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ONCE, la fuerza colectiva.

Al final no sufrió el empacho de la dispersión de objetivos; no, al ONCE no se le secó la boca de tanto perseguir triunfos. El saldo del equipo dirigido por Manolo Sáiz sólo se puede adjetivar de una forma: espectacular. El recuento empieza con tres triunfos de etapa (Bruyneel, en Lieja; Zülle, en La Plagne, y Jalabert, en Mende), continúa con dos lideratos en otras tantas clasificaciones (la de equipos y la de la regularidad para Jalabert) y termina con tres hombres clasificados entre los seis primeros de la general final: Zülle, segundo; Jalabert, cuarto, y Mauri, sexto y segundo español.Eso son las cuentas, y dicen mucho, pero no son más que los síntomas visibles de algo más intangible. El verdadero valor del ONCE es que ha sido el único interlocutor válido de Induráin. Ha terminado como equipo complementario del Banesto, pero después de monopolizar el debate del Tour. La carrera la han manejado directores españoles. El único susto que se ha llevado Induráin en su camino hasta el quinto Tour le llegó de un ataque en toda regla de medio equipo rosa en la historiada etapa de Mende.

Este privilegio lo consiguieron los- hombres de, Manolo Sáiz siguiendo la táctica del juan sinmiedo públicamente y la del amarre y la ambición en el ámbito privado. De equipo para fuera sólo se decía que el objetivo era ganar etapas y colocar a uno entre los cinco primeros de la general. En su fuero interno, se pensaba, en la victoria final. Sólo en el ONCE, donde el director conoce a los ciclistas casi mejor que ellos mismos, se sabía del excepcional momento de forma de que disfrutaban. Además, supieron jugar con la libertad que Induráin concedía a los que consideraba rivales alejados.

Esta ambigüedad quedó palmaria en tres de los momentos clave del Tour, en los que el protagonismo lo asumieron ONCE y Banesto. En la etapa de Lieja, Bruyneel no colabora con Induráin y del gran pelotón sólo tira el resto del ONCE. Ambos equipos han coincidido en que si los hombresde Sáiz hubieran dejado a otros, impotentes, el trabajo de caza, la ventaja de los dos fugados habría alcanzado los tres minutos. El ONCE, también, habría acelerado el desgaste de Berzin, Rominger y Riis la víspera de la contrarreloj. En la etapa de La Plagne Zülle, que tiene libertad de acción por haber fallado en la contrarreloj, da la gran cabalgada como si hubiera salido a hacer su número y poco más. Sin embargo, logró una diferencia estable y colocarse en la segunda plaza, donde se acomodó desde entonces. Ya no necesitaba atacar más, sólo esperar el fallo de Induráin.

Para el acoso, Sáiz contaba con la figura del comodín Jalabert. En la etapa de Mende construyó una fuga permitida -estaba a más de siete minutos en la general-, pero, para la sorpresa de casi todos, y gracias al trabajo de Melchor Mauri, mantuvo más de lo esperado una ventaja de 10 minutos. La búsqueda de un triunfo de etapa el 14 de julio se convirtió de inmediato en un ataque frontal al, liderato.'Zülle, tocado en la rodilla, pasaba a un segundo plano. Luego, Jalabert no resistió en los Pirineos y perdió la tercera plaza.

El ONCE ha sido el equipo más fuerte, pero la falta de un líder sólido -Zülle siempre tiene un día malo- le ha impedido que los fuegos de artificio se convirtieran finalmente en una alternativa real. Aun así, ha sido el equipo que más porción ha conseguido de la tarta secundaria.

La resaca de la primavera

El pelotón italiano, el más numeroso y el de más calidad del mundo, ha celebrado de mala manera el 30º de su última Victoria en el Tour. Como en 1993, ningún italiano ha subido el podio. El país mas rico en ciclismo ha pagado en abundancia la resaca de la primavera y de un Giro que ha maltratado a cuantos participaron. La papeleta la han tenido que salvar los especialistas: 'sprinters' (Cipollini y Baldato), escaladores (Pantani y Gotti) y el equipo Gewiss en la contrarreloj colectiva. Aun así, le han fallado otro tipo de especialistas, los Bortolami, Cassani y compañía, cazadores de etapas. Cuando la vieja guardia -Chiappucci y Bugno- se adentra en la vejez, no se ve ningún corredor, excepto Pantani que pueda cubrir su hueco. Ningún equipo italiano se ha involucrado en ningún momento en los asuntos mayores del Tour.

