Ricos y pobres en jaque
La costamarfileña Yavo, de 14 años, emociona mientras las rusas caen y los estadounidenses sufren
Todo el mundo rodeaba las mesas de los grandes favoritos al oro, dos equipos ricos y poderosos: EEUU sufrió mucho para ganar (2,5-1,5) a Georgia C (el país anfitrión tiene derecho a inscribir tres selecciones en lugar de una) en la Olimpiada absoluta; en la femenina, Rusia dio una enorme sorpresa al perder (1,5-2,5) ante Uzbekistán (31º en la lista inicial). Mientras tanto, Marie Yavo Tchetche (Costa de Marfil), de 14 años, era abrazada como si fuera la nueva campeona del mundo.
Dado que en el marcador se leía Botsuana 3 – Costa de Marfil 1, el autor de esta crónica no terminaba de comprender la cantidad de besos y felicitaciones que Yavo recibía de todos los miembros masculinos y femeninos de su delegación. Hasta que Essoh Essis, presidente de la Federación de Costa de Marfil, alumbró el asunto: “Marie acaba de lograr la primera victoria de una jugadora de nuestro país en una Olimpiada. Su familia es muy pobre. Gracias a una subvención de la Fundación Kaspárov África y a una aportación mía, logramos que pudiera ir al colegio. Y así conoció el ajedrez. Lo que acaba de conseguir es maravilloso para ella, para nosotros y para todo el país”.
Historias tan emotivas como esa ocurren casi todos los días en una Olimpiada de Ajedrez, pero la inmensa mayoría pasan desapercibidas para los periodistas porque es imposible controlar siquiera la mitad de lo que ocurre en una competición con más de 2.000 jugadores de 184 países, y cerca de 3.000 personas en total si se suman capitanes, árbitros, delegados, entrenadores, informadores, exhibidores, acompañantes y aficionados. Sólo un golpe de fortuna permite que el testigo del hecho emocionante esté en el lugar adecuado en el momento preciso.
Mientras ese desparrame colectivo ocurría en un pequeño reducto del inmenso pabellón número dos, los estadounidenses sufrían en la sala principal por segundo día consecutivo, pero por motivos bien distintos a los del lunes, cuando corrieron un serio riesgo de perder por incomparecencia ante Panamá porque llegaron muy tarde a la enorme cola del control de seguridad. En este caso, sus quebraderos de cabeza fueron causados por los jóvenes, aguerridos y desconocidos jugadores de Georgia C: el mérito mayor fue de Noe Tutisani, de 20 años, que arrancó medio punto al aspirante al título mundial, Fabiano Caruana. Sus compañeros Petriashvili y Kacharava hicieron lo propio frente a los temibles Shankland y Robson. Gracias a Wesley So, que derrotó a Oboladze, EEUU pudo salvar los muebles.
Las rusas no pudieron hacer tal cosa porque las no menos desconocidas uzbekas les amargaron su sabor de favoritas indiscutibles, lo que probablemente va a dar a la lucha por el oro femenino una emoción que casi nadie esperaba. Las españolas están en el grupo de cabeza tras superar a Blangladesh (2,5-1,5). Y los españoles también, tras doblegar a República Dominicana por 3,5-0,5.
Hubo otra sorpresa, agridulce: las peruanas empataron con Kazajistán a pesar de la ausencia de Ingrid Aliaga, excluida del equipo por atreverse a denunciar (con pruebas sólidas) a su entrenador, el cubano Dorges Heredia, por acoso sexual. Quien la castigó, Borís Ascue, está en Batumi como presidente de la Federación Peruana, a pesar de haber sido destituido e inhabilitado por tres años el pasado 24 de julio por el Instituto Peruano del Deporte (equivalente al Comité de Deportes español), porque le ampara la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), probablemente a cambio de su voto para el actual presidente en funciones, el griego Georgios Makrópulos, en las elecciones del 3 de octubre.
Son los inmensos contrastes de las Olimpiadas de Ajedrez. La conmovedora victoria de Yavo y los malolientes pasillos de la FIDE.
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