Miguel Indurain: “El que ataca mucho, al final no gana”
El exciclista repasa los momentos clave de su victoria en el Tour de 1995, el quinto consecutivo, y admite que su estrategia de carrera confundió a sus rivales
El verano de 1995 fue el del último Tour de Miguel Indurain (Villava, 56 años), el quinto consecutivo. El navarro recuerda la gesta 25 años después con una naturalidad notoria. “Si casi no me acuerdo de lo que hice ayer, imagine hace 25 años”. Bajo un sol abrasador, Indurain se muestra cómodo, como cuando controlaba la carrera en los Pirineos o los Alpes. Antes de mirar al pasado, una prueba: escoger una de las seis portadas de la época que ilustraron en 1995 la carrera. El exciclista duda —”no llevo las gafas”, ríe— pero se decide: “Esta, la etapa de Lieja”. En la séptima jornada del Tour, Indurain atacó cuando faltaban 30 kilómetros para dejar a los favoritos a casi un minuto en meta y hacer el primer paso hacia la victoria final.
Pregunta. ¿Por qué elige la etapa de Lieja?
Respuesta. El día de Lieja y la contrarreloj del día siguiente marcaron el Tour. Vi la situación, conocía el terreno por la Lieja-Bastoña-Lieja y ataqué. Íbamos a mil por hora y vi la fatiga de todos. Fue una etapa muy dura.
P. ¿Le dolió que el belga Bruyneel disputara la etapa tras pasarse toda la escapada a su rueda?
R. No. Él llegaba a su casa, con su público, y tenía que aprovechar esa oportunidad. Creo que tuvo sus más y sus menos con su director [Manolo Saiz] porque estaba trabajando para Jalabert. Se puso de líder. Lo entendí y le felicité.
P. A usted le acusaban de no atacar mucho.
R. Yo atacaba en las contrarreloj, donde tenía que sacar las diferencias para luego en la montaña llevar mi estilo de carrera. Ese año cambié un poquito la manera de correr al principio y entonces se descolocaron. Tienes las ideas del equipo presente, pero en carrera tienes que tomar decisiones.
P. ¿La esencia del ciclismo es atacar?
R. Atacar es una parte de la carrera. A la gente le gusta. Sirve para el espectáculo, y quizás para ganar etapas. Pero para la general, el que ataca mucho al final no gana.
No ordenaba nada a mis compañeros. Solo quería a gente comprometida
P. ¿Buscaba el liderato tras la primera contrarreloj?
R. No, qué va. Yo quería ser líder en París. Llevar el amarillo en una etapa de más, o en una de menos, es secundario. El equipo trabaja más, pero a ti te gasta lo mismo.
P. La ONCE fue su principal rival en aquel Tour.
R. Tenía un equipo bueno e hicieron un buen Tour. No sé por qué Zülle perdió tanto tiempo al principio; se caía bastante. Jalabert ganó etapas y Mauri hizo un muy buen trabajo.
P. ¿Le entraron dudas en los ataques de Zülle y Jalabert en la montaña?
R. Sentí un riesgo por la carrera en Mende [Jalabert fue líder virtual], pero aquello no era mi responsabilidad; era la del equipo. Ellos tenían que controlarlo, y ahí sí que les metí presión porque se les había escapado la situación. Les dije que lo solucionaran; a ver cómo se las apañaban. Alguien tenía que haber controlado esa situación. Yo tenía que controlar a los de la general, y los tenía controlados.
Mis rivales eran escaladores y en aquellos años sin ser rodador...
P. En La Plagne usted reacciona para recortar tiempo a Zülle.
R. Pedí a algún compañero, no recuerdo a quién [al valenciano Vicente Aparicio], que acelerara el ritmo; pero conocía el terreno y tiré para arriba, a mi ritmo. Yo subía a mi ritmo, como una contrarreloj.
P. Manolo Saiz llegó a decir en L'Équipe que el Banesto solo era Indurain y nada más, y que ellos tenían un bloque más compacto. ¿Lo vivió así?
R. En mi época trabajábamos para un líder; primero con Perico, luego conmigo. Si salía bien, bien; si salía mal, mal. No había más opciones. Son diferentes formas de enfocar la competición. Ahora hay equipos como Ineos que va con varios líderes. Es difícil saber cuál es la mejor opción.
P. ¿Es más difícil gestionar a más de un líder?
R. Depende del momento. Con más líderes tienes más opciones y te puedes mover más. Si va uno solo, tienes más presión pero la gestión quizás es más fácil.
P. ¿Nunca pidió la llegada de un gregario de lujo?
R. No, yo quería a gente motivada y con ganas de hacerlo bien. Igual los compañeros no eran top, pero quería a gente motivada.
P. ¿Qué buscaba en un gregario?
R. Yo les daba la responsabilidad, les decía qué tenían que hacer, y ellos se buscaban cómo hacerlo. Si lo probaban y no podían, no pasaba nada, pero quería ese compromiso. Yo no les ordenaba nada. Les decía: “Controla el pelotón, apáñatelas como puedas”.
P. El Tour del 95 quedó marcado por la muerte de Casartelli.
R. Vi la caída en directo y me di cuenta de que era una caída fuerte. Nos informaron del fallecimiento después de la etapa.
P. ¿Le entra el miedo al ciclista tras sucesos como este?
R. No. Si eres profesional sabes los riesgos que hay. Es una profesión de riesgo. El ciclista sabe que bajar el Tourmalet es un trabajo de riesgo.
P. ¿Cuál es el equilibrio entre temeridad y valentía en un descenso?
R. Tienes que dominar tú la situación. Si la bajada te domina, te caes.
P. En su época los cascos no eran obligatorios.
En carrera no los veía, ¡pero ahora he visto los precipicios del Tourmalet!
R.Pero si te caes en el Tourmalet bajando, da igual el casco. ¡Hay unos precipicios…! Cuando corría no los veía. Ahora ya los he visto. Lo importante es el control de la bici. Si te caes, allí necesitas un paracaídas.
P. Ha compartido podio en el Tour con ocho ciclistas distintos. ¿Les faltó regularidad a sus rivales?
R. Chiappucci y Bugno repitieron los dos primeros años. Pero entonces las temporadas eran muy amplias y el calendario era distinto. Algunos no corrían el Tour porque el recorrido no les beneficiaba. Antes el Tour no se lo comía todo como ahora. El Giro y la Vuelta tenían más relevancia, y a veces los rivales hacían otros calendarios. Todos me lo pusieron difícil.
P. Hinault luchó contra LeMond, Fignon... Merckx contra Ocaña, Gimondi... Anquetil con Poulidor, Bahamontes... Armstrong contra Ullrich. ¿Cree que a usted le faltó un antagonista?
R. Quizás mis rivales eran más escaladores que rodadores, y en aquellos años la contrarreloj marcaba muchísimo. O eras rodador, o para el Tour lo tenías difícil.
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