La Fórmula 1 se queda sin samba
La retirada de Massa deja a Brasil, la cuna de Fittipaldi y Senna, sin representantes en el Mundial por primera vez desde 1970
“Apasionados por los coches como todos los brasileños”. El eslogan de una empresa de combustibles que patrocina las retransmisiones de la Fórmula 1 en Brasil fue creado en 1994, el mismo año de la muerte de Ayrton Senna, el último piloto campeón mundial de la categoría nacido en ese país. En aquella época, la F-1 era una fiebre nacional y la pasión del brasileño por los coches alcanzaba niveles de devoción sin precedentes. Hoy, pese a sumar ocho títulos mundiales, repartidos entre Senna (3), Nelson Piquet (3) y Emerson Fittipaldi (2), Brasil ya no cuenta con tantos seguidores —ni tampoco ídolos— en la Fórmula 1.
Pérdida de seguimiento en televisión
Siguiendo una tendencia mundial, en televisión la audiencia de la Fórmula 1 ha caído a la mitad en una década. En los últimos cinco años, TV Globo, que transmite el evento desde los años ochenta, renunció a las carreras que coinciden con el horario de partidos de fútbol del campeonato brasileño. En 2016, la cadena, por primera vez, ignoró completamente una de las pruebas del campeonato —el Gran Premio de Canadá—, incluidos los entrenamientos, en beneficio de la programación de fútbol.
Felipe Massa, que junto a Rubens Barrichello trató de mantener viva la llama del automovilismo brasileño, sobre todo durante su estancia en Ferrari, completó su último gran premio en Interlagos, en São Paulo, el pasado domingo. A los 36 años, el piloto cerrará su trayectoria en la F-1 al acabar la temporada y, con él, la larga dinastía de brasileños. Por primera vez desde 1970, cuando Fittipaldi abrió el camino con Lotus, Brasil no tendrá un representante entre los equipos que componen la élite de la categoría. “Existen pocas categorías de base para formar pilotos en Brasil”, dijo Felipe Massa tras la carrera del domingo. “Los jóvenes que tienen el sueño de llegar a la Fórmula 1 se tienen que ir a otros países, porque nos falta estructura e inversión. No todos tienen recursos para financiar ese intento de buscar suerte en el extranjero”.
Las modalidades de formación en el automovilismo local se restringen prácticamente al kart, más centrado en niños y adolescentes. Ganarse la vida pilotando un coche es una realidad muy lejana para la mayoría de los chicos brasileños, ya que la especialidad es aún muy cara y elitista.
Más inversión
“Somos conscientes de la necesidad de más inversión en formación. Para eso es preciso combatir la idea de que el automovilismo es un deporte inaccesible”, dice Waldner Bernardo, que asumió la presidencia de la Confederación Brasileña de Automovilismo (CBA) en marzo de este año. El proyecto de la Escuela Brasileña de Kart, que consiste en la instalación de centros de formación en varias ciudades del país, es la esperanza para popularizar de nuevo el deporte. El objetivo de esos centros, dedicados a niños de seis a 12 años, es ofrecer formación básica de piloto por cerca de 3.000 reales (780 euros).
Pero la ausencia de ídolos compromete el presente. La última victoria de un brasileño fue en septiembre de 2009, cuando Barrichello, entonces piloto de Brawn, ganó en Monza. El año anterior, Massa había perdido el título mundial ante Lewis Hamilton en plena carrera de Interlagos por apenas un punto. Después del accidente sufrido en 2009, Massa jamás consiguió que Brasil volviese a disputar el título. Un hecho inusitado para un país que tiene en Senna a uno de los mayores ídolos del deporte, al lado del mismísimo Pelé. “En cualquier lugar del mundo, ninguna especialidad avanza si no tiene un ídolo. España, por ejemplo, es una potencia en motociclismo porque produce un campeón tras otro”, compara Alex Barros, expiloto brasileño de Moto GP, que hoy trabaja en un proyecto para formar al primer campeón brasileño de la categoría.
El brasileño más próximo a ascender a la Fórmula 1 es Sérgio Sette Cámara, de 19 años, que integra la F-2, principal categoría de acceso a la F-1. Pero aún permanecerá por lo menos una temporada más en el segundo escalón del automovilismo. Mientras forja un nuevo ídolo, Brasil tiene garantizado el circuito mundial hasta 2020, cuando acaba el contrato de Interlagos con la Fórmula 1. Sin patrocinadores oficiales por segundo año consecutivo, el GP brasileño tiene pérdidas de aproximadamente 100 millones de reales (26 millones de euros).
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