De lo mejor que yo recuerdo
Vivimos una final épica con dos jugadores que lucharon hasta el límite y que dieron una lección de entrega, entereza y saber estar. Lástima que en estos casos solo pueda haber un campeón
El domingo asistimos a una de las mejores finales que yo recuerdo de Rafael. Y creo recordar bien todas. Mi sobrino era el favorito pero se encontró con un jugador de la NextGen que al contrario de los otros jugadores jóvenes es menos carismático, pero más comprometido y combativo. En ningún momento dio su brazo a torcer, ni tan siquiera cuando el partido se le puso muy cuesta arriba.
Se dieron casi todos los ingredientes para que lo podamos considerar un gran encuentro. Gran cantidad de puntos jugados al límite, en una combinación de técnica, táctica, fuerza y pundonor, y una balanza que fue decantándose variablemente hacia un lado y hacia el otro, lo que mantuvo al público con la creciente incertidumbre del resultado final.
Fue un encuentro eminentemente táctico y de altísimo nivel técnico. Rafael tenía claro que su principal cometido era no caer en el juego sólido y enredoso de su rival, y para ello intentó cortarle el ritmo en todo momento. Combinó golpes potentes con bolas altas y blandas, golpes cortados con subidas certeras a la red. Lo hizo más de cincuenta veces, con un balance claramente favorable. Ganó el 77% de ellas. Esta táctica surtió efecto y le permitió adelantarse por dos sets a cero y 3-2 con break en el tercero.
El trofeo parecía estar ya claramente a su alcance. A partir de ese momento, algunos errores e indecisiones de Rafael propiciaron el resurgir del ruso. A partir de ese momento, vimos a un jugador diferente, dispuesto a aprovechar la oportunidad que se le había brindado. Puso una marcha más, empezó a jugar de una manera más agresiva buscando llevar la iniciativa en todo momento y combinando ajustados reveses paralelos con subidas rápidas a la red. Lo hizo en unas cincuenta ocasiones, cuando su media en los encuentros precedentes había sido de cinco.
Este cambio táctico le funcionó y los dos siguientes sets cayeron de su lado. En ese momento, tuve la sensación de que mi sobrino no conseguía ya incomodarle y desbordarle suficientemente. El partido se había decantado peligrosamente del lado de nuestro oponente. A partir del quinto set, con las fuerzas ya bastante mermadas y olvidándose de las oportunidades que se le habían escapado, la idea de Rafael, con una gran muestra de perseverancia, fue resistir y esperar la oportunidad que finalmente le llegó a partir del quinto juego.
Vivimos una final épica con dos jugadores que lucharon hasta el límite y que dieron una lección de entrega, entereza y saber estar. Lástima que en estos casos solo pueda haber un campeón.
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