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Ajedrez contra el virus de la frivolidad

Un juego que enseña a pensar es muy útil ante un mundo cambiante, veloz y con nuevos enemigos

Vista general de la sala de juego, sin público, del Torneo de Candidatos en Yekaterimburgo
Vista general de la sala de juego, sin público, del Torneo de Candidatos en YekaterimburgoMaria Emeliánova/FIDE
Leontxo García

El Torneo de Candidatos en Yekaterimburgo (Rusia) es la única competición deportiva de primera fila mundial que continúa en disputa (hasta el 4 de abril). Hay motivos muy razonables -con importantes matices- para creer que debería haber sido aplazado. Pero también resulta esperanzador y simbólico que ocho estrellas del deporte mental por excelencia sigan al pie del cañón. Y más aún si esa situación se mira desde España, líder mundial en aplicaciones educativas, sociales y terapéuticas del juego que enseña a pensar.

Bill Gates lleva cinco años advirtiendo de que un virus puede ser más dañino que una guerra. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, insistió en ello hace un año. Pero en Italia y España no hemos sabido ver que la tragedia que había paralizado China, donde vive uno de cada cinco seres humanos, iba a atacarnos más temprano que tarde. Solo una pequeña minoría de españoles previó el enorme riesgo de las manifestaciones feministas del 8-M, o la de Vox. En ese contexto se entiende mejor que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) decidiese a primeros de mes que el Torneo de Candidatos no se aplazaba, aunque nos pueda parecer una irresponsabilidad con la información que tenemos ahora.

Cuando España declaró el estado de alarma, el 14 de marzo, los ocho participantes en el Torneo de Candidatos ya estaban en Yekaterimburgo, a 1.500 kilómetros de Moscú, en las puertas de Siberia y de los Urales. Es una ciudad de 1,4 millones de habitantes donde en este momento solo hay dos casos diagnosticados de COVID-19, según las estadísticas oficiales. El Gobierno de Rusia canceló entonces todas las competiciones deportivas internacionales excepto el Torneo de Candidatos. Pero impuso grandes restricciones: no más de 50 personas (jugadores, árbitros, técnicos, periodistas, directivos, etc.) en la sede, sin público, que está en el mismo hotel que aloja a los jugadores, con un comedor solo para ellos; los periodistas no pueden entrar en la sala de juego ni en las conferencias de prensa. El único no ruso que logró llegar es quien esto escribe, pero con mala suerte: España fue incluida en la lista negra de países mientras él volaba, y por tanto pasó del aeropuerto a la cuarentena en la habitación del hotel, de la que espera librarse el martes, si el segundo análisis también es negativo.

Los rusos Niepómniachi y Alexeyenko se saludan al inicio de su partida
Los rusos Niepómniachi y Alexeyenko se saludan al inicio de su partidaMaria Emeliánova/FIDE

Como era de esperar con tanta gente recluida en casa, las audiencias de los portales que retransmiten las partidas en directo por internet se han disparado. Y aquí está el lado bueno de la arriesgada decisión de la FIDE. Fomentar un juego que enseña a pensar puede ser uno de los contrapesos para paliar la tendencia a la idioticracia. Cada vez hay más gente que piensa menos por razones diversas: un mundo muy acelerado, el mal uso de las redes sociales, la telebasura, el aumento de la desigualdad en muchos países… Y quizá algún día los sociólogos demuestren que esa peligrosa tendencia explica por qué millones de personas han elegido -y, en algunos casos, reelegido- democráticamente como presidentes de gobiernos a personas que no están capacitadas para asumir esas responsabilidades, incluso en países de enorme relevancia.

España conectará su imagen con la inteligencia a través del ajedrez en la Expo Universal de Dubái, cuya inauguración está prevista para el 20 de octubre, y en las acciones previas; entre ellas, un torneo mundial escolar por internet que ya está convocado. Tal decisión está sustentada por la historia y por la actualidad. Los árabes trajeron el ajedrez en el siglo IX. Alfonso X lo promovió como herramienta de buena convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos en el XIII. Fue en España -probablemente en Valencia- donde nació el ajedrez moderno a finales del XV, con la dama (ausente en el arábigo) como la pieza más poderosa; y los españoles lo exportaron a gran parte de América y Europa. Desde 1988, España es cada año el país que organiza más torneos internacionales. Diez de las 17 comunidades autónomas lo han introducido ya como herramienta educativa en horario lectivo, siguiendo las recomendaciones del Parlamento Europeo (2012) y el Congreso de los Diputados (por unanimidad, 2015). Y hay experiencias sólidas, así como estudios científicos, sobre su gran utilidad como gimnasio de la mente para retasar el envejecimiento cerebral y el Alzheimer, y también con personas especiales: ceguera y otras discapacidades, autismo, TDAH, síndrome de Down, trastornos mentales graves, rehabilitación de drogadictos, presos, desempleados, indigentes, etc., como quedó plasmado en un gran reportaje de EL PAÍS SEMANAL el 16 de junio de 2019.

El ajedrez ha estado cada día en este periódico desde su aparición, el 4 de mayo de 1976; con una columna diaria y crónicas de actualidad cuando solo existía en papel; y con vídeos, blog y mucho más espacio desde que existe la edición digital. Esa apuesta de 44 años y todo lo explicado en este artículo me incitaron a venir a Yekaterimburgo a pesar de todo, para relatar cómo ocho gladiadores de la mente siguen luchando bajo la amenaza del coronavirus.

Además de trabajar como periodista para EL PAÍS, Leontxo García es consejero de ajedrez educativo de la FIDE y comisario de España en la Expo Universal de Dubái 2020

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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