Michael Jordan, luces y sombras de un genio
Pau Gasol, Calderón, Garbajosa y Abrines, con experiencia NBA, analizan ‘The Last Dance’, serie que destapa el perfil poliédrico del legendario jugador de los Bulls, un líder que llevaba a sus compañeros a situaciones límite
La aclamada serie The Last Dance (Netflix) explora los límites a los que, en su infinito afán competitivo, llegó Michael Jordan picando y atosigando a veces hasta la humillación a sus compañeros. La frase de Will Perdue, el pívot que ahora tiene 54 años y le acompañó en los tres primeros de los seis títulos que obtuvieron los Bulls desde 1990 hasta 1998, condensa la paradoja: “No nos equivoquemos. Era un grosero, era un imbécil, se pasó de la raya varias veces. Pero a medida que pasa el tiempo y piensas en lo que estaba tratando de conseguir, piensas que era un gran compañero”.
Pau Gasol vivió en sus propias carnes algún episodio similar en los Lakers con su compañero y amigo Kobe Bryant. “Trataba de encender la llama y sacar tu furia interior”, afirma. Álex Abrines, que jugó en Oklahoma Thunder antes de regresar al Barcelona, define así los métodos de Jordan: “Exigir hasta el extremo de llegar a ser un hijoputilla, entre comillas”. Jorge Garbajosa, jugador de los Raptors desde 2006 hasta 2008 y hoy presidente de la Federación Española (RFEB), considera que ante ese tipo de líderes solo queda una disyuntiva: “Ponerte las pilas o quedarte atrás”.
Los comentarios ácidos con los que Jordan atizaba a Scott Burrell o a Horace Grant, sus gestos desafiantes hasta el extremo de llegar a las manos con Steve Kerr, por lo que Phil Jackson lo expulsó del entrenamiento… Daba la impresión de que el fin justificaba todos los medios. “Si te equivocas, te gritará, te denigrará”, afirma en uno de los episodios de la serie, a sus 54 años, Grant, el pívot que, tras ganar los tres primeros anillos con Jordan, se marchó a Orlando en 1994. “Michael zarandeaba a todo el mundo”, añade Kerr, el base que ganó tres títulos con los Bulls y ahora entrena a los Golden State Warriors. “La gente le tenía miedo. Éramos sus compañeros y nos daba miedo”, remacha Jud Buechler, uno de los reservas de los Bulls en su segunda tanda de anillos.
José Manuel Calderón, retirado en 2019 tras 14 temporadas en la NBA, relata: “A mí, en este aspecto, no me sorprende lo que cuenta la serie. Es su forma de ser. Al final tienes que conocer a tus compañeros y saber a quién hay que apretarle y gritarle, o hacerle ese tipo de cosas, y a quién hay que darle una palmada en la espalda. Él lo dice: no pedía a los demás nada que él no hiciera. Con LeBron James, con el que he compartido vestuario, al final no te lo decía, pero veías que llegaba el primero, se iba el último. Él cumple con creces, pero al mismo tiempo te exige al 300%. A partir de ahí, está contigo a muerte”.
Kobe y la táctica de Jordan
Pau Gasol le desveló a David Broncano en La Resistencia que Kobe trató de espolearle apodándole Pablo, en referencia al narco Pablo Escobar. “No por la relación con la droga, sino por imbuirme de ese instinto asesino”, puntualiza el expívot de los Lakers. Aquella fue una de tantas. Kobe le pegó tal empujón a Pau cuando se enfrentaron en la final de los Juegos de Pekín en 2008 que hasta LeBron, sorprendido, le deslizó: “Oh, vaya, vas a tener que jugar con ese chico la próxima temporada…”. Era solo el prólogo de la táctica de la estrella para que su amigo Pau desmintiera el calificativo de soft (suave) que le dedicó parte de la prensa estadounidense tras haber perdido la final solo unos meses antes frente a los Celtics. Al regreso de Pekín y de las vacaciones le aguardaba a Pau en su taquilla la medalla de oro ganada por Estados Unidos. “Perdimos contra Boston. Y fue una serie muy física. Nos sacaron de quicio. Le dije: ‘Escucha, Pau, perdiste ante los Celtics, perdiste la final de los Juegos. No vuelvas a perder este año, ¿de acuerdo? Vamos a ganar’. Pau fue un fenómeno. Subió un nivel en lo físico y pudimos ganar los dos campeonatos siguientes”, contó Kobe.
