padres que darían la vida por ellos y se desviven por ayudarles en ese trance. O esos profesionales del sector sanitario, personas que dedican su vida a investigar y encontrar curas a las enfermedades que padecemos. Nunca tendremos un gracias lo suficientemente grande para todos ellos.

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