Alegres y combativos

Dos corredores que corren. en equipos extranjeros -Jalabert y Virenque- lían lavado la cara de un ciclismo francés que ha pasado por su carrera con las mismas armas que llevaban los españoles antaño. Quitando a sus dos exponentes más serios, los demás han echado mano de lo que se llama dejarse ver a toda costa. Intentar montar escapadas en todo momento, sabiéndolas condenadas al fracaso pero dándoles el valor de escaparate televisivo y mediático. Ocho franceses figuran entre los 30 primeros de la clasificación de la combatividad,. una recompensa que les debe hacer pensar. Lo mismo que el que un francés, el veterano Bruno Cornillet, haya concluido como farolillo rojo. La crisis se hace más aguda con la anunciada desaparición de dos equipos, el Castoramá, que ganó el prólogo del granizo por medio de Durand, y el Chazal.

Un Tour patrio

Cuatro años después de que el Banesto ganara la clasificación por equipos, otro conjunto español, el ONCE ha seguido sus pasos. Tres españoles entré los 10 primeros. Aparte de Induráin hay bastantes buenas noticias para los españoles este Tour. Algunos ciclistas se han encontrado con una libertad de acción que no esperaban y han respondido al desafío. Mauri, por ejemplo. El catalán se ha movido como francotirador y aunque le ha faltado el triunfo de etapa que buscaba, ha logrado terminar sexto, su mejor Tour, y reencontrarse con el Mauri que ganó la Vuelta del 91. Escartín y Arsenio, hundido su líder, Rominger, se quitaron el traje de gregario y actuaron con brillantez. Otros han cumplido el papel: los seis españoles del Banesto, que, sin alardes, han controlado el Tour desde el primer día. Y ninguno ha abandonado.

Calidad sin estructura

Suiza, un país con grandes corredores pero sin estructura profesional, ha logrado un puesto en el podio por medio de Zulle. Es todo lo que han hecho unos ciclistas de mucha calidad, pero demasiado atados al devenir italiano y que se han visto arrastrados por los mismos males que los trasalpinos. Zülle ha dado, por fin, la sensación de solidez que le faltaba. Realizó una etapa inolvidable en La Plagne, pero se vio beneficiado por el momentáneo desinterés de Induráin por seguirle. Desde ese día vivió a la rueda del líder. En las contrarrelojes, volvió a fallar: exceso de presión. Rominger ha pagado lo del Giro y comienza a sentir los achaques de la edad; Dufaux y Jeker han estado de gregarios de Virenque; a Zberg -que prometió algo bueno después de la Vuelta a Asturias-, Jèrmann y compañía no se les ha visto.

Fracaso belga y holandés

A los belgas les ha salvado del ridículo la victoria acompañada del maillot amarillo en su Lieja del exiliado Bruyneel. Viven malos tiempos y los pronósticos son pesimistas para un país que adora el ciclismo y que ha contado con algunos de los campeones más grandes de la historia, Merckx a la cabeza. Holanda continúa dando tumbos. Los ex soviéticos y procedentes de países del Este, que empiezan a ser bastantes, han decepcionado. Parece que su asimilación a la vida occidental es traumática. Su mentalidad no cuadra con las exigencias.Su calidad no rinde. Los demás no dejan de ser animales exóticos: daneses, mexicanos, neozelandeses, australianos y esiadounidenses, con la excepción por su calidad de los colombianos. Son el pelotón apátrida. Corredores que se forjan en otros países y que pierden su pasaporte en la carretera.

Richard Virenque

El joven francés se siente muy a gusto con los lunares. Descubrió el año pasado la popularidad que le proporcionaban y ahora ha jugado la misma baza. Virenque corre el riesgo de convertirse en un especialista.

Laurent Jalabert

Si Virenque parece encasillado, el otro francés importante, Laurent Jalabert, ha dado un salto de calidad sorprendente. Ha alcanzado la madurez y, al mismo tiempo, ha disfrutado del año en el que todo le sale bien.

Marco Pantani

El escalador calvo se ha sucedido a si mismo. El título de mejor joven no le sirve de mucho a un Marco Pantani que ha ganado dos etapas de montaña pero que ha mostrado una gran irregularidad derivada de su escasa preparación.

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