Nuevas reglas de juego en el Everest tras la foto del gran atasco
Los montañeros deberán escalar previamente un pico de 6.500 metros, presentar un certificado de aptitud física y contratar un guía local
La fotografía del enorme atasco en las pendientes somitales del Everest, tomada por el alpinista nepalí Nirmal Purja la pasada primavera, cambiará las reglas del juego en el techo del planeta. La instantánea, rebotada por todos los rincones del mundo, mostró la cara más absurda del ochomilismo, una publicidad indeseable a los ojos del Gobierno de Nepal cuya reacción acaba de anunciarse. La próxima campaña, todos los aspirantes a coronar el Everest deberán pasar un filtro, una garantía de mínimos para evitar el colapso en la montaña que causó, hace poco más de dos meses, la muerte de 11 montañeros.
A efectos prácticos, los candidatos deberán acreditar una experiencia mínima en alta montaña: demostrar que han escalado en Nepal un pico de una altitud superior a los 6.500 metros. Igualmente, se les requerirá una condición física mínima, justificada con exámenes médicos y se impondrá la presencia de un guía local. El Gobierno nepalí ya anunció hace poco más de tres años que exigiría un certificado de una cima superior a los 6.500 metros a raíz de una serie de accidentes fatales, pero nunca llegó a poner en marcha la idea.
Según comunicó a la agencia Reuters Mira Acharya, uno de los miembros del equipo de especialistas que ha tomado estas directrices, “la causa de tantas muertes se explica por mal de altura, ataques al corazón, debilidad o agotamiento y no por el atasco en sí mismo”. La obligación de contratar un guía local servirá, a su entender, para disuadir a aquellos que escalaban la montaña sin compañeros: si nadie se hace responsable del desfallecimiento de un alpinista, su muerte es inevitable.
Sin embargo, el argumento del Gobierno patina en ciertos puntos. Los atascos y las consiguientes esperas agotan la capacidad de las bombonas de oxígeno artificial, creando un serio problema cuando el flujo regular que permite simular una altitud de unos 6.000 metros y que calienta a los escaladores se interrumpe de golpe. Si las compañías de guías no han aprovisionado a los sherpas que guían a sus clientes con bombonas adicionales suficientes, todas las alarmas se disparan. De hecho, varias de estas compañías fueron duramente criticadas la pasada primavera por no anticiparse al desastre, a sabiendas de que las escasas ventanas de buen tiempo tendrían un efecto embudo cuando las condiciones mejorasen.
Parece inevitable que se den nuevas colas para alcanzar la cima del Everest, lo que obliga a las expediciones comerciales a replantearse seriamente su estrategia y logística. Por ende, si cada candidato precisa un guía por obligación, el tráfico en la montaña crecerá y aunque disuadirá a los menos pudientes (hasta la fecha una persona puede contratar los servicios mínimos para escalar el Everest por 10.000 euros) que no podrán pagar a su guía, la moda de coleccionar este tipo de montañas faro seguirá animando a muchas personas sin problemas económicos.
En cuanto a la obligación de escalar previamente un pico de 6.500 metros, las agencias localizarán y equiparán completamente la ruta más sencilla de la cima escogida: no parece que este episodio previo mejore sustancialmente la preparación de los candidatos, a sabiendas de que solo una dilatada experiencia en alta montaña concede ciertos grados de autonomía a los alpinistas. Cabe preguntarse igualmente dónde colocarán las autoridades locales el límite admisible para juzgar las capacidades físicas de una persona tras analizar sus exámenes médicos: ¿qué parámetros se analizarán para oficiar el corte? Falta por comprobar si las medidas anunciadas son un gesto para la galería o una regulación seria del tráfico en el techo del mundo.
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