La metamorfosis del Atlético San Luis, el Atleti mexicano
El equipo español devuelve el fútbol profesional a la ciudad de San Luis Potosí con un equipo de segunda división
“Si no soñamos, no tenemos nada que convertir en realidad”. El vestidor teñido de rojiblanco aún luce los últimos brochazos de pintura. Los que cubren los tintes que antes fueron auriazules y hoy están tapados por una cromática que viene de lejos: los colores del Atlético de Madrid que resucitan a otro Atlético, el San Luis, en México.
La ciudad de San Luis Potosí es un lugar de abolengo del fútbol. Pese a ello, el equipo local ha pasado por distintos dueños, ha cambiado constantemente de nombre y de identidad. En sus inicios le conocían como la Trinca Tunera de San Luis, el Atlético Potosino, incluso el Real de San Luis o simplemente San Luis. En uno de los momentos más rocambolescos del fútbol mexicano, en 2013, fue adquirido por otro equipo para mudarse y refundarse como los Jaguares de Chiapas, en el sureste del país. Los constantes cambios de identidad dejaron desamparados a los hinchas potosinos, sin equipo al que apoyar, solo con sus colores: el dorado y azul.
El Atlético de Madrid se fijó en el San Luis Potosí desde el año pasado porque reunía los requisitos que ellos buscaban. “No es lo mismo estar en un sitio donde la seguridad es un problema, en el que vas a estar inseguro”, comenta el presidente del Atlético San Luis, Alberto Marrero desde el balcón de su oficina. El máximo dirigente colchonero, Miguel Ángel Gil, se reunió con personal de la Federación Mexicana de Fútbol para cerciorarse de que su apuesta no sería volátil. “Todo surge por un proyecto internacional que tiene el Atlético de Madrid con la compra de clubes del extranjero en el cual sabemos del potencial que tiene en México como marca”, comenta Marrero.
La licencia del equipo local era barata – aunque el Atleti mexicano se reserva la cantidad – y el club no tenía adeudos, el estadio solo requería algunas mejoras menores para volver a habilitarlo. Era toda una mina por explotar. “Este proyecto inició de cero. No teníamos instalaciones deportivas. Empezamos a construir la parte administrativa, de contabilidad, comercialización, comunicación. Eso va de la mano de formar un grupo de jugadores”, comenta Luis Torres Septién, el director deportivo del Atlético San Luis. En menos de tres meses armaron toda la plantilla. De ella sobresalen los españoles Borja González y Mario Abrante. Hace unos meses llegó Mohamed Sissoko, exjugador de la Juventus.
En marzo pasado del año pasado, en la víspera de la inauguración del estadio Wanda Metropolitano, se hizo formal la compra de la franquicia de la segunda división de México que tenía un año y medio sin fútbol. Su aspiración es sacarle réditos a un mercado mexicano interesado en el fútbol español, en especial por el Real Madrid y el Barcelona.
De forma fortuita para la directiva colchonera no se tenía que adaptar el nombre. El Atlético San Luis encajaba bien, excepto los colores. El escudo del Estado presume el dorado y el azul como los tonos de su filiación. Los hinchas se resisten a usar la remera rojiblanca y sacan del armario las viejas camisetas e incluso han promovido protestas para proteger su folclore. La directiva tuvo que hacer de los viejos colores su segundo uniforme, aunque el desarraigo sigue. “Los colores rojiblancos no tienen nada que ver con nuestro origen potosino”, cuenta Eleuterio González, uno de los habitantes de la ciudad. Con 58 años, González ha visto la evolución de su equipo. “Si van a traer futbolistas españoles… Estos van a mermar las oportunidades a los potosinos”, critica.
“La afición está reclamando que vuelvan los colores, la tradición”, zanja Guadalupe Cano, lustrador de zapatos. Conseguir una camiseta del Atlético de San Luis es una hazaña porque el lote destinado para la venta se agotó. “Las que tú ves afuera del estadio son piratas”, comenta un trabajador del club. El escudo del Atleti mexicano no tiene al oso y al madroño, tiene la Caja de Agua, el monumento insignia del Estado. Por partido asiste un promedio de 15.000 hinchas, aunque solo se ven algunas manchas rojas en las tribunas. Los antiguos colores se rehúsan a quedar opacados. “Fue una buena inversión porque gracias al Atlético de Madrid hay fútbol de nuevo”, menciona Martín de 20 años.
Los hinchas potosinos son protectores de sus principios, también son sumamente sensibles. El Atleti mexicano elevó las expectativas. En el momento en que los aficionados empezaban a reconciliarse con los colores, llegaron las derrotas y todo volvió a cero: se envuelven de la nostalgia al pedir de regreso al club histórico.
Cuando todo va de perlas para el equipo, los habitantes de San Luis no tienen reparo en gastar de 115 a 230 pesos (de 6 a 12 dólares), pero en las horas más bajas dejan las butacas vacías. “El precio está muy elevado, no podemos pagar la entrada. El horario de las 20.00 horas nos complica mucho”, dice el señor Cano, quien admite no conocer ningún futbolista de la plantilla actual.
El Atleti ya había invertido en dos clubes extranjeros, el Atlético de Calcuta, en India y el Racing Club de Lens, de Francia, aunque a finales del año pasado vendieron sus acciones para concentrar el capital en México. El Atlético de San Luis pertenece en un 61 % al Atlético de Madrid, un 29 % a la familia Payán - los antiguos inversores mayoritarios – y un 10 a dos empresarios ligados al conjunto español.
“Para nosotros es un proyecto a largo plazo. Tenemos claro que el ascenso [a primera división] es el primer objetivo, pero sabemos que es un maratón, una carrera de fondo, no venimos a conseguir el objetivo y a llevarnos al equipo a otro Estado”, dice Marrero. La franquicia mexicana del Atlético de Madrid ha renovado las instalaciones del club ubicadas cerca de una presa, también ha montado una academia de fútbol con más de 400 jugadores registrados. “Solo falta que la pelotita entre a la portería”, dice y suspira el presidente del Atleti mexicano.
A Borja González, un lateral formado en las inferiores del Rayo Vallecano y luego en las del Atleti, le ofrecieron cruzar el Atlántico hacia México. En menos de un año, es inamovible en el once inicial de su compatriota, José Molina. “Cuando dicen algo de mí no escriben mi nombre, escriben ‘el español’. O se basan en la nacionalidad más que en mi nombre o personalidad”, comenta González sentado enfrente del campo de entrenamiento.
“No es la cuestión de que los españoles no volteemos a ver México, es que los mexicanos quieran contratarnos. Debe haber un interés de la gente mexicana”, dice José Molina, exportero colchonero y ahora estratega del Atlético de San Luis. Antes de tomar el cargo dirigió al Atlético de Calcuta en la India. Del país “no sabía mucho. Nos pareció atractivo, desgraciadamente las únicas noticias que llegan al extranjero son los problemas”, refiere.
-¿Usted debe dirigir al estilo del Cholo Simeone?
-El Atlético de Madrid es la matriz. A nivel deportivo tengo total libertad de jugar como quiera. Sí que disponemos de la ayuda del club en cuanto a jugadores. La propia dirección hace seguimiento de jugadores que no están para jugar en el Atlético, pero sí para jugar aquí.
“Si se cree y se trabaja, se puede”, se lee en una de las paredes del gimnasio del equipo en referencia a una frase de Simeone. El Atleti mexicano sigue en una controvertida metamorfosis, en busca de su nueva identidad.
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