El pívot español lo analiza ahora así: “Si ves el documental, que está muy bien, así lo muestra. Michael tenía mucho de eso. Cabrearse forma parte del objetivo, sacar esa mala leche. Kobe estudió a Michael de principio a fin y lo aplicó”.
Garbajosa define las exigencias de la NBA. “Es extremadamente competitiva y dura. Te hace sacar lo máximo de ti mismo. Y si no es la propia competición, ahí están jugadores como Michael o Kobe, que tienen ese punto de vista extra. Si ven a un compañero que no da la talla recurren a lo que sea necesario para ponerlos a tono. En los equipos competitivos siempre hay personalidades que pueden ir un paso más allá y eso, en sí mismo, no es negativo. Con el paso del tiempo te das cuenta de que los entrenadores que más te exigen, a veces diciéndote cosas irreproducibles, son los que más te han ayudado”.
Abrines, que regresó al Barça en el verano de 2019 después de compartir vestuario en los Thunder con Russell Westbrook, Paul George y Carmelo Anthony, entre otros, considera que los particulares métodos de Jordan o Kobe no están en boga. “Los líderes de la NBA, y yo conozco a algunos, están un paso por encima de lo normal a nivel de exigencia”, explica. “Pero lo que eran Kobe o Michael, o esa gente, ya no existe o es otro rollo. Se ha evolucionado hacia un baloncesto en el que no es necesario que alguno exija de esa manera. Cada uno ha llegado donde ha llegado por su talento y su trabajo, y al final todo el mundo entiende que quiere lo mejor para el equipo”, añade.
Los juegos mentales
Garbajosa llegó a los Raptors en un momento en el que las expectativas empezaban a ser máximas en Toronto. El equipo, tras cuatro temporadas ausente, volvió a los playoffs. “Allí nadie espera a nadie. Tienes que ir a su ritmo o te quedas atrás. Allí el jefe era Chris Bosh, aunque había algún veterano que daba mucho equilibrio y dominaba en el vestuario como Darrick Martin. Predicaba con el ejemplo. Madrugabas un día para llegar antes al entrenamiento y él ya estaba allí. Era el que te ponía en tu sitio tanto si estabas eufórico como si estabas hundido”, recuerda. “Pero no hay que confundirse. Que te puedas enfrentar con un compañero no quita para que pueda existir un buen ambiente. Siempre lo digo en un vestuario: ‘Yo, mis amigos ya los tengo. No he venido a hacer amigos, he venido a ganar’. Esa actitud puede aumentar la confianza a la hora de decir las cosas a la cara”.
Calderón, que jugó aquellos años en los Raptors junto a Garbajosa, observa el lado positivo de la forma en que Jordan motivaba a sus compañeros. “No lo decía a la prensa ni nada de eso. Era una cuestión interna. Sus propios compañeros lo dicen: ‘viéndolo ahora, sabíamos por qué lo hacía. Se motivaba y motivaba al resto’. Y eso es superimportante para un equipo”, dice el base extremeño, que disputó la final de 2018 con Cleveland junto a LeBron.
Pau Gasol expone como ejemplo sobre el modo de proceder de Jordan el inicio de la temporada del sexto título de los Bulls, en 1997, la que da origen al título de la serie. “Cuando Pippen decidió no operarse, Rodman se convirtió en el segundo jugador del equipo y Michael se apoyó mucho en él. Y ese pique (entre Pippen y Rodman) al final funcionó. Esos juegos mentales sobre cómo motivar son muy importantes”.
La actitud de Pippen de dar tiempo al tiempo a la hora de operarse de su lesión tuvo mucho que ver con su contrato. Era el sexto jugador de los Bulls en la escala salarial cuando todos convenían en que era el mejor tras Michael Jordan. “Es lo que más me ha llamado la atención de la serie”, dice Abrines, “cómo trataron a Pippen. Creo que no se merecía eso. Es cierto que su reacción tampoco fue la más correcta por parte suya, pero se merecía más. Los números y lo que aportaba al equipo era mucho más de lo que le pagaban”.
BJ Armstrong, base reserva en los dos primeros títulos de los Bulls y por fin titular en el tercero, resuelve: “Estar al lado de Jordan todos los días sacó lo mejor de nosotros”.
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