Baloncesto y ajolotes, una historia de amor en Ciudad de México
El equipo de los Capitanes traen de vuelta el baloncesto profesional a la capital mexicana y en su primer año buscan ganar la Liga
Después de 10 años, el baloncesto profesional ha vuelto a Ciudad de México. Lo ha hecho de la mano de Moisés Cosío, un coleccionista de arte contemporáneo. Cosío es patrono del museo Tamayo y consultor del MoMA, productor de cine y seguidor de los Lakers. Hace ocho meses fundó un equipo, los Capitanes, que ahora pelea por ganar la Liga. Y no sólo eso, los Capitanes consiguen llenar el gimnasio Juan de la Barrera, con 4.000 aficionados cada partido.
“Moisés me explicó que Capitanes no sólo sería un proyecto deportivo, quería hacer cosas con los niños, crear fuerzas básicas, involucrar a toda la ciudad”, dice el español Ramón Díaz, entrenador del primer equipo.
El crecimiento exponencial de los Capitanes ha estado ligado al trabajo de marketing. La presentación del equipo fue en uno de los puntos turísticos de la capital: el monumento a la Revolución Mexicana, e incluso su logo es una adaptación de este. Uno de los ganchos a la afición ha sido el ajolote que tienen por mascota. El anfibio -que ha inspirado las leyendas prehispánicas y al propio Julio Cortázar- se convirtió en su figura y la nombraron Juanjolote.
“Qué mejor mascota para un equipo de Ciudad de México que una especie en extinción. Moisés Cosío no solo apostó por el ajolote, ha comprado un montón de ellos para criarlos y para intentar que no desaparezcan”, cuenta Ramón Díaz. En las tribunas empieza a ser común ver peluches de ajolotes rosados con la remera de los Capitanes.
Aunque el deporte de México ha sido el fútbol, en cada parque público y escuela hay una cancha de baloncesto. El país tardó 40 años en volver a un campeonato Mundial, en alzar el puño para buscar su sitio en América. La generación de la ruptura encabezada por el baloncestista del Real Madrid, Gustavo Ayón, fue nombrada como los 12 Guerreros. Los artífices de la estrategia fueron los españoles Sergio Valdeolmillos y Ramón Díaz. “Fue el antes y después del baloncesto mexicano”, considera Díaz, entrenador en jefe.
El entrenador del equipo recién salido del empaque conocía a todos los seleccionados de México y se disponía a encontrar los talentos del futuro en una academia. “Mi idea era mezclar jugadores veteranos con esos jóvenes que estaban por crecer. Ese es uno de los grandes éxitos: no buscamos grandes figuras, buscamos una estructura de mexicanos y somos el único equipo de la Liga que tiene en sus filas a ocho puramente mexicanos”, explica. De ellos destacan los locales Pedro Meza, Gabriel Girón y Héctor Hernández.
El primer atleta que llamó Ramón Díaz fue Gabriel Girón, el escolta mexicano. “Es extremadamente importante que la capital tenga un equipo. Mi mayor experiencia fue en el Preolímpico en el Palacio de los Deportes, donde vimos un lleno histórico: ¡más de 20.000 personas cantando el himno nacional!”, recuerda Girón una vez finalizado un entrenamiento. Aquel torneo de 2015 había dejado entrever que el baloncesto era más que la euforia por la NBA.
El combinado de Ciudad de México se quedó en el segundo lugar de la Liga y logró clasificarse en semifinales. “Vamos a hacer todo lo posible para ganarnos un ticket a la final y estar en la Liga de las Américas el próximo año. Estamos pasando por un momento increíble”, menciona Girón. “Al final el éxito de este equipo también es para la Liga. Ojalá se creen franquicias en Guadalajara o en el sur del país”, opina Díaz, radicado en México desde hace seis años.
El gimnasio Juan de la Barrera fue construido para albergar los únicos Juegos Olímpicos que ha organizado México hace 50 años. Las gradas han resentido el golpe de los años y han resucitado por la cromática azul y amarillo. Mientras la duela vibra por las zancadas de los jugadores, los muros se cimbran con hip-hop, alguna canción de Luis Miguel y otra más de Selena. El alarido de “¡Ca-pi-ta-nes!”, perturba el transitar de los vendedores de frituras y cerveza.
“Ya era hora, se habían tardado en tener un equipo aquí porque no nada más existe el fútbol. México está lleno de baloncesto”, comenta Andrea Neria, practicante del deporte. “Me enteré por las redes sociales, se hizo bastante publicidad. Vine toda la temporada. Los partidos de NBA solo son una vez al año y más caros”, refiere el señor Crescencio antes de abandonar el recinto.
En una de las explanadas fuera del gimnasio hay tres canchas y ahí, una vez finalizado el partido de Capitanes, algunos niños se adueñan del concreto para probar algunos triples. Ricardo Guerrero y su hijo homónimo no se van sin antes anotar. “El nuevo equipo incentiva a que los niños practiquen este deporte. El baloncesto está agarrando fuerza”, lanza el padre antes de que el balón se cruce con la cancha a su retaguardia. Los Capitanes han traído a casa el chillido de la goma sobre las duelas.
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