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Carlos Delfino: “En la generación dorada nunca nadie fue más importante que el equipo”

El jugador argentino destaca la importancia de la liga argentina de baloncesto como puntapié para el éxito de la selección

Carlos Delfino, amo y señor de la zona pintada de Boca.
Carlos Delfino, amo y señor de la zona pintada de Boca.Diego Martínez

Los hinchas de Boca despidieron 2016 con nostalgia: Carlos Tevez, el ídolo de la hinchada, dejaba la casa para irse a jugar al fútbol de China. El sentimiento se extendió durante todo el verano, hasta que en marzo, parte de ese dolor pudo ser mitigado con la llegada de otro Carlos, en este caso, basquetbolista. Carlos Lancha Delfino es el único jugador argentino de la historia que fue elegido en la primera ronda de un draft de NBA (en 2003), liga en la que participó en cuatro partidos, y uno de los últimos referentes de la generación dorada, la mejor selección de baloncesto que ha tenido Argentina, ganadora de un Juego Olímpico y un mundial. En marzo, y emulando a otro Carlos, Gardel, Delfino cantó Volver. Así fue como la Liga Nacional de Básquet (LNB) de Argentina recuperó a uno de sus hijos dilectos luego de 17 años jugando en el exterior.

Pregunta: Se fue de Argentina antes de cumplir los 18 años, ¿con qué se encontró a su regreso?

Respuesta: La liga argentina es muy competitiva y tiene grandes entrenadores. Los equipos alternan defensas y movimientos. Es una liga que tiene un ritmo propio y una manera de moverse distinta, que en algunos casos me sorprende, por ejemplo, a nivel arbitral. El 90% de los jugadores de la generación dorada son productos puros de la liga. Creo que el que menos jugó fui yo.

"El 90% de los jugadores de la generación dorada es un producto puro de la liga argentina"

P: ¿El entorno es parecido a los clubes en los que jugó más tarde?

R: Es absolutamente diferente a otros países. Yo estaba acostumbrado a jugar en estadios enormes y repletos, con 20.000 personas. A mi familia los veía por lo menos a 30 metros de la cancha, y estaban en buenas ubicaciones. Acá, en cambio, tengo a mi familia sentada enfrente y cuando se piden minutos mi nene me pregunta como estoy desde la platea. Me encanta porque es como tenerlos conmigo adentro de la cancha. Comparando a la gente, allá es como que van al teatro: piden comida con bandejas y toman cerveza. En Argentina tenés a la gente encima alentando y vivis mucho más el clima. Te contagian. Es una linda experiencia y disfruto mucho en Boca.

P: Tiene 34 años pero ¿volvería a jugar en el exterior?

R: Si, no. En realidad no se todavía para que va a dar mi nivel. Dudo que me retire algún día del básquet, siempre voy a seguir jugando, aunque sea en seniors. Lo extrañé mucho cuando mi cuerpo no podía hacerlo y me di cuenta que lo necesitaba. Todos tenemos un competidor adentro y cada uno lo alimenta de determinada manera. A mí me gusta estar en una cancha compitiendo. La adrenalina que me genera jugar al básquet es algo que necesito mucho.

"En Argentina tenés a la gente encima alentando y vivis más el partido".

Esa adrenalina es lo que le faltó a Delfino por un espacio de tres años. El tiempo que le llevó recuperarse de una dura lesión en el escafoide de su pie derecho que sufrió en 2013 tras una volcada sobre Kevin Durant, jugando playoffs para Houston Rockets. La pausa concluyó luego de 1.171 días y siete operaciones: Delfino regresó a las pistas vistiendo la camiseta de la selección argentina en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016.

P: ¿Fue lo mismo jugar antes y después de la lesión?

R: Cuando hablo de lesiones lamentablemente me veo como un crash dummie, esos muñequitos de las pruebas de autos. He tenido muchas lesiones y lamentables. He pasado buena parte de mi carrera lesionado y lo sufrí mucho, pero también me han hecho madurar. El básquet va cambiando porque uno no salta más como cuando tenía 22 años y cabeceaba el aro. Ahora no se si llego a cabecear la red, pero como uno va cambiando físicamente, tenes que ir mutando tu juego para poder estar dentro de una cancha, y para eso trabajo día a día. Hoy me siento mucho más completo que antes y no pienso en el retiro.

"Sufrí las lesiones, pero también me hicieron madurar".

Sin embargo, la bienvenida no fue del todo positiva: a principios de mayo, el escolta nacido en Santa Fe sufrió una serie de robos en su casa ubicada en un barrio privado de esa provincia. Finalmente se descubrió que los autores eran dos chicos de 12 y 14 años, hijos de vecinos. “Al primer lugar que miraron todos cuando pasó fue al alambrado y a la villa de al lado. Pero los que me robaron son hijos de profesionales y viven en casas con niñeras. En los Facebook de los padres ves a grandes ciudadanos pero es evidente que el ejemplo dentro de la casa está fallando”, afirma el jugador.

P: ¿Cómo encontró al país y a la juventud?

R: No estoy bien con eso porque me tocó vivir en carne propia que me roben entrando a mi casa. Y no se trató de chicos marginales o que viven en una villa. Fue dentro de un country y sus padres son pudientes. Eso te marca el lio social que tenemos hoy por hoy en Argentina y tenemos que darnos cuenta que antes de opinar tanto de la casa para afuera hay que trabajar de la casa para adentro, en todos los niveles sociales, en todas las casas y en todo el país. Nos fijamos mucho en el defecto del otro pero tenemos que empezar por mirarnos en el espejo.

P: ¿Cuál fue el objetivo de la generación dorada después de la primera medalla?

"Antes de la medalla de oro ningún radar agarraba al básquet argentino".

R: Ser mejores. Rubén Magnano (entrenador de esa selección) después de la primera medalla nos dijo que había que revalidarla y ese era un término muy aceptado. Antes de la medalla de oro ningún radar agarraba al básquet argentino. Había barcos más grandes. A partir de ahí, cada torneo que hemos ido, vimos como los rivales se preparaban para jugar con nosotros. Ahora significamos jugar la final de un mundial, el llenar una cancha, el cuco de los internacionales. Entonces nunca tuvimos un día libre ni un partido fácil. Los equipos más débiles, con nosotros, estaban súper motivados y eso hizo que siguiéramos creciendo y nos motivó a mantenernos. Fue una responsabilidad muy grande que aceptamos desde el trabajo, las ganas y querer ganar cosas juntos. Lo más importante es que Argentina siga manteniendo una mística de trabajo y afrontar las cosas con seriedad. Siempre trabajando duro y con una idea de juego de no permitir que una persona sea más importante que el equipo.

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