El Betis noquea a un atolondrado Barcelona
A los azulgrana les pudo el vértigo y la confusión ante un rival más maduro y resolutivo con el gol de su pichichi Juanmi
Al Barça le puede la excitación desde la llegada de Xavi. El vértigo se impone sorprendentemente a la pausa. Nadie diría que en el banquillo se sienta aquel jugador tan cabal y sereno mundialmente famoso por los éxitos con su equipo y con la selección española, capaz de metabolizar por igual el discurso encendido de Luis que el deslumbrante de Guardiola o el pausado de Del Bosque. El Barcelona de Xavi es un equipo atolondrado e impaciente que ha perdido el pulso y el juego, se ha olvidado de la pelota y convierte cada partido en una cuestión de vida o muerte, igual de eficaz en Vila-real que derrotado en su cancha por el Betis en una tarde especialmente desagradable por el viento que soplaba en Barcelona.
La emotividad le puede a la cordura en el Camp Nou. El Barcelona juega a la ruleta rusa, poseído por una fe ciega a pesar de sus pocos recursos y abatido con una simplicidad pasmosa cuando el delantero contrario acierta como pasó con Juanmi. El pichichi verdiblanco con nueve tantos no tuvo la piedad de Dimata o Seferovic.
El ariete acabó con el equipo de Xavi después de un partido atropellado y mal jugado por el Barça, inestable y nada fiable, sin una idea clara de juego, encomendado a un jugador indescifrable como Dembélé. Vive el Barcelona atrapado en una dinámica diabólica por la urgencia de ser alguien en la Champions cuando no le alcanza ni siquiera para ser cuarto en la Liga y se juega los octavos el miércoles en Múnich.
La situación invita al entrenador a medir las alineaciones y consecuentemente a correr riesgos en las rotaciones, como se vio ante el Betis. La suplencia de De Jong, así como la de Dembélé, sorprendieron más que la de Piqué, de la misma manera que la titularidad de Lenglet, y hasta cierto punto la de Coutinho, eran difíciles de asimilar por más que Xavi quiera implicar a la plantilla entera en la recuperación del Barça.
Los distintos entrenadores del Camp Nou coinciden en su empeño por rescatar a Coutinho y a Dembélé, como si cualquier expectativa de éxito pasara por perdonar y encumbrar a quienes simbolizan la decadencia del equipo y la quiebra del club desde la fuga de Neymar a París. La melancolía de Coutinho, sin embargo, es contagiosa y Dembélé no supo acabar las únicas jugadas de mérito que generó después de sustituir precisamente a Coutinho.
El brasileño absorbió fugazmente el juego en el arranque de partido con sus gestos técnicos, tan exquisitos como inofensivos, porque la pelota solo llegó una vez a la portería de Rui Silva. El volante fintaba y recortaba, incluso tiró un caño, muy pendiente de la referencia en el área de Memphis. Los movimientos ofensivos, sin embargo, eran menos precisos que los defensivos, mejores los azulgrana en el repliegue y la recuperación, solidarios en las ayudas, esforzados y voluntariosos sin balón, reducidos en cualquier caso por una zaga verdiblanca formada por jugadores con pasado en La Masia. La falta de pegada barcelonista animó al Betis, admirable y clarividente cuando se asociaba en ataque, intimidador incluso sin Fekir. El balón pasó rápidamente a pies del Betis.
No paraba de correr el Barça, siempre detrás de los verdiblancos, que eran más peloteros y tranquilos y estaban mejor asentados en el Camp Nou. Al equipo de Xavi le entraron las prisas, destemplado y sometido, sin línea de pase, fácil de atacar como ya es costumbre por el flanco derecho, mal defendido por Abde y Dest. Tanto da que juegue como lateral el estadounidense, Eric o Mingueza. Alex Moreno no paró de percutir por su costado y si Juanmi y Aitor Ruibal no encontraron el arco fue por poco y porque al Betis le faltaba contundencia y conexión con Willian José. Las malas noticias continuaban mientras en el bando azulgrana con la conmoción por un pelotazo de Gavi, sustituido por Riqui Puig. El fútbol era tan raro en la cancha como la pizarra de Xavi.
El mejor seguía siendo como cada jornada Araujo, excelente en la corrección y anticipación, omnipresente ante Ter Stegen. El uruguayo sobresalía en un equipo excesivamente verticalizado y apurado, más temerario que valiente, tan desnortado que ni siquiera Busquets sabía leer un partido reiteradamente interrumpido por el desquiciamiento de los jóvenes muchachos de Xavi. Ni un solo azulgrana sabía defender su puesto, tampoco Ter Stegen, torpe ante Juamni. El encuentro demandaba que volviera a intervenir Xavi y entonces comparecieron De Jong y Dembélé. La aparición del francés cambió la tarde y encendió al Camp Nou.
Abierto Dembelé a la derecha y puesto Abde a la izquierda, los azulgrana asaltaron la cancha del Betis. Aunque ofuscado, el Barça era tan perseverante en ataque como intenso en defensa, dispuesto a batirse a tumba abierta en un encuentro sin pausa ni respiro, entregado a sus extremos, sobre todo a Dembélé. El francés, desequilibrante con su regate, cruzó tres remates junto al poste derecho de Rui Silva. Al Betis, sin embargo, le alcanzó con esperar el error del desorganizado Barça, torpe en una transición a la salida de un córner que acabó con una conducción excelente de Canales y el tiro certero de Juanmi.
El gol ya no tuvo remedio para el Barça, ni con el desespero de Luuk de Jong, después de un error a bocajarro de Abde. Acabaron los azulgrana consumidos por su propio fuego y atropellados por su propia carrera, presa fácil de un equipo más hecho y derecho como el Betis. A Xavi le toca parar y reflexionar para enderezar al estéril Barcelona.
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