El Dakar se rinde a las dunas de Perú
La 41ª edición del Rally, que se celebra íntegramente en el país andino, será la más corta y tendrá un 70% de arena
Arena blanda, un desierto duro, difícil de leer, con dunas enormes que esconden agujeros tremendos como aquel por el que se precipitó hace un año el coche de Sébastien Loeb. El escenario, temible de por sí, lo es más cuando uno hace memoria de las primeras cinco etapas del 2018, cuando el desierto peruano acabó con las aspiraciones de tantos. Hubo más de 70 abandonos. Y quedaron descartados muchos favoritos, como Sam Sunderland o Nani Roma, evacuados en helicóptero; como Nasser Al-Attiyah o el propio Loeb, a quienes se les escurrió el tiempo entre las dunas de Ica.
El Dakar 2019, corto e intenso, en busca de la esencia del clásico Dakar, ese que muchos de los que compitieron en África rememoran con nostalgia, se presenta tanto o más exigente que el anterior. Con apenas pistas, habrá menos enlaces y estos serán más cortos. Mandarán la destreza en terrenos arenosos, la paciencia, la pericia. Y, probablemente, también la suerte. Porque esta vez no serán cinco sino 10 los días que los pilotos pasen sorteando kilómetros en Perú, donde se disputará íntegramente el rally raid más duro del mundo.
Será la primera vez que el Dakar se celebre exclusivamente en un país. Se presenta, además, con un formato novedoso, en bucle: con salida y llegada en la capital, Lima. Y será, también, el Dakar más corto de la historia. La excepcionalidad del recorrido —más de 5.000 kilómetros en total, con casi 3.000 cronometrados y un 70% de arena— y la tendencia de los rallies en estos tiempos ha obligado a comprimir la competición. Habrá 10 etapas cuando en 2018 hubo 14. La especial más corta será la de hoy, con 84 kilómetros; las más largas: la segunda (con 442 km) y la quinta, con 452 km para los coches. Aunque no por ello perderá la carrera un ápice de emoción o exigencia. Al revés. En parte, porque se han dispuesto dos jornadas maratón, es decir, sin asistencias, consecutivas.
Similar a Mauritania
“Perú nos permitirá redescubrir el verdadero espíritu del Dakar, con un paisaje similar al de Mauritania”, auguraba Stéphane Peterhansel, alias Monsieur Dakar, 13 veces ganador de la prueba. “Va a ser estresante con tanta duna. Nadie va a estar seguro de haber llegado hasta el final”, decía Carlos Sainz, ganador el año pasado, a escasas horas de plantarse en el podio de salida ayer domingo. Una fiesta en la que se presenta a los participantes y con la que se da inicio al Rally, por bien que la carrera no arranque en serio hasta este lunes.
Los participantes de esta 41ª edición del Dakar, 534 en total (334 vehículos) de 61 nacionalidades diferentes —las más representadas son Francia y España—, saldrán hoy desde Lima y bordearán el Pacífico camino de Pisco, ciudad que comparte su nombre con el aguardiente más famoso del país andino. Será la primera toma de contacto con una carrera que la organización promete durísima. “Es como si decidiéramos disputar la regata de la Vendée Globe únicamente en los tramos más duros, los Rugientes Cuarenta”, señalaba el director de la carrera, Etienne Lavigne, en referencia a la zona del Ecuador en la que soplan fuertes vientos temidos por los marineros.
La Vendée Globe, por otro lado, es la vuelta al mundo a vela en solitario, sin escalas y sin asistencias. Algo más benévolo puede resultar el Dakar, pero no mucho más. Lo saben bien quienes aspiran a ganar la carrera. Por su experiencia previa, por los abandonos anteriores.
De Sainz a Barreda
Lo sabe Sainz, dos veces ganador del Rally y otras tantas magullado por sus trampas. El español, de 56 años y vencedor de la última edición, vuelve a liderar al equipo más potente, el X-Raid. Y aspira, de nuevo, al triunfo al volante de un buggy de la casa Mini que él mismo se ha encargado de desarrollar para convertirlo en la máquina más temida. Su dream team lo completan otros dos mitos de la competición: Peterhansel y Cyril Despres, que todavía espera animar su palmarés en moto con un título sobre cuatro ruedas, como ha hecho en siete ocasiones su compatriota. En la misma estructura, aunque con un Mini 4x4, forma Nani Roma, que ha corrido más carreras que nunca en 2018 y se ha preparado de forma exhaustiva para este año.
A los Mini quiere plantarles cara Toyota, que cuenta en sus filas con un piloto ducho en las dunas como Nasser Al-Attiyah o el también histórico Giniel de Villiers. Sébastien Loeb, también con un 4x4, en este caso el Peugeot que se impuso hace un año, soporta la presión de ser considerado uno de los favoritos en su cuarta participación y en tanto que nueve veces campeón del mundo de rallies.
Hay tantos o más favoritos en la categoría de motos, especialmente porque desde que se perdió el excepcional duelo entre Despres y Marc Coma no ha habido un nombre propio capaz de destacar entre el pelotón, más allá del dominio incontestable de KTM, que aglutina en su infraestructura a los campeones de los últimos años: Mathias Walkner, el último ganador, Sam Sunderland y Toby Price. KTM cuenta de nuevo también entre los suyos con la mejor piloto en la historia del Dakar, Laia Sanz, que este curso no piensa en más objetivo que acabar la carrera después de haberse pasado tres meses KO por una doble infección vírica y bacteriana.
Honda y el piloto de Castellón Joan Barreda siguen aspirando a romper con el dominio de KTM. La máquina ya está a la altura. Lo demostró sobradamente Kevin Benavides el año pasado con un magnífico segundo puesto. El equipo, además, lo sustenta un veterano como Paulo Gonçalves. Si hubiera una tercera marca capaz de entrar en la disputa esa sería la Yamaha de Adrien Van Beveren, líder de la carrera en 2018 hasta que sufrió una terrible caída en la décima etapa. Su cuerpo sufrió, pero regresa al Dakar convencido. No en vano lucía primero en la clasificación a su salida de Perú. No cabe duda de que le gustan las dunas. Al que no le gusten, está perdido en este Dakar.
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