De las cumbres a la política
Un año después de perder a su hijo en la montaña, el legendario alpinista John Roskelley aspira a luchar contra el cambio climático en el senado de EEUU
Todos los que aman las montañas y dedican sus vidas a recorrerlas son testigos de los estragos que causa el cambio climático: glaciares que se evaporan, torres de roca que se derrumban cuando el permafrost se funde, nevadas cada vez más tímidas, calores en invierno que propician aludes cuando nunca los hubo, colapso de seracs… Y este escenario de catástrofe se hace, en algunos casos, insoportable. Es el caso del estadounidense John Roskelley, 71 años y una leyenda del alpinismo capaz de asumir el pasado año con aplomo la muerte de su hijo Jess, también alpinista, pero incapaz de quedarse de brazos cruzados ante Donald Trump. El desprecio del actual presidente norteamericano solivianta a Roskelley, quien en 1966 escribió su primera carta al Congreso para que declarase Parque Nacional el espacio natural de las Cascadas del Norte. No lo dejó ahí, y a partir de 1995 empezó a trabajar para el estado de Washington en diferentes áreas destinadas a proteger los espacios naturales. Ahora se presenta en la lista del partido Demócrata con opciones de obtener un asiento en el senado, en una votación que el próximo 4 de agosto le enfrentará a un hombre de negocios republicano y a una mujer que se presenta como independiente.
España tuvo su senador alpinista, entre 1989 y 2011: Luis Fraga, sobrino del fundador del Partido Popular Manuel Fraga, fue vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y un montañero destacado en su juventud que tuvo a Luis Bárcenas (ex tesorero del PP) como compañero ocasional de cuerda. Los cínicos señalan, puede que con razón, que los primeros implicados en la lucha por la conservación de los espacios naturales deberían ser los mismos que los disfrutan de manera compulsiva. Roskelley siempre ha estado de acuerdo. Por eso ha decidido dar un paso al frente y se toma la tarea como un deber. Aquellos norteamericanos que se entusiasmaron hace unos días con la posibilidad, breve, de tener un rapero como presidente, no se preguntarán qué puede ofrecer un alpinista y guía de montaña sin experiencia política. Pero Roskelley lo tiene claro: “Todos mis viajes y el contacto con muchas culturas me han concedido una visión más amplia de lo que necesitamos ser en el futuro. Lo que puedo aportar es sentido común, trabajo duro y lo que considero el mejor camino en estos momentos de crisis y cambio climático”, confío hace unos días a la revista Rock and Ice.
La carrera en el Himalaya de John Roskelley se desarrolló entre 1973 y 1983, 10 años fabulosos que culminaron con la primera repetición del Pilar Oeste del Makalu. Pero antes protagonizó primeras ascensiones a cimas de leyenda: la cara noroeste del Nanda Devi (1976), la Gran Torre del Trango (1977), una ruta nueva en la cara norte del K2 (1978), el Gaurishankar, el Uli Biaho y la cara noreste del Tawoche (1979)… todo esto para merecer en 2014 el máximo galardón del alpinismo, el Piolet de Oro, en reconocimiento a su carrera.
Abrazo en el Everest
Si hubo una cima especial en la vida de John Roskelley fue la que compartió en 2003 con su hijo Jess, cuando ambos se abrazaron en el Everest. Jess fue el norteamericano más joven en pisar el techo del planeta. Contaba 21 años de edad y seguía la senda profesional de su padre. El 16 de abril de 2019, un alud en el Howse Peak (Canadá) segó su vida y la de dos de los mayores talentos del alpinismo del siglo XXI: David Lama y Hansjorg Auer. El drama conmocionó a la comunidad alpinística: la cornisa que se desprendió y provocó el fatal alud dejaba huérfano el alpinismo más vanguardista. “Sabíamos que cada vez que nuestro hijo salía de casa podría no regresar”, declararía John durante la búsqueda de los tres cuerpos. Obsesionado con reconstruir las últimas horas de la vida de su hijo, acudió en cuatro ocasiones al Howse Peak, hasta que pudo recuperar las mochilas de los tres desaparecidos, y gracias a las grabaciones de una cámara y del gps del teléfono de Jess pudo seguir las huellas de una ascensión memorable y un descenso fatal.
Los defensores de la candidatura de John Roskelley destacan la tenacidad y prudencia que demostró como alpinista para firmar ascensiones de leyenda y regresar siempre ileso, valores que desea poner al servicio del Estado de Washington, conocido por su riqueza medioambiental. De producirse, el éxito de Roskelley debería exportarse al resto de los estados de un país cuyo presidente actual será recordado como el más dañino de la historia en asuntos de medioambiente.
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