Muguruza vuelve a destemplarse
Víctima de sus errores, la española pierde en los octavos de Miami con Stephens (6-3 y 6-4, en 1h 28m), campeona del US Open, y afrontará la gira de tierra entre incógnitas: “Debería haber pensado mejor”
El mismo escenario que la vio florecer, cuando en 2013 ofreció su tarjeta de presentación a la élite, fue testigo este lunes de una Garbiñe Muguruza condenada por sus propios impulsos. La española encontró un muro en el tenis insípido y efectivo de Sloane Stephens, pero sobre todo se obstaculizó consigo misma. Intranquila, tensa y trabada mentalmente en los instantes más delicados del pulso, cedió contra la estadounidense (6-3 y 6-4, en 1h 28m) y se despidió del Premier Mandatory de Miami sin conseguir franquear la barrera de los octavos, manteniendo así la incógnita que la rodea esta temporada.
Tenista de doble reverso, Muguruza ha enfilado el éxito por el mismo camino que muchas otras veces le ha traicionado. A sus 24 años es un volcán durmiente cuya energía va en uno u otro sentido cuando despierta; en la dirección correcta, su tenis es prácticamente imparable, pero en la vertiente opuesta se transforma en su mayor enemiga. Es puro fuego, mientras que Stephens, su adversaria, simboliza todo lo contrario. La norteamericana, insólita ganadora de la última edición del US Open, anestesia con una propuesta tan fría y tan calculadora que es capaz de sacar de quicio a cualquiera. Y, en esas, también a Garbiñe.
Desde su encumbramiento en Nueva York, la estadounidense había perdido 10 de los 14 partidos que había disputado. Sin embargo, su linealidad y su autocontrol en la pista contrastan con la ofensividad y la agitación interior de Muguruza, incómoda en esta temporada a la que no termina de cogerle el punto. La número tres alcanzó la final de Doha, pero el resto de torneos se resumen en varios sinsabores. Cedió en la primera ronda de Indian Wells contra la 100 del mundo, resbaló ante Kasatkina en Dubái y en la gira oceánica dejó dos abandonos y una derrota tempranera en Melbourne, ante la 88 de la WTA.
Esta vez, contra Stephens, perdió otra vez el temple y se aceleró en exceso, cuando la situación demandaba más sangre fría. “No creo que ella haya jugado un tenis excepcional”, manifestó Muguruza tras el partido; “la derrota viene más de mi lado, porque he fallado algunas bolas de más. Debería haber pensado mejor; no me he encontrado mal, pero debería haber jugado mejor. He cometido varios fallos que normalmente no suelo hacer”, amplió.
Carreño y Verdasco siguen adelante
En torno a ella, pues, sobrevuelan ahora mismo las dudas, si bien es cierto en las dos campañas anteriores también le costó despegar y luego elevó los títulos de Roland Garros y Wimbledon. En el último la asistió Conchita Martínez, ahora en el banquillo junto al francés Sam Sumyk, que ante Stephens trató de reconducirla con dos bajadas a la pista, pidiéndole calma; la respuesta, sin embargo, fue una mirada perdida y dos castañazos de la raqueta contra el suelo. Se revolvió Muguruza cuando ya estaba casi todo perdido, pero aún así terminó cediendo (con 32 errores) y el calendario le conduce ya hacia la arcilla.
Como contraposición, en el cuadro masculino progresaron Pablo Carreño y Fernando Verdasco, que se medirán en los octavos y garantizan la presencia de un jugador español en los cuartos. El primero se deshizo del local Steve Johnson por un doble 6-4, mientras que el madrileño remontó (3-6, 6-4 y 7-6) al joven Thanasi Kokkinakis, verdugo de Roger Federer hace tres días. Por otra parte, Novak Djokovic, apeado a las primeras de cambio en Miami, confirmó que participará en el primer Masters 1000 sobre tierra batida, en Montecarlo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.