El sueño del prisionero 21.915
Massimo della Pergola, fallecido en 2006, fundó la SISAL, el germen de lo que años más tarde se convertiría en el Totocalcio, la quiniela italiana
Muerto de frío, el prisionero 21.915 fue apresado por los gendarmes suizos cuando trataba de abandonar Italia en la navidad de 1943. Los nazis habían dictado orden de caza y captura contra aquel periodista que respondía al nombre de Massimo della Pergola, al menos hasta sus captores lo enviaron al campo de concentración de Pont de la Morge, donde le tomaron las huellas dactilares, lo fotografiaron y le asignaron una nueva identidad. “Hubo un tiempo en el que yo solo era un número. Me llamaba 21.915”, recuerda en una de sus columnas. En ella explica las extremas condiciones en que vivían él y los otros represaliados: afinados en barracones de madera, sin apenas comida ni ropa de abrigo, trabajando a destajo, desplazando tierra de un lado para otro, sumidos en la tristeza.
Sin embargo, lejos de resignarse, 21.915 comenzó a imaginar el futuro de su país tras el final de la guerra, en especial el de un deporte que necesitaría de una financiación colosal para reconstruir estadios, pabellones, piscinas, gimnasios… En el momento de su captura, cuando todavía era Massimo della Pergola -el periodista, la persona- los aliados ya combatían a fascistas y nazis dentro de la bota italiana, lo que alimentó sus esperanzas de un pronto regreso a casa. Su idea consistía en la creación de un concurso basado en los pronósticos deportivos, una costumbre arraigada ya en otros países como Suecia o Inglaterra, pero que necesitaba ser adaptada a la mentalidad y necesidades del pueblo italiano. Si lograba resolver los retos técnicos y organizativos que planteaba su ilusión, aquello podía convertirse en una mina de oro al servicio del deporte italiano. Así, mientras los otros números jugaban a las cartas en el barracón cada noche, 21.915 se acurrucaba en su jergón y llenaba de cálculos y anotaciones las hojas de papel que, con mucho aplomo y no poco riesgo, robaba del despacho de un sargento suizo.
En 1945, la paz había regresado a Italia y Massimo della Pergola recuperó su identidad. También su oficio, reintegrado a su antiguo puesto en Milán como redactor jefe de fútbol en La Gazetta dello Sport. Además de seguir a los equipos de la ciudad, della Pergola aprovechaba los desplazamientos de estos para buscar financiación y tejer una organización a nivel nacional que sostuviera su sueño. Así fundó SISAL, el germen de lo que años más tarde se convertiría en el Totocalcio. Autoridades civiles y deportivas le dieron la espalda en un primer momento, “aún me estremezco al recordar las deudas que contraje en aquel tiempo”, hasta que en enero de 1946, el ministerio del Interior y el de Finanzas le concedieron la pertinente autorización. Unos meses más tarde, el 5 de mayo, se jugó el primer boleto de las quinielas SISAL cuyo precio por columna, 30 liras, se había calculado en base al precio medio de un aperitivo en cualquier bar.
Hasta bien avanzado el año 1947 no fue capaz SISAL de pagar todas sus deudas y al año siguiente, cuando empezaron a llegar los primeros beneficios, el gobierno italiano promulgó un decreto de nacionalización adjudicando la gestión del nuevo Totocalcio al CONI. El progreso del deporte italiano fue casi exponencial y en 1956 organizaba el país los JJ.OO de invierno en Cortina D’Ampezzo. Cuatro años más tarde, en 1960, la gloria olímpica llegaba a Roma. “Me concedieron una condecoración de la República, muchos años después del triunfo de mi idea. Pero sobre todo, como el periodista Massimo della Pergola, me queda la satisfacción de haber realizado el sueño del prisionero 21.915 en favor del deporte italiano”. Murió en 2006, cuando todavía no se podían intuir, del todo, dos de los grandes males que asolan al deporte italiano en este momento: las ramificaciones mafiosas de las apuestas deportivas y el repunte del fascismo.